Bilbao - “Schubert es uno de los indagadores más importantes de este instrumento que es el piano”, concluye Miguel Ituarte (Getxo, 1968). A pesar de convivir con una gran figura como la de Beethoven en la Viena de principios del siglo XIX, el joven Schubert consiguió “evolucionar como alguien propio”, tanto en el género del lied, donde se desenvolvió con gran maestría, como en la música más extensa como sinfonías y sonatas. Precisamente éstas últimas son las protagonistas del extenso repertorio que Ituarte ha compartido con el público, durante todo el fin de semana, en el Euskalduna.

Es usted un asiduo a esta cita bilbaina con la música clásica.

-Así es, este es ya mi cuarto año.

Este año, el festival se centra en cuatro compositores del Romanticismo. ¿Cómo valora el conjunto de la programación?

-Diría que es un programa un poco más diversificado porque son cuatro compositores, y en cuanto a géneros también hay mucha variedad, desde solos hasta obras orquestales pasando por la música de cámara. Es maravilloso que haya un gran encuentro como este, sobre todo en lo que se refiere a música de cámara, que siempre es un área necesitada, por estas latitudes, de ser algo más conocida por los melómanos.

En pocos lugares se dará la gran concentración musical de la que disfruta Bilbao estos días, ¿no?

-Ciertamente, es un festival grande. La reflexión que nos hacemos muchos después de un evento así es que ojalá las bellas sensaciones de estos días pudieran repetirse durante el resto del año. Es decir, que ojalá provoque y mantenga un interés por la música duradero, y con especial interés en la gente más joven.

¿Cuesta verlos entre el público?

-Depende mucho del tipo de eventos. Este festival tiene una gran calidad y una gran promoción, por lo que atrae mucho más. Pero quizás durante el año es más difícil encontrar a cierta gente joven. Mucho de este arte necesita un proceso de digestión para el público, no es fácil acceder a lo que nos quiere decir la música debajo de una capa bonita, pero estoy convencido de que cuando se presenta bien el resultado es fenomenal, porque los niños son muy permeables y muy sensibles.

Este fin de semana, el indiscutible protagonista de su repertorio es Franz Schubert.

-Sí, debo confesar que fue una agradable sorpresa que, entre las propuestas que presenté, aceptaran la que en principio les podía resultar más difícil. En esta serie de programas sobre piano hay música que tenía muy estudiada y obras a las que me he acercado por primera vez.

¿Qué Schubert encuentran los espectadores en esta selección?

-Creo que ofrece una evolución desde un compositor todavía veinteañero hasta algunas de sus últimas obras. Hay que recordar que Schubert tuvo un bache vital tremendo cuando tuvo que aceptar que tenía sífilis a los 25 años. Aunque este hecho condicionó el ritmo febril de trabajo que tuvo a partir de entonces, podemos encontrar obras muy hondas en años anteriores. En Schubert se aprecian también los extremos de quien se deleita con lo más simple de la vida o se sumerge en lo más desolador y desconcertante.

Conviviendo en Viena con una figura como la de Beethoven, su posición resultaría difícil, ¿no es así?

-Ese es un aspecto que se ha comentado mucho, el de su deuda hacia Beethoven. Inevitablemente, le debe mucho, sobre todo en el dominio de las obras amplias. En el lied o canción se desenvolvió con sus propias cualidades de forma maravillosa, pero hacía falta una tremenda valía y personalidad para convivir en una ciudad relativamente pequeña con un coloso como Beethoven y además evolucionar como alguien propio. Se cuelan algunas sombras de éste, pero también muchísima poesía schubertiana. Es curioso que la imagen que el público tiene de Schubert sea una de las más engañosas: se le conoce por su facilidad y sus dotes extraordinarias de composición, pero trabajó mucho. Y es uno de los indagadores más importantes de este instrumento que es el piano.