bilbao - El Guggenheim Bilbao ha sido elegido por la revista de viajes Condé Nast Traveller “el museo más bonito del mundo” de 2016, según han informado fuentes del museo bilbaino. Los lectores de la revista de viajes han destacado la arquitectura futurista y el diseño innovador del edificio de Frank Gehry, así como sus formas curvilíneas y la belleza de sus volúmenes interconectados recubiertos de titanio y piedra caliza, según han precisado las mismas fuentes.
En la lista de los 15 museos más bonitos de 2016 figuran, además del Guggenheim Bilbao, el Hermitage de San Petersburgo, el Palacio Potala de Lhasaen Tíbet, los Museos Vaticanos, el de Soumaya en México D. F. o el D’Orsay de París, entre otros. En total, seis museos europeos, seis americanos y tres asiáticos han sido reconocidos en esta clasificación de “los mejores” que publica anualmente Condé Nast Traveller.
reconocimientos En 2014, el Guggenheim Bilbao fue elegido también por la revista Vanity Fair como el edificio más significativo de las últimas tres décadas. Gehry, por su parte, fue proclamado “el arquitecto más importante de nuestra era”. El museo bilbaino le elevó al olimpo de la arquitectura. Después de que abriera sus puertas en octubre de 1997, a Gehry le llovieron los proyectos. Decenas de ciudades querían sus museos Guggenheim.
18 años después, el conocido efecto Bilbao-Guggenheim no solamente sigue vigente sino que, si cabe, se ve revitalizado y es un referente mundial para el mundo museístico y del desarrollo económico. Gehry ha confesado que se siente orgulloso de su implicación en la transformación de la ciudad pese a contar con un presupuesto “muy modesto - 80 millones de euros- que no fue excesivo ni pomposo”. “No sabía que era posible, pero la historia de Bilbao muestra que los edificios pueden marcar la diferencia”.
A la larga lista de galardones internacionales, Gehry añadió también el Príncipe de Asturias de las Artes. Y lo recibió porque “su nombre se asocia con una arquitectura mágica, llena de vitalidad y asombrosamente hermosa que produce un impacto transformador en la ciudad, como ha logrado alcanzar en Bilbao con la construcción del Guggenheim”. Su segunda construcción vasca fue el hotel de las bodegas Herederos del Marqués de Riscal, en Eltziego, un edificio también con formas onduladas y revestido de titanio, aunque en este caso de tres tonalidades distintas: rosa (en alusión al vino tinto), oro (por la malla que cubre las botellas) y plata (en referencia a la cápsula que cubre el tapón de corcho).