Dodoa (Mara Mara), que acaba de publicarse, es el quinto disco del cantautor Jabier Muguruza dirigido al mundo infantil, el segundo consecutivo. Y adelanta que no será el último, ya que se siente cómodo alejado del circuito musical habitual, en una especie de “exilio, en segunda fila” explica en esta entrevista. El periodista y escritor Iñigo Astiz, Premio de Literatura Infantil 2020, le ha prestado sus letras, repletas de animales y de cierta maldad, que el irundarra ha grabado junto a un grupo de lujo formado por Nieves Arilla, Mikel Azpiroz, Jean Mari Ecay y Karlos Arancegui

Reincide con el público txiki tras ‘Oker (txakurra da)’, del año pasado.

-El actual es mi quinto trabajo infantil, pero es la primera vez que publico dos discos consecutivos. Siempre he hecho mis incursiones puntuales en ese terreno; de hecho, empecé en él, tanto en la literatura como en la música. Y te adelanto que tengo la intención de seguir en esa línea.

¿Y eso, por qué? ¿Qué ha cambiado?

-Sería largo de explicar, pero resumiendo diría que responde a factores personales. Es que no me veo en este momento de mi vida siguiendo con la dinámica de un disco cada dos años y defenderlo en directo en Euskadi y fuera, a veces en sitios estupendos y en otros precarios. Esa labor que no sé como definir y que he hecho muchos años… no me veo ahí. Es cuestión de etapas y como me encanta el mundo infantil, ahí estoy.

Me está sugiriendo cierto cansancio y hartazgo por un oficio, el de compositor y músico, que siempre le ha tratado bien.

-Sabes que me gusta sugerir más que mostrar. Es exacto, algo de eso que dices hay aunque no me puedo quejar, ya que siendo un cantautor en euskera he podido vivir de la música con ayudas como las colaboraciones en Radio Euskadi y algunas clases. Y gracias a mi público no vasco también, solo aquí la cosa se habría complicado. El balance no es malo...

¿Entonces?

-Es que las cosas están cambiando de manera tremenda, mi oficio incluido, y me veo más donde me estoy situando, en esta especie de exilio, como en segunda fila.

¿Alejado de los focos?

-Exacto, y de la farándula y esa guerra desalmada de los egos. Estoy cansado de todo eso.

Defiende que estos discos infantiles se dirigen también a los adultos.

-Eso es. Si fueran solo para la infancia quizás le daría otro tratamiento, pero mira con qué banda y escritores estoy trabajando en ellos. No son algo de segundo nivel.

El tópico suele asociar la infancia con la ingenuidad y la honestidad.

-Sí, pero creo que se ve como algo idílico, como el paraíso. Al escuchar a escritores, por ejemplo, hablar de la suya, se me dibuja una sonrisa y pienso que qué poco nos gusta conocer la infancia dados los conocimientos que existen sobre ella. No se profundiza nada. Para mí, es una etapa compleja y hay que apostar por la cercanía y cierta serenidad alegre al acercarse a los txikis. Y tener una relación fluida con el niño que uno fue ayuda también.

¿Usted la tiene?

-Igual suena pretencioso, pero lo procuro (risas). Repito que me gusta sugerir y tú buscas que sea más directo.

‘Zirikear’ es mi trabajo.

-Exacto, lo entiendo (risas).

Detrás del mundo infantil hay mucha oscuridad también; y más últimamente con los acosos en redes sociales.

-Sí, la cosa está jodida.

El disco anterior surgió de un juego de onomatopeyas. ¿Cuál fue el germen de ‘Dodoa’?

-Estaba la voluntad de continuar en esa línea y ver con quién había trabajado ya y con quién podría hacerlo. Y me vino Iñigo Astiz a la cabeza. Le dieron el año pasado el Premio de Literatura Infantil 2020 por su libro Joemak eta Polasak, y a mí me gustó mucho. Y ya había trabajado hace casi un lustro con él, en Lehio bat zabalik. La letra de la canción que lo titulaba era suya.

¿Cree que Astiz tiene una relación fluida con el mundo infantil?

-Claro, pero, al mismo tiempo, algunos de sus textos tienen un cierto tono truculento también que le alejan de esa falsa infancia idílica de la que hablábamos antes. Es que no es así, en ella hay de todo.

La canción ‘Jon Martinez’ es la prueba evidente. Alguien que roba meriendas y acaba envenenado.

