Iruñea - Para la periodista Elene Lizarralde, las pelotaris fueron mujeres “valientes” que no siempre lo tuvieron todo de su parte y que, sin embargo, supieron encontrar la forma de salir adelante y luchar por su sueño. Ahora, su historia prácticamente desconocida hasta el momento queda plasmada en el primer libro de esta donostiarra.

Rescata en su primera novela la historia de las raquetistas o pelotaris que, en plena posguerra, lograron hacerse un hueco importante en el mundo del deporte.

-Fue un compromiso que adquirí con ellas. Yo las conocí de casualidad, a través de mi madre, que fue quien me habló de ellas cuando yo aún trabajaba en Antena 3. Cuando lo dejé, decidí buscarlas. Las conocí personalmente o a través de sus familiares, porque ya habían fallecido, y me parecieron admirables. Al principio, se sorprendieron por mi interés porque hasta ese momento apenas nadie se había hecho eco de su vida, de su profesión y de su recorrido en el deporte. José Mari Urrutia y algún pelotari más se habían interesado, pero se sorprendieron e, incluso, se pusieron un poco a la defensiva. Se preguntaban qué iba a hacer yo con ese material que recogía. Al final, de allí nació una profunda amistad. Cuando me preguntaban qué iba a hacer con eso les contestaba que no sabía, pero que no quería que esa historia se perdiese. Al final, fue un compromiso que adquirí conmigo misma y con ellas de que algún día, de un modo u otro, les daría a conocer.

¿Se pusieron a la defensiva porque les sorprendía que alguien se interesara por su historia?

-Efectivamente. Había un pelotari, José Mari Urrutia, que estaba muy pendiente de ellas; también ahora hay asociaciones fomentadas por sus familiares... Pero cuando yo empecé con todo esto, hace ya 12 años, les resultaba muy extraño.

¿Quiénes eran estas raquetistas a las que ahora da voz?

-En 1917, un empresario eibartarra, Ildefonso Anabitarte, decidió que si incorporaba a la mujer a los partidos de pelota de los hombres, la afluencia de público a los frontones sería mayor. Sin embargo, ellas comenzaron a jugar y a despuntar, y gracias a ello se crearon frontones solo de mujeres. Son mujeres que no solo vienen de Euskadi sino de todo el Estado y que encuentran en el frontón un medio de vida. Son mujeres que empiezan a jugar, aunque las licencias no sean oficiales hasta los 16, incluso con 14 años, porque era una época en la que había mucha hambre y mucha necesidad, y las familias humildes vieron en los frontones una salida, una vía de tener un sueldo, un trabajo, un medio de supervivencia. Desde mi punto de vista, son las primeras mujeres profesionales del deporte, yo diría que en todo el mundo. Porque las tenistas profesionales comenzaron después. Y el problema es que estas mujeres tuvieron contratos de espectáculo porque en los frontones se apostaba. Eran niñas que lo dejaban todo para buscar un medio de vida.

¿Estaba bien visto que estas mujeres se adentraran en un mundo que, en un principio, era propiedad de los hombres? Sobre todo, teniendo en cuenta la época en la que ocurrió todo esto.

-No estaba nada bien visto. Sobre todo, después de la guerra, cuando en la época del franquismo los derechos de la mujer fueron tremendamente diezmados. De hecho, había familias que las apoyaban, otras que se avergonzaban y preferían decir que la niña se había ido a servir en lugar de reconocer que se había ido a jugar a un frontón. Pero las que yo conocí tenían en común que eran mujeres tremendamente valientes y que a ellas el frontón les dio la vida, les dio una forma de concebir la vida en equipo, y eso que eran de muy diferentes orígenes. Y eran muy luchadoras y tenían claro lo que querían hacer y lo que les gustaba hacer. Algunas tuvieron carreras de incluso 35 años. Y todas confesaban que volverían a ser pelotaris, se sentían muy orgullosas y eran muy conscientes de que levantaban comentarios y habladurías. Claro, a veces salían del frontón a la 1 de la madrugada, y en 1947 una mujer andando sola por la calle a esas horas de la noche solo podía dedicarse a una cosa que no era desde luego a ser deportista. Pero se apoyaban entre ellas y sobrevivieron a todo aquello, evidentemente, porque les gustaba lo que hacían, porque creían en lo que hacían y porque entre ellas había unos lazos que les hacía sobrevivir en equipo.

¿Diría que esta novela es una reivindicación feminista sobre la lucha de estas deportistas?

