En plena campaña navideña, cuando las calles están llenas de luces y decoraciones, hay profesionales cuya labor se vuelve frenética. Es el caso de Urtzi Zárate, un escaparatista vizcaino que, un año más, ha sorprendido con el llamativo diseño navideño de una conocida clínica dental de Basauri. Lo que para muchos es un simple escaparate, para él supone meses de trabajo, planificación y creación artesanal.
La oportunidad de colaborar con la clínica surgió hace ya cuatro años, después de que los propietarios le conocieran por su participación en distintos concursos de escaparatismo. Desde entonces, cada Navidad ha dado un paso más en espectacularidad. “Normalmente me dejan vía libre, pero este año me propusieron una temática tipo casita de jengibre, con pastelitos y estética dulce. A partir de ahí nació la idea”, explica.
El reto, sin embargo, no es menor. Decorar una clínica dental exige mantener visible su entrada y adaptar la creatividad a un espacio limitado por armarios técnicos y necesidades funcionales. “Tiene su complicación porque deben poder abrir armarios y manipular instalaciones. Es un espacio difícil, pero siempre resulta agradecido trabajar allí”, reconoce. Pese a ello, ha logrado integrar elementos propios del sector: “Este año al menos hay una muela gigante que encaja con la decoración”.
Tres meses de trabajo para unos segundos de asombro
Aunque el montaje final se realiza en apenas unas horas, el proceso completo se prolonga durante unos tres meses. Desde la concepción de la idea hasta la construcción de cada pieza, todo está hecho a mano. Nada está comprado ni prefabricado. “Esa es la parte complicada; podrías ir a una tienda y comprar decoración, pero aquí absolutamente todo nace de cero. Es lo que hace que sea exclusivo, pero también lo que más tiempo roba”, explica Zárate.
La campaña de este año ha sido especialmente intensa. Además del escaparate de la clínica, ha decorado varias tiendas y cafeterías de la zona. Entre ellas, una espectacular tienda de moda en Amurrio, transformada en un gran bosque con árboles de tres metros y un complejo sistema de iluminación.
También ha trabajado para cafeterías que cada año apuestan por montajes a gran escala, convirtiendo los locales en espacios temáticos que atraen a cientos de clientes. “Este año ha sido tan loco que incluso he tenido que rechazar encargos por falta de tiempo”, admite.
De ayudar en la tienda familiar a convertir la Navidad en un oficio
Sus primeros pasos en el escaparatismo los dio con apenas 14 años, ayudando a su madre en una tienda. Ese primer contacto con la decoración comercial derivó, con el tiempo, en una vocación profesional. “Llevo toda la vida en esto”, afirma.
Hoy, su agenda se divide entre dos grandes temporadas: Navidad —la más exigente— y los meses de primavera y verano, centrados en bodas y eventos. “Las bodas se hacen con más calma, con mimo. Pero la Navidad… la Navidad es una maratón. Tienes solo un par de semanas para montar hoteles, bares, escaparates, todo a la vez”, cuenta.