-(Se carcajea hasta toser). Y ese verso que dice: el queso ese lo puse yo... ¡Ostras! Ese queso podrido. Ese tipo de cosas fuertes y registros me gustan, tanto en la literatura como en la música infantil. Astiz, que ha colaborado con Rafa Rueda y la gente de Izaki Gardenak, está muy activo.

¿Cómo fue su método de trabajo?

-Te voy a aburrir, porque ya lo conoces. Él me enviaba las letras y yo iba componiendo hasta vestirlas musicalmente más con Mikel Azpiroz. Además, rescaté dos letras de su premiado libro.

Hay mucho animal en el disco, empezando por su título.

-Sí, como en el anterior. Y no es algo que busquemos, la verdad. Está una boa, el dodo, dos vacas…

El dodo es un ave que se ha extinguido y que no podía volar. ¿Supone otra sugerencia o metáfora?

-Bueno, es un pájaro precioso. Ha quedado muy bien en la portada. El dodo duda, está al borde del precipicio y no sabe si tirarse al agua o volar. Siempre duda, como yo. El filósofo Daniel Innerarity me llamó, junto al cocinero Aduriz, para presentar su libro Para perplejos porque creía que era una de las personas más perplejas que conozco (risas). Es cierto que dudo, y estoy contento de hacerlo porque creo que las certezas que ha habido en este país nuestro nos ha llevado a tantas cosas que han hecho daño… Así que no soy de certezas, aunque algunas tengo, como que con estos textos y músicos podría hacer un buen disco infantil.

Vayamos con los músicos.

-El ropaje y arreglos los hago con Mikel. Es un trabajo compartido muy fluido, ya casi ni necesitamos decirnos nada.

Fruto de él sale un disco elegante que navega por el jazz, el reggae, el soul, el country y algo de bossa nova gracias a su acordeón.

-Lo comparto. Tiene mucho que ver con el anterior y sus músicos, que repiten en gran parte. Se suma la batería de Karlos Arancegui y su versatilidad, y al cambiar algunos instrumentos lo hace el paisaje sonoro. Mikel cambia el Fender por el órgano Hammond, lo que condiciona los arreglos de Ecay, que toca la guitarra eléctrica de otra forma. Y las percusiones sutiles se sustituyen por la batería. Tengo el empeño de transmitir tranquilidad a los pequeños, no más excitación. Intentar relajarles con canciones alegres, vivas, tiernas y con cierto punto malvado.

Y lo corona todo Nives Arilla, zaragozana cuya prosodia en euskera es cada vez mejor.

-Nadie se cree que no sepa euskera (risas). Lo hace muy bien y canta tanto como yo, no se limita a hacer coros. Tiene frescura y una ternura especial para acercarse a los txikis. Y puede cantar maldades que como el león se come al dentista o los problemas de Jon Martinez con una dulzura que aporta algo importante.

Grabó ‘Dodoa’ en Donostia. ¿Cómo y durante cuánto tiempo?

-Fue en junio, en algo más de dos semanas, en los estudios Mamusic. Tocamos todos juntos, excepto las voces, y yo recuperé el acordeón. La fluidez ha sido muy destacable, ya que Mikel sabe adónde suelo llevar las canciones. Grabar juntos nos dio una frescura especial, he quedado muy contento con el disco.

Hablaba de la portada. Las ilustraciones y el diseño son importantes en estos discos, para que los txikis los puedan mirar y leer mientras los escuchen.

-Será un elemento indispensable si sigo en esta línea, incluido los vídeos. Su autor es el gijonés Pedro Balmaseda, pareja de Cova, que estuvo en el grupo Nosoträsh, y con el que trabajo desde hace 20 años. Su trabajo es muy sencillo, pero tiene una gran finura para el mundo infantil.

Con el anterior, en plena pandemia, no giró en directo. ¿Lo hará con este?

-En principio, no tengo intención de presentarlo en directo, pero está la Azoka ya en formato presencial. Me gustaría que se pudiera mover allí y que se escuchara, que la gente no siguiera con el piñón fijo de lo habitual para críos. Que padres y profesores tuvieran abiertos los oídos a otras propuestas, para huir del sota, caballo y rey.

¿Y en ikastolas?

-Con el anterior ya tuve algunas reuniones y ahora estoy hablando a ver que se puede hacer. Sería ideal poder hacer algo a ese nivel.