Las historias de terror despiertan fascinación porque provocan un subidón en quienes las consumen. Activan el mecanismo que segrega adrenalina y generan una sensación que entremezcla horror y placer. Este es el resultado que arrojan algunos de los estudios que tratan de determinar por qué los fantasmas, las brujas o los monstruos despiertan tanto interés. Protagonizan buena parte de la literatura que se ha producido a lo largo de la historia y los relatos que habitan se han categorizado en un género literario: la novela gótica, que experimentó su apogeo a finales del siglo XVIII. Eso sí, según algunas voces, en los últimos años se ha renovado el interés por lo paranormal. Sugieren que la literatura está volviéndose a poblar de monstruos.

Al menos, esto es lo que afirma la periodista Laura Fernández en un artículo: “Ya no es que la pesadilla aceche al lector desde el bastión del género, sino que la llamada literatura seria está virando hacia lo siniestro”, detalla.

Fernández se preguntaba en 2020 si la oscuridad que impregnan las novelas escritas por diferentes autoras reflejaba “la incertidumbre del momento”. En ese mismo texto, la escritora Michelle Roche Rodríguez también deslizaba que quizá el fenómeno del new weird (un género en ciernes que abre un espacio a la experimentación literaria con la ciencia ficción, la fantasía y el terror) haya podido influir en esta inclinación hacia lo gótico.

El new weird tiene mucho que ver con el metaverso e internet, un espacio en el que proliferan los creadores de contenido que abordan en sus canales de YouTube (o, más recientemente, en sus cuentas de Tik Tok) cuestiones que tienen que ver con lo paranormal. Algunos han acabado convirtiéndose en auténticos influencers de lo siniestro, en los Iker Jiménez de la generación Z. Unay Ferrer, por ejemplo, ha creado una sección fija en sus redes sociales para contar experiencias paranormales: Jueves entre fantasmas. En esta, el joven relata las que le trasladan sus seguidores o las de cosecha propia, ya que afirma ser una persona sensitiva y haber tenido contacto con espíritus.

Monstruos reales.

A Nekane Flisflisher, por su parte, le siguen una legión de 825.000 suscriptores, que consumen con avidez los vídeos que sube a su canal de YouTube. La catalana comenzó su andadura en la red social exponiendo sus investigaciones sobre casos paranormales, pero en este momento pone el foco en los crímenes mediáticos perpetrados por asesinos en serie como Ted Bundy o Jeffrey Dammer. Es decir, Flisflisher ha sucumbido al True Crime.

Este género, en boga desde hace algunos años, se emplea para describir aquellos libros, largometrajes o podcasts en los que el autor examina un crimen real y detalla las acciones de sus protagonistas. Es, por eso, una corriente muy ligada a las secciones de sucesos de los periódicos. De hecho, las publicaciones del siglo XIX fueron los primeros soportes para estas historias, que pueden tener efectos adversos en las víctimas que sobreviven a la desdicha. En ese sentido, algunos autores opinan que la publicidad excesiva a estos crímenes puede generar trauma emocional en las personas involucradas y provocar un daño difícil de reparar.

Las historias de corte criminal que no producen daños colaterales, sobre todo por no ser reales, son las que se engloban en el género del Cosy Crime. “Se trata de historias, inspiradas en Agatha Christie que no tienen nada de escabroso. Hay un misterio y se va resolviendo de manera pausada”, explica el director técnico de la Librería Cámara, Javier Cámara, sobre esta nueva tendencia que está triunfando, al menos, entre sus parroquianos.

Según el librero, el éxito del género radica en la necesidad que sienten algunas personas de desvincularse de un presente que les agobia. Un presente marcado por la inflación, las dificultades para llegar a fin de mes, una guerra a las puertas de Europa Occidental y una situación política inestable. “Lo que quieren es meterse a la cama y descansar”, resume Cámara, “que el libro vaya, poco a poco, sumiéndoles en un estado de calma y sosiego”, completa el responsable de la librería.