bilbao - En una de las salas del segundo piso del Guggenheim Bilbao, el público se topa con una gran pantalla. En su parte trasera, aloja un espejo que gira continuamente sobre un eje vertical fijo, proyectando por un lado imágenes de un hombre recitando mantras, mientras por el otro lado, el espejo refleja la imagen del espectador. Se trata de Una historia que gira lentamente (1992), una de las 27 obras que el museo de la capital vizcaina exhibe del videoartista Bill Viola (Nueva York, 1951), en una retrospectiva que presenta un recorrido temático y cronológico por la trayectoria de uno de los creadores más importantes de nuestro tiempo y pionero en el desarrollo del videoarte. Una reflexión sobre la existencia, el nacimiento, la muerte, el renacimiento? para la que Viola usa medios como el vídeo, sonido y luces, y multitud de posibilidades electrónicas, permitiendo ir más allá de la percepción que muestran nuestros ojos.
La exposición fue presentada ayer por el director general del Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte;la esposa del creador y directora del Bill Viola Estudio, Kira Perov; la comisaria, Lucía Agirre, y Rafael Orbegozo, jefe del Gabinete de Presidencia de Iberdola, entidad que patrocina la muestra y patrono estratégico del museo desde su inauguración. Bill Viola -que ya expuso en el museo en 2004- no pudo participar en la rueda de prensa, pero ha supervisado personalmente la instalación de su retrospectiva.
Viola ha confesado en numerosas ocasiones que desde niño, cuando estuvo a punto de ahogarse con seis años al caer a un lago, “tengo la sensación de que hay algo profundo, más allá de la comprensión humana”. Quizás por ello un día el artista neoyorquino decidió coger una cámara y transmitir con ella “las cosas más profundas e invisibles”. “El vídeo es uno de los medios más profundos que podemos encontrar. Cuando tenemos una cámara o una grabadora, estamos obteniendo una parte del tiempo, en el que se muestran también las ausencias de las cosas y el paso del tiempo que no volverá. Para mí el videoarte es una experiencia espiritual”, confesaba durante su primera visita a Bilbao.
Viola es un pionero, un artista high-tech, un exponente de la nueva tecnología de la imagen, que sintoniza con los maestros antiguos y se confunde con ellos en las salas de los museos. Ha reconocido en muchas ocasiones que ha recibido influencias de maestros italianos como Giotto, “un pintor genial que empezó a trabajar a principios del siglo XIV, cien años antes del Renacimiento, y que tenía un nuevo concepto de lo que era el espacio del tiempo. Yo diría que los antiguos maestros realmente eran jóvenes radicales porque Miguel Ángel tenía 24 años cuando hizo La Pietà para la Basílica de San Pedro. Eran como los frikis de los ordenadores de esta época. Tampoco gustaban a los artistas anteriores, porque pensaban que lo que hacían era un truco”, explicó en su primera exposición.
“Descubrir el alma”
“Viola cree que el papel del artista es descubrir el alma y él lo ha conseguido”, explicó su compañera y colaboradora, Kira Perov. La retrospectiva es un viaje atemporal “por el paisaje del alma” hecho con el corazón a golpe de imagen. El recorrido arranca con sus primeras experiencias con el vídeo, e incluye tempranas cintas monocanal como Cuatro canciones ( 1976), que recoge una colección de cuatro historias musicales en forma de alegoría, y El estanque reflejante (1977-79), en la que su contenido poético aborda ya cuestiones tan importantes como la noción del tiempo y su deconstrucción, el significado de nuestra existencia y lugar en el mundo.
En las obras de la década de 1980, cuando Kira Perov (su esposa y colaboradora desde entonces) comienza a trabajar con el artista, se centra en reunir imágenes que se emplearán en piezas para ser transmitidas por televisión. Emplea la cámara y objetivos especiales para capturar el paisaje y grabar imágenes de lo que normalmente se encuentra más allá de nuestra percepción. Esta etapa también sirve de transición hacia las instalaciones de los 90, que ocupan salas enteras y sumergen al observador en la imagen y el sonido.
También comienza a añadir elementos físicos a sus trabajos. El interés constante de Viola por los temas espirituales se evidencia en objetos escultóricos como Cielo y Tierra (1992).
Con la llegada del nuevo milenio y las pantallas planas de gran definición, Viola comienza a producir piezas de pequeño y mediano formato en una serie que tituló Las Pasiones, un estudio en torno a las emociones a cámara lenta, como Rendición, que muestran el paso del tiempo y de las generaciones, o como La habitación de Catalina y Cuatro manos, todas de 2001.
Agua y fuego
Unas de sus creaciomes más espectaculares es La ascensión de Tristán, que describe la ascensión del alma hacia el espacio tras la muerte, y Mujer fuego (2005), que reproduce la imagen del ojo de un moribundo, ambas creaciones fueron utilizadas originalmente para acompañar la ópera de Wagner, Tristán e Isolda. “Se trata de una conversación que no acaba nunca, como la propia vida, que no para nunca. Lo que me atrajo de esta obra es que se basa en un mito fuera del tiempo y que nace en el corazón, no en el cerebro”, explicó el artista cuando la presentó para el Teatro Real de Madrid.
A estas obras íntimas le siguen instalaciones monumentales como Avanzando cada día (2002), en la que cinco grandes proyecciones murales comparten un espacio común e invitan a los espectadores a indagar en sus vidas y en la existencia humana, en la mayor proyección realizada por el videoartista hasta la fecha.
Durante la última década, y empleando diversos medios y formatos, Viola ha seguido mostrando lo fundamental de la experiencia de la vida, algo que ilustra, de manera elocuente, su empleo del agua en obras como Los inocentes (2007), Tres mujeres (2008) y Los soñadores (2013), siete pantallas verticales que representan a una persona sumergida en el lecho de un río, con los ojos cerrados y en aparente paz. El recorrido por el ciclo de la vida concluye con un renacimiento en la obra Nacimiento invertido (2014), que presenta las cinco fases del despertar a través de violentas transformaciones.
La retrospectiva de Bill Viola se podrá ver en el Guggenheim Bilbao hasta el próximo 9 de noviembre y hasta este domingo la entrada será gratis en horario especial nocturno, de 20.30 a 23.30 horas.