Cuando el artista vasco Ignacio Goitia montaba su exposición para inaugurarla a principios de marzo en el Instituto Cervantes de Roma, poco podía sospechar que una pandemia trastocaría todos sus planes. La semana pasada, en un contexto muy diferente, abrió al fin su muestra. Goitia (Bilbao, 1968) expone por primera vez en la capital italiana, ciudad que ha influido enormemente en su arte. En sus pinturas figurativas reinterpreta en clave contemporánea, e irónica en muchas ocasiones, monumentos como el Panteón o la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.

Precisamente el mismo lugar de la exposición, un edificio histórico en la Piazza Navona, sirve como escenario y parte de su propia obra, como en el “juego de espejos” que realiza entre sus siluetas y la fuente de los Cuatro Ríos de Bernini, explica Juan Carlos Reche, director del Cervantes en Roma.

El montaje de la obra, que Reche reconoce que fue “de lo más complicado”, empezó con Goitia y su equipo paseando a una enorme jirafa por la plaza frente a la mirada atónita de los turistas presentes en aquel momento. La irrupción del coronavirus obligó a atrasar casi tres meses la inauguración de la exposición y el ambiente en esta zona del centro de Roma, habitualmente atestada de turistas, es ahora muy diferente, con apenas unos pocos paseantes.

Goitia pudo volver a casa en uno de los últimos vuelos antes de que se cerraran las fronteras con Italia, pero según explica en sus redes sociales el artista, estuvo supervisando el montaje por videollamada desde Bilbao.

“El arte de Ignacio Goitia es una mezcla entre sus raíces, con un componente muy fuerte de la cultura vasca, y el cosmopolitismo y la posmodernidad”, expone Reche. En una de sus obras, por ejemplo, aparecen un soldado inglés y un bailarín de aurresku a los pies de un baldaquino ficticio, inspirado en el de Bernini en la basílica de San Pedro. En otra, un grupo de mujeres aparentemente ataviadas con burkas se agolpan frente a una escultura clásica del estilo de Miguel Ángel en un reimaginado Panteón de Agripa.

Al estilo del grabador barroco Giovanni Battista Piranesi, Goitia toma la antigüedad clásica y la deforma, como manera de hacer reflexionar al público sobre las problemáticas del presente. Como explica el director del Cervantes, “Roma tiene una importancia brutal, desde el punto de vista de la poética y los temas que trata hasta el punto de vista de la técnica”.

Originalmente, la exposición era parte de un ciclo más amplio de promoción de la cultura vasca en colaboración con la Diputación Foral de Bizkaia, algo que tuvo que cambiar con el cierre de todos los centros culturales decretado en Italia a principios de marzo. La muestra parte de una retrospectiva que la Sala Rekalde de Bilbao dedicó al artista, que se trasladó a Italia manteniendo incluso los “papeles” diseñados por Goitia, una especie de marcos dibujados de gran tamaño que rodean sus obras. El Cervantes tuvo que cancelar la inauguración debido a las medidas para evitar el contagio impuestas por las autoridades italianas y ahora la visita a su Sala Dalí solo se puede realizar con reserva, en grupos de hasta cuatro personas, con mascarilla y durante treinta minutos.

El Instituto vuelve con esta muestra a las actividades presenciales después de meses de confinamiento y actividad virtual. No todos los museos lo han hecho aún y a pesar de que Italia permite la reapertura desde el pasado 18 de mayo, algunos de los más importantes sitios culturales, como el Coliseo o los Museos Vaticanos, lo harán esta semana, mientras ultiman las medidas de seguridad.

Uno de los museos que también abren hoy es el Museo San Telmo de Donostia. La creación musical y la plástica se combinarán para celebrar su reapertura de la mano del escultor Koldobika Jauregi y la acordeonista Susana Cencillo.

San Telmo abrirá al público a las 10.00 horas, con entrada gratuita como todos los martes. De 11.00 a 12.00 horas, en el claustro, los visitantes podrán disfrutar de una creación efímera. Durante una hora, Jauregi compondrá in situ, con elementos textiles, un tríptico simbólico de 5,2 por 3,4 metros en el que se verá “el paso del encierro a la luz” y que contendrá además “referencias al fuego de San Telmo”. Mientras, la acordeonista interactuará con el escultor “creando atmósferas y texturas diversas, explorando los diferentes recursos sonoros del instrumento” y “pensando en la sonoridad concreta del claustro”.