bilbao - Sostiene su violín con cariño, como si temiera que pudiera resbalarse de sus manos. Es una pequeña joya, un G. Antoniazzi, realizado en 1885 que la Fondazione Pro Canale de Milán le cedió hace unos años. "Es muy especial para mí. Me ayuda e impone su carácter, su voz. Cada violín tiene su alma, su voz propia", asegura esta joven suiza que ha colaborado como concertino en diversas orquestas de cámara y sinfónicas de Italia, Austria y Noruega y desde octubre de 2017 es concertino titular de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS). Graduada en Milán, ha colaborado con músicos de la talla de Alexandra Conunova, Stephan Kropfitsch, Anton Sorokow, Alexandr Semchuk, Raphael Leone, Andreas Brandelit y Christian Bellisario. Hoy y mañana, dirigida por el titular de la BOS, Erik Nielsen, interpretará la Sinfonía concertante para violín y viola K. 364, de Mozart.

¿Cómo definiría este concierto?

-Es muy especial, estoy muy feliz de interpretar esta obra. Mozart la compuso después de la muerte de su madre y el segundo movimiento está dedicado a ella. Aparte de la belleza de esta sinfonía, Mozart es uno de los dioses perfectos de la música. Hay que tener mucho respeto hacia los dioses. Para que suene natural y sencillo hace falta mucho tiempo de asimilación. Además, comparto concierto con Nils Mönkenmeyer, uno de los violistas de mayor éxito internacional. Y dirige a la BOS, Erik Nielsen, que siempre tiene mucho respeto hacia los músicos.

Comenzó a estudiar violín con 3 años y debutó como solista a los 7 acompañada por la Orchestra della Radio della Svizzera Italiana.

-Mis padres son músicos; mi madre, pianista, y mi padre, violinista... He vivido la música desde que nací. Mi madre estaba un poco triste porque yo no quería tocar el piano, pero me fascinó el sonido del violín... Iba a los conciertos con ellos, a concursos... Me acuerdo del primer concierto a los 7 años, toqué a Vivaldi... Tengo un recuerdo muy bonito del momento...

Desde 2006 frecuenta los escenarios como solista y músico de cámara en salas de reconocido prestigio como la Brahms Saal del Musikverein de Viena, la Sala Verdi de Milán o el Shanghai Thames Town Theater en China... ¿Cómo llegó a ocupar la plaza de concertino en Bilbao?

-Llevaba ocho años en Viena y estaba mirando para hacer audiciones fuera. Vi esta plaza en Bilbao, sabía que un compañero mío con el que había estudiado en Milán estaba trabajando aquí, así que le pregunté y me dijo que estaba muy bien, muy contento... Me presenté a la plaza y aquí estoy.

¿Y cuál es la labor de un concertino?

-Es el principal primer violín de una orquesta y, como tal, la persona que ha de servir de ayudante o apoyo de excepción del director. La labor comienza mucho antes de los ensayos. Me dan la partitura y tengo que encargarme de la supervisión técnica de las partes de cuerda de las obras previstas para trabajar... No nos damos cuenta de que una semana es muy poco, leemos el programa el lunes y el jueves por la mañana ya tenemos ensayo general. Es muy poco tiempo para trabajar grandes sinfonías. En algún momento, hay que dar también energía a la orquesta, conseguir coordinación entre los músicos, para lo que cada gesto o palabra que diriges hacia la orquesta es importante, ayudar a conducir junto al director a la orquesta...

Hay pocas mujeres directoras de orquesta. ¿Ocurre lo mismo entre los concertinos?

-Durante muchos años, ha habido muchos hombres ocupando este puesto. Sobre todo donde yo estudié, en Viena, había mucha tradición machista. Es muy conocido que hasta 1997 ni siquiera se admitían a mujeres en la Filarmónica de Viena. Ahora ocurre al revés, cuando hacen pruebas animan a las músicas a presentarse. La tradición ha hecho que en este tipo de puestos haya habido muchas menos mujeres que hombres. Hoy en día esta situación está cambiando mucho, cada vez hay más directoras y mujeres que tienen puestos importantes en las orquestas. De todos modos, hay que llegar a un nivel en el que no haga falta hacer esta pregunta. Por supuesto, hay que luchar para que se acaben esas diferencias absurdas que se siguen dando, como que muchas cobran menos que los hombres, pero yo soy más partidaria de la meritocracia.

¿Antes de ocupar el puesto de concertino, había escuchado en alguna ocasión a la BOS? ¿Qué nivel encontró entre los músicos?

-Nunca había escuchado a la orquesta bilbaina... Encontré un buen nivel, aunque claramente con una tradición muy diferente a la de Viena. He intentado, sin quitar nada de lo que hay, aportar lo que pueda para crecer como orquesta de lo que conocía yo de Viena. Estoy muy feliz en Bilbao. A diferencia de otros compañeros que han ido a otras orquestas y se han encontrado con dificultades, a mí no me ha pasado en absoluto eso aquí. He tenido mucha suerte de incorporarme a la BOS.

Y al director titular, Erik Nielsen. ¿Había trabajado con él en alguna ocasión previamente?

-No, no tuve la oportunidad. Ahora llevo trabajando y colaborando con él dos años. Cuando colaboras con músicos mejores que tú, siempre se producen intercambios muy interesantes.

¿Hacia dónde quiere encaminar su carrera musical?

-Por el momento no tengo planes concretos en el sentido de que aspiro a una orquesta o una dirección en concreto. Me encuentro muy bien porque necesito seguir creciendo y aprendiendo. Y en esta situación me lo permite, estoy en el sitio justo donde tengo que estar.