Es imposible separar el nombre de Juan Ignacio Vidarte de la del Museo Guggenheim Bilbao; no solo ha sido su director durante estos 28 primeros años de andadura de la pinacoteca, sino que ha ejercido su cargo de forma discreta y omnipresente al mismo tiempo, recibiendo en persona a las cientos de personalidades, desde Woody Allen Jane Fonda, que a lo largo de tres casi tres décadas han caído seducidas por el gigante de titanio.

Juan Ignacio Vidarte (Bilbao, 1956) ha estado ligado al Museo Guggenheim Bilbao desde antes incluso de que se colocara la primera piedra en los terrenos ribereños en los que hasta hacía unos años bullía la actividad industrial y portuaria. Era director general de Política Fiscal y Financiera de la Diputación Foral de Bizkaia -antes había sido también técnico del departamento de Política Territorial del Gobierno vasco- cuando, en 1992, le nombraron director del Consorcio del Proyecto Guggenheim Bilbao. ¿Su función? Llevar a cabo la construcción e instalación del museo, que un año antes las administraciones vascas habían propuesto, con éxito, a los responsables de la Solomon R. Guggenheim Foundation. Fue él quien lidió con Thomas Krens y defendió la viabilidad del proyecto; un proyecto del que nunca ha dudado. "No fue una decisión tomada a la ligera, se perseveró porque se creía en él. Visto con perspectiva, es entendible que hubiera escepticismo, uno de sus fundamentales valores es que fue un proyecto disruptivo, no era el proyecto que nadie esperaba. Hay que pensar también que vivíamos en un momento muy complicado desde el punto de vista de la situación económica, social y política del País vasco, con índices de paro superiores al 25%, en algunas zonas incluso del 40%", rememoraba en una entrevista a este periódico.

Nunca ha perdido la visión de futuro del museo; de hecho, ha sido, quizá, una de las claves de su éxito. "El proyecto no es para un año ni para 25, ni para 50 ni para 100", ha defendido siempre. "Además de contar con un edificio como el que construyó Gehry, hay que contar además con una serie de ingredientes para que el proyecto tenga éxito. Por ejemplo, la necesidad de un liderazgo, que implica tener claro los objetivos, los recursos que son necesarios para desarrollarlo y luego mantenerlo. Y en el caso del Guggenheim además ha sido fundamental que sea consecuencia de una alianza entre las instituciones vascas y la Fundación Guggenheim de Nueva York".

"Vivir de las rentas no es suficiente"

Tampoco de la virtualidad de la ampliación en discontinuidad en Urdaibai. "Quien piense que el Museo de Bilbao, si no hace nada, si se mantiene igual, va a seguir teniendo dentro de 20 años el mismo nivel de impacto y funcionamiento que en la actualidad, está muy equivocado. Vivir de las rentas de lo que se hizo no es suficiente", ha manifestado en más de una ocasión.

Cuenta por decenas sus momentos más felices al frente de la institución -como las extraordinarias exposiciones de Chillida, Calder o Hockney, o la llegada de La materia del tiempo, de Richard Serra-, pero tiene claro cuál ha sido su momento más triste. Fue el asesinato del ertzaina Txema Aguirre, días antes de la inauguración del museo. Por encima incluso del arresto del ex-director financiero, Roberto Cearsolo, por desfalco.

Discreto anfitrión

Durante todos estos años su papel ha sido tan omnipresente como discreto. Ha ejercido de impecable anfitrión de los centenares de visitantes ilustres que ha recibido el museo, desde actores como Woody Allen, Jane Fonda, Jessica Lange o Michael Douglas, a músicos como Bruce Springsteen.

Licenciado en la Universidad de Deusto y en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), incluso su vida personal depara algunas sorpresas. Su abuelo por parte de madre emigró desde su Balmaseda natal a La Habana, donde conoció a la que se convertiría en su mujer, también de orígenes vascos. Nacida ya la madre del hasta ahora director, la familia regresó a Euskadi en los años sesenta.