“Es un regalo”, asegura Ricardo Lezón, compositor y cantante del grupo vizcaino McEnroe, que este domingo inicia la gira de presentación de su nuevo disco, La vida libre (Subterfuge), en casa, en un Kafe Antzokia con todas las entradas agotadas. “Bilbao siempre nos ha costado”, según el músico getxotarra, que ha logrado juntar a la banda para grabar siete años después otro disco tan poético, lírico y honesto como siempre. “Somos un grupo lento en un paisaje acelerado”, explica a este diario.
Lezón lleva más de dos décadas escribiendo canciones/poemas de amor al frente de McEnroe. El grupo vizcaino, sinónimo de melancolía, libertad y epítome de la música como refugio ante el acoso de los fantasmas propios y ajenos, ha regresado siete años después con su octavo disco, La vida breve (Subterfuge), un trabajo sobre la aventura y desventura de vivir libre, en conexión con la naturaleza, a la búsqueda del amor, la luz y la esperanza.
Y su gira arranca en casa este domingo, en su idolatrado Kafe Antzokia, y con todas las entradas vendidas. “Ha sido un poco sorpresa la verdad, pero bueno, contento y acojonado un poco también”, explica Lezón entre risas. “Estrenar el disco en el Antzoki es muy bonito y estamos emocionados. Bilbao siempre ha sido un sitio complicado para nosotros. No somos un grupo masivo, pero en el botxo siempre ha costado y esto lo vivimos como un regalo”, apostilla.
“Hemos tocado muchas veces allí y cada vez es como si no hubiésemos tocado nunca. Tengo tantos recuerdos, como músico y sobre todo como espectador, que es como estar en casa”, indica Lezón. Estarán acompañados por el joven grupo getxotarra Marban, que presentará su debut: Mármol. “Nos hace mucha ilusión que nos acompañen los chicos de Marban, son del pueblo y tienen una ilusión y juventud contagiosas, además de ser cojonudos”, alaba el músico de Getxo.
Un ‘primer’ último disco La vida libre es el octavo disco de McEnroe, un grupo que en sus más de décadas de trayectoria ha vivido siempre ajeno a las encorsetadas normas del mercado. “Hemos vivido su salida casi como si también fuese nuestro primer disco”, indica Lezón, ya que “hubo mucho tiempo en el que ni siquiera hablamos de hacer otro disco, ni siquiera nos lo preguntábamos y eso está bien, saber esperar a que las cosas lleguen”. Siete años después del premonitorio La distancia, sus integrantes, que viven en ciudades y comunidades autónomas diferentes, han vuelto a juntarse porque les llamaban las canciones, sentían su eco por ser escritas, tocadas y cantadas; por una cuestión de necesidad vital.
“Siete son muchos años, había muchas cosas que teníamos casi olvidadas y que ha sido hermoso revivirlas. El panorama musical ha cambiado estos últimos años y tenemos la sensación de que ahora ocupamos un lugar distinto, fuera de onda”, razona Lezón, que considera a McEnroe como “un grupo lento en un paisaje acelerado, muy ansioso y con unas expectativas en las que no nos encontramos”.
Satisfacción y madurez
“Nos gusta estar donde estamos y el mayor premio para el disco sería permanecer, esta pensado y hecho para eso”, razona Lezón sobre La vida libre, que su máximo responsable considera “un reflejo fiel de lo que somos ahora y también de lo hemos sido antes, y ese es nuestro éxito”. Todo el proceso de composición, arreglos, letras, grabación y producción está mimado al máximo y hecho sin prisa, lo que “notamos mucho al escucharlo ahora; creo que no podíamos haber hecho otro”, indica sobre este pequeño gran álbum, calmo y contemplativo que habla de las cosas esenciales.
“Es nuestra sencilla y natural madurez”, sentencia Lezón sobre el disco, un trabajo de 11 canciones creado entre la campiña cántabra, en el estudio La Mina de Brian Hunt, con ajustes adicionales en Donostia y Granada. Lezón, que en estos últimos años ha compartido discos con The New Raemon, otro con J. Limusin, escrito su biografía y editado un Ep en solitario titulado Canciones mínimas, vuelca en este repertorio la vida vivida recientemente, un muestrario o sugerencias de viajes, lecturas, visiones de películas, discos escuchados, enamoramientos, rupturas, mudanzas, nuevos hijos… La vida, en definitiva.
“Me alegra mucho que te guste Aguas termales”, responde Lezón al ser cuestionado por una de las columnas vertebrales del nuevo disco. “Para mí, es la canción que resume más de 20 años de canciones”, indica orgulloso. Mecida por un órgano litúrgico y unos coros henchidos de emoción, Lezón canta, como si fuera una oración: “todo este vacío será mi salvación, saber que aun queda sitio para una ilusión”. La búsqueda de la luz desde la desolación.
Y en la sobresaliente primera parte del disco surge también Una amapola, de entrañas pop y en crescendo, y ya, desde su publicación, una de las clásicas obligadas en su repertorio. “Una amapola es una de esas canciones que te salen en un minuto y después te pasas la vida pensando de dónde ha venido”, indica su autor, que finaliza el disco, con sus canciones sonando despacio, naturales y libres, regalándonos El buscador, que también roza el sobresaliente cuando oímos al getxotarra cantar “la vida es tuya” y, sobre todo, “solo quería amor”. Un verso que lo resume todo, el disco y su/nuestra propia existencia.