Getxo Folk 2024, que arranca hoy miércoles con el dúo António Zambujo & Yamandu Costa, concluirá el domingo con un tributo a sus cuatro décadas de trabajo en defensa de los sonidos de raíz. Coordinado por Juantxo Zeberio, la cita reniega de la nostalgia y busca “lanzar más preguntas que respuestas” con la participación de músicos de varias generaciones, de Juan Mari Beltrán, Leturia y Agus Barandiaran (Korrontzi) a Verde Prato, Olaia Inziarte o las txalapartaris de Bihotx. “Buscamos que la gente se pregunte qué es hoy la música popular, que está siempre en construcción”, explica Zeberio.
¿Cómo llega a la coordinación de este tributo?
—Por encargo de Getxo Folk. Me lo hicieron a principios de año y resultó halagador aunque sentí mucha responsabilidad, más aún porque no soy un prototipo del mundo del folk aunque me haya restregado mucho en él en mi trayectoria.
La pregunta sería cuál es su estilo, dado su eclecticismo.
—Es verdad, me gusta hacer un poco de todo (risas). Me levanto con una música, escucho otra al mediodía y por la noche otra diferente. Siempre lo pregono en la práctica: estoy con el disco de Navidad de un coro, un proyecto de documental, otro de danza, sigo con mi grupo Tenpora… Y he estado con Lertxundi y Maddi Oihenart, entre otros. Navego en diferentes aguas aunque con algunas constantes.
Quizás buscaran esa apertura para el 40º aniversario.
—Pues sí, además he hecho conciertos curiosos de este tipo conceptual y con escenografías diferentes como el realizado en una cantera en Zestoa relacionado con el cambio climático o en un río, en Tolosa. Por eso me llamaron y por eso lo acepté, porque me gustan los retos.
Imagino que verá necesario el reconocimiento al festival.
—Sin duda alguna, era necesario. Las fechas pasan sin darte cuenta y yo mismo he acudido a ver cosas diferentes a Getxo. Es ejemplo de que cuando las cosas se hacen bien se deja un poso en el camino. Sigue siendo el único festival folk de importancia que se mantiene en Euskal Herria.
¿Recibió algún tipo de directriz sobre el concierto?
—No, ni canciones ni artistas fijos, nada; y eso fue lo que me animó a subirme al carro, la libertad total y ninguna injerencia. Por otro lado, la libertad también da un poco de miedo (risas).
¿Cuál fue el embrión del espectáculo, el que le otorgó sentido?
—Lo primero es que no quería un concierto al uso, el de ese folk más festivo que nos viene a todos al escuchar la palabra, el de Oskorri, Tapia ta Leturia, Korrontzi… Nos encantan a todos, pero hay mucho más en ese campo, más que la triki. Y otra columna vertebral de esta historia es que, siendo consciente de que no vas a inventar nada en hora y media, traté de no ser pretencioso y no buscar mostrar la historia del festival, ni la del folk euskaldun, pero sí que la gente que venga salga con preguntas más que con respuestas. Por ejemplo, la triki apenas tiene 100 años de vida en Euskal Herria, y a los guitarristas previos a Benito Lertxundi les trataban de españoles aunque Iparraguirre ya la tocara, incluso en el Barroco. Al hablar de música popular, de folk, de tradición… ¿de qué hablamos?
¿De músicos actuales que parten de la raíz, pero usan hasta la electrónica?
—Eso es, ese era el reto. Poner sobre la mesa esa reflexión y que tampoco fuera un concierto de añoranza y nostálgico sino que mirara más hacia el futuro que al pasado aunque vengamos de él. Que hubiera una luz hacia el futuro, siempre manteniendo un equilibrio entre lo tradicional y lo contemporáneo. Me gustaría que la gente saliera y se preguntara qué tienen que ver Maddi y Beltrán con Verde Prato o Inziarte.
Hay un hilo común en ellos, sí tienen que ver.
—Estoy de acuerdo. Verde Prato, por ejemplo, tiene una estética muy contemporánea pero en sus canciones está la raíz.
En cierto modo, también es folk.
—Esa es la pregunta. Si hablamos de Rodrigo Cuevas, María Arnal o Tanxugueiras todos lo entienden porque incorporan más ritmo, aunque todo está cambiando mucho. Mi gran reto ha sido buscar un equilibrio entre la tradición estándar del folk y otras corrientes más actuales o pop.
El domingo habrá una amplia representación femenina.
—Es otra de las características importantes de la evolución del folk y del propio espectáculo de Getxo: el lugar actual de la mujer frente al de hace 40 años. Antes era casi inexistente, y ahora ellas serán tres –Maddi, Verde Prato e Inziarte– de las cuatro voces principales del concierto. Habrá también dos dúos de txalapartaris, el de Juan Mari Beltrán y Ander Barrenetxa, y el de Bihotx, también mujeres. Me interesa que ese cambio se palpe, a los hombres nos toca dejar sitio.
¿Tuvo claro quiénes debían participar en la velada?
—Se me han quedado fuera muchos, pero no tenía ni dos ni tres días (risas). Pero a quien llamé, respondió. Otro reto era qué color darle, que no hubiera un grupo fijo y cada uno solo interpretara sus canciones. Ese trabajo ha sido muy bonito, pero también duro. De hecho, casi todos los arreglos de los temas son nuevos y hechos por mí para la ocasión con cuarteto de cuerda, trío de vientos y una banda formada por Anjel Unzu, Itxaso Etxebeste y yo mismo. Estéticamente renuncié a la batería, que me gusta, pero me llevaba a un sonido más convencional. La gente juzgará, pero creo que será interesante.
Habrá interacciones entre los músicos ¿no?
—Sí. Habrá tres bloques: uno inicial y más contenido, con una intervención de Patxo Telleria sobre las letras y los textos en el mundo del folk; otro central y uno final, ya tras otro corte sorpresa, con las interacciones. Habrá cinco canciones que se compartirán, con coros entre ellos, y todos estarán en escena desde que vayan entrando a escena.
¿Qué ambiente, que escenografía encontraremos?
—He contado con Xabi Lozano, que es un gran iluminador y escenógrafo. Sin adelantar mucho, la base es lo que hemos hablado antes, que la música popular es algo en construcción y es lo que buscamos transmitir. Ahí está la metáfora de los hermanos Artze, que bebemos agua de la misma fuente, pero cada vez que lo hacemos es diferente. Tal cual, es real. Y escénicamente se reflejará que no hay nada terminado ni definitivo, y que el camino lo hace ahora gente como Verde Prato. Ya veremos dónde estamos en 15 años.
Sería bonito disponer de algo tan único y especial para el futuro
—Está previsto que lo grabe ETB para su emisión posterior. No hay más previsión de repetirlo, pero si alguien lo quiere comprar… El trabajo está hecho y montado, sería cuestión de mirar agendas e intereses. Estamos ya en capilla y la gente involucrada está muy ilusionada.