Bilbao - Hace 30 años que Miguel Poveda se subió a un escenario del que no se ha bajado todavía. Su gira El tiempo pasa volando llega hoy a Bilbao, al Euskalduna, a las 20.30 horas. “Me gusta cantar y llenar el alma de quien me escucha”, explica en esta entrevista. Hoy, en un recital con la colaboración de DEIA, alternará flamenco puro, copla, tributos a Lorca y canciones de su niñez popularizadas por Sinatra, Bambino, Los Chichos y Lole y Manuel.

El tiempo pasa volando... y son ya 30 cantando.

-Siempre me ha resultado fácil recordarlos porque coincide mi inicio con el cumpleaños de mi madre, cuando tenía 15 años (risas). Y siempre he tenido claro que había que hacer algo especial con esta efemérides aunque me costó debido a mi obsesión con Lorca, EnLorquecido, que acabó en un disco que hice yo solo, sin la preselección de García Montero ni la música de Pedro Guerra que sí tuve en el álbum de poetas previos, Sonetos y poemas para la libertad.

Y luego llegó su último disco, ‘El tiempo pasa volando’.

-Eso es, en un año de celebración. Es doble y cierra la trilogía con el de Lorca.

¡Y qué mejor celebración que la carretera, con canciones como ‘Yo te lo digo cantando’!

-¡Anda que no me ha acompañado esa canción en la carretera, en la cinta de casete que tenía mi madre e íbamos de camping! Con los años he vuelto a tocar la tecla de los recuerdos de mi infancia y, entre concierto y concierto, he escuchado a Bambino, Los Chichos, Los Chunguitos... Y por eso los he grabado ahora.

¿Son sus primeros recuerdos musicales?

-Eso es. Y Tijeritas, un secreto oculto para mucha gente. Era mi ídolo, mi Dios. Tuvo ciertas connotaciones de flamenco-pop, pero yo lo reivindico. Eran producciones muy buenas, de M. A. Arenas Capi, que luego trabajó con Alejandro Sanz.

¿Es cierto que sentía pudor y que le ocultó a su familia que cantaba?

-Es que yo de joven era muy calorro, mientras que mi padre era de copla, de Farina, Manolo Caracol, Chiquetete, Marchena, Lole y Manuel... Es curioso porque me daba vergüenza sentir la magnitud de esas voces y, por otro lado, me arrastraba el deseo de cantar en público y ser artista. En un cumpleaños de mi madre, en 1988, le hice una actuación como regalo y ya no he parado.

30 años.

-El tiempo se nos va volando, lo que es una pena porque yo quiero hacer y aprender muchas cosas. De joven no se le tiene ningún respeto al tiempo, crees que siempre vas a tener 20 años, y te encuentras con 46 de golpe. Y ahora lo que quieres es frenar e ir un poco más despacito.

Y aprovecharlo bien.

-Sí, con cosas sencillas y viviendo cada segundo. Yo siempre he vivido pendiente de mi siguiente concierto. Hace dos años, por ejemplo, viviría toda la semana pensando en la cita de Bilbao, pero ahora no. No me quiero perder nada hasta que llegue. Quiero vivir el día a día.

La gira le representa muy bien por el repertorio elegido: Lorca, flamenco y canciones que le tocaron el alma de niño y joven.

-Es que ese yo. Además, hay también un recuerdo a las coplas que hice con Rafael Amargós. Yo me siento igual de cómodo con todas estas vertientes de mi trabajo, me conmueven de manera especial. Y me mantienen alerta. Lo que me gusta de verdad es cantar y salir al escenario, para llenar el alma a quien viene a escucharme; conectar nuestros corazones.

Y da igual si es con flamenco puro, una versión de Bambino u otra de Frank Sinatra, como ‘Strangers in the night’ ¿no?

-Totalmente (risas). Canto la versión de Sinatra que hizo El Pescaílla, padre de la rumba catalana, junto a Peret. Y también de Lole y Manuel, que estaban entre el flamenco y la canción que me gustaba. Sus letras tenían una gran belleza y les tengo un gran respeto a lo que hicieron solo con una voz y una guitarra. Pura poesía popular de gran belleza que acercó al flamenco a los modernos.

¿Cree que con su visión dispar del cante ha conseguido acabar con los prejuicios de los flamencos más ortodoxos?

-Pues no lo sé, pero yo reivindico a Chiquetete cantando tanto flamenco como las canciones populares que le hizo Cepero. Me emocionaban igual aunque el flamenco es el género más emocionante para mí. Yo no tengo prejuicios.

Me refería más a cierta crítica, que en los 80 se cebaba con Ketama y ahora lo hace con Rosalía.

-Esa gente siempre existirá, pero nadie podrá con el trabajo que se hace desde la honestidad y el amor a la música. Si alguien tiene la capacidad de acometer otros proyectos ¿por qué se va mutilar como artista? Yo no quiero hacerlo, aunque unas veces lo haga peor y otras, mejor. No quiero mantenerme flamenco, puro y casto. Luego está la libertad del público para verme o que le guste en una u otra vertiente. Eso lo respeto.

La libertad, que usted defiende, por encima de todo ¿verdad?

-Totalmente. La libertad y la diversidad. Yo viví en un barrio de Badalona muy andaluz, con una madre que oía a Bambino y un padre al que le gustaban The Beatles. Luego, en Barcelona, conviví con músicas de todas las disciplinas, colaboré con gente del teatro como Calixto Bieito y del cine como Bigas Luna... La diversidad me define, me eduqué en ella.

¿A qué le suena ese discurso ahora recurrente de la apropiación cultural?

-(Risas). ¡Y lo dicen quienes celebran Halloween! Hay que ser consecuentes. Y vuelve a salir ahora, que no sabemos lo que somos los catalanes, los vascos, los de izquierdas, los de derechas... ¿Somos americanos o europeos? ¿Qué vamos a decir nosotros de apropiación cultural? Sale ahora con Rosalía... que dejen a la chiquilla que cante y baile lo que quiera. Será buena o mala como artista, pero no por meter en su coctelera lo que desee.

¿Con quién viene a Bilbao?

-Con un grupo magnífico liderado por el maestro Amargós, que es el regalo más preciado de mi carrera. Voy con dos coros, la percusión de Paquito González, El Bolita de Jerez, Jesús Guerrero, la batería de Manuel Reina, El Popo al bajo...

Seguimos dándole vueltas al tiempo en la despedida. ¿Hay ya algún paso previsto tras el fin de la gira?

-Nada, tierra en calma. Iré a cantar algo en América y Europa, pero quiero descansar, estar con la familia, tener tiempo para mí, los amigos, para despejar la mente... En definitiva, para que entre el gusanillo de la creación y la inspiración.