-Sí es feminista porque a mí me gustaría que se les otorgara oficialmente el lugar que les corresponde. Ellas no fueron nunca conscientes, también lo dicen, de que fueran abriendo un camino de nada en el feminismo. Ellas hacían lo que hacían porque creían que era lo que tenían que hacer y todavía hoy lo reconocen. Pero lo hicieron. Y eso es lo que hay que reivindicar, que se les reconozca oficialmente.

Aunque ha generado un contenido basado en testimonios reales, la protagonista de la novela no es ninguna mujer en particular. ¿Cómo es esta Miren Arrúe con la que comienza el relato?

-Como he comentado, mi relación con ellas fue más allá de la relación entre periodista y entrevistada. Conocí muy profundamente sus vidas, que puedo asegurar que podrían llevarse al cine. Pero uno tiene que saber dónde están los límites de lo que te cuentan como amigo y lo que te cuentan como profesional. Por eso la vida de la protagonista de la novela no corresponde a ninguna de las vidas de ellas. Es una novela absolutamente de ficción que lo que sí refleja es, tanto en Miren Arrúe como en el resto de las protagonistas, ese espíritu, ese carácter, esa personalidad de mujeres valientes, luchadoras, que son capaces de rehacer sus vidas pese a las dificultades que se les presenta. Recoge, evidentemente, todo el ambiente que ellas me describieron de los frontones, de los partidos, las dificultades que tenían allí mismo con el público, porque este las aplaudía cuando ganaban, pero cuando perdían las abucheaba y las insultaba. Mis protagonistas y sus vidas son absolutamente de ficción pero sí reflejan su personalidad, la de estas mujeres y también la de las mujeres que yo en mi familia he conocido y que también corresponden a esa época.

Claro, como autora habrá dejado su huella...

-Sí porque es difícil escribir sobre emociones que desconoces. Y también están esos sentimientos de dejar atrás tu hogar, tus raíces, esas cosas que te hacen sentir... La lluvia, el rocío, las canciones... Todo eso es de ellas y también muy mío.

¿Se ha sentido en algún momento identificada con estas mujeres?

-Sí y no. Tuve la fortuna de nacer en una familia con un padre y una madre muy liberales en ese sentido, nos enseñaron a luchar por nuestras libertades en todos los sentidos, sin tener en cuenta nuestro género. He tenido mucha suerte, no sé si porque lo he mamado o no, pero tanto profesionalmente como en mi familia no he tenido que hacer frente a las dificultades a las que ellas se enfrentaron desde el punto de vista profesional. Desde el punto de vista personal, sí. La resiliencia que yo intento reflejar en la novela sí la he tenido que ejercer muy activamente en mi vida, porque se han presentado dificultades en el terreno familiar como en todas las familias.

¿Por qué todavía apenas se reconoce la valía de estas pelotaris que, desde luego, hicieron historia?

-Creo que poco a poco se está empezando a crear un movimiento de reconocimiento que creo que debería llegar a las instituciones. En Euskadi sé que las instituciones les han hecho algún homenaje, pero creo que debería ir mucho más allá y deberían reconocerles el lugar que les corresponde. Y si no lo han hecho hasta ahora creo que es por desconocimiento o por dejadez.

Aprovecha, además, su primera novela para dar visibilidad a una enfermedad rara: la cefalea en racimo, más conocida como la enfermedad del suicida...

-Sí, porque la padece mi segundo hijo. Y es la misma reivindicación que hago con las raquetistas; creo que es algo que se debe dar a conocer porque no solo padecen el dolor más fuerte que pueda padecer una persona antes de perder el conocimiento, y esto les puede pasar todos los días y varias veces al día. Además, padecen una incomprensión social y laboral a todos los niveles. Son personas normales que ahora están riéndose pero que en un minuto se puede desencadenar un dolor que es absolutamente incapacitante. Y creo que una novela es un medio para conseguir muchas cosas, para entretener, acompañar o para dar a conocer lo desconocido. Lo mismo que tenía un compromiso con las raquetistas, tenía un compromiso conmigo misma, evidentemente porque se trata de mi hijo, de ayudar a estas personas que padecen esta enfermedad en la medida de lo posible.

Decía antes que las historias de estas raquetistas perfectamente podrían llevarse a la gran pantalla. ¿Tiene algún proyecto de este tipo entre manos?

-Hacer una película con esta historia fue la idea inicial. De hecho, yo antes de escribir la novela comencé a escribir el guion de cine, y desde el primer momento el libro está escrito muy en imágenes. Ahora estamos en alguna conversación pero esto es como la editorial que la ha publicado, tienes que ir de la mano de alguien que se enamore del tema. Espero que en un tiempo no muy lejano la veamos en el cine o convertida en serie en la televisión.