Donostia - Media hora de reloj duró la rueda de prensa de Emily Watson, actriz galardonada con el único Premio Donostia de la 63ª edición del Festival por su “brillante carrera” que engloba medio centenar de títulos. La sala no estaba tan rebosante de acreditados como cuando recibieron la distinción figuras más mediáticas como Glenn Close, Hugh Jackman o Denzel Washington, pero las preguntas de los periodistas revelaron respeto hacia la actriz británica, que respondió a todas las cuestiones sonriente y amable.

Según confesó al inicio, conocía el Zinemaldia pero no su máxima distinción, aunque cuando le propusieron recibir el premio y revisó el listado de estrellas que lo recogieron antes que ella, sintió un “honor increíble” y se vio “bastante sorprendida”. “Es una sensación extraña porque pienso que no tengo edad para recibirlo, aún me veo con 23 años”, bromeó.

Si tuviera que elegir a qué mujer otorgar el Premio Donostia, Watson se decantaría por alguna de las “muchísimas actrices” británicas cuyo trabajo admira y respeta. Entre otras, citó a damas de la interpretación como Helen Mirren, Maggie Smith o Judi Dench, adscritas a una generación anterior a la suya y actrices con el “músculo necesario para contar bien la historia”. “Me encanta honrar el trabajo de esas mujeres porque son de mi tradición”, insistió.

Respecto a la posibilidad de alternar cine de autor con trabajos comerciales, Watson aseguró que no sigue ningún plan para elegir papeles. “Supongo que la del actor es una vida como de gitano, te dejas llevar por el viento. Cuando tienes 22 años es muy divertido, pero a mi edad, con hijos y familia, es un reto”, afirmó una actriz que aspira a “interpretar personajes con cierta integridad”.

Sobre sus directores Preguntada por la difícil reputación de Lars von Trier, a cuyas órdenes debutó en el cine con Rompiendo las olas (1996), Emily Watson aseguró que la experiencia con él fue “maravillosa” pese a ser “un gran y duro desafío”. “Nunca había hecho una película antes, así que tampoco sabía qué esperar y me sumergí por completo en la experiencia. Con él no eres consciente de estar haciendo una película, repites una y otra vez las escenas para meterte cada vez más en tu papel”, afirmó sobre un personaje inolvidable, Bess McNeill, que “marcó” su carrera a fuego, le abrió “muchas puertas” y durante años le permitió meterse en la piel de “personajes extremos”.

Reconoció que el físico, en concreto el look tipo Hollywood, “es muy difícil de gestionar” y condiciona “en cierto modo” una carrera. Sin embargo, ella se considera afortunada y si la han contratado tantas veces es porque tiene algo “interesante, vivo y diferente”. Por otro lado, restó importancia al hecho de haber interpretado el papel de madre en varios títulos como Las cenizas de Ángela (1999) o War Horse (2011) y se mostró interesada en hacer el papel de villana e incluso en participar en una comedia. “Eso me encantaría, hay mucho de mí que no se ha descubierto y creo que sería muy buena”, dijo gesticulando al estilo de un clown.

Entre los directores con quienes le gustaría repetir citó al fallecido Robert Altman, el ser humano “más extraordinario” que ha conocido. “Fue un privilegio trabajar con él, no utilizaba las reglas de nadie, era una especie de filósofo del espíritu humano”, dijo del genio que le dirigió en Gosford Park (2001). A Watson le gustaría ponerse de nuevo a las órdenes del “increíble” Paul Thomas Anderson, con quien trabajó en Punch-Drunk Love (2001), y ser dirigida por Todd Haynes. “Hay muchas ambiciones que aún no he cumplido y, como digo, esto es una vida como de gitana: aunque tengas mucho éxito, sigues esperando a que te llamen por teléfono”, sostuvo sin querer citar más títulos preferidos: “Es como decir quién es tu hijo favorito”.

Cine, teatro y televisión Aunque comenzó su carrera en el teatro -Lars von Trier la fichó tras verla sobre las tablas-, prefiere el cine y la televisión porque le parece “muy difícil” hacer ocho funciones a la semana y le da la sensación de estar repitiéndose. “En el cine me encuentro como si fuera mi hogar y la televisión me gusta porque se trabaja con otra rapidez y tiene un ritmo intrigante”, dijo una actriz que para aceptar un papel necesita que exista un “equilibrio” entre la historia, su papel y el equipo humano con el que rueda: “Nunca podría hacer el personaje de una película cuyo guion es una tontería”.

Tampoco tiene intención de dirigir una película porque prepararla puede durar muchos años y “es un compromiso tan grande como tener un hijo”. “Para ser realizador tienes que tener una fuerza casi sobrenatural”, indicó la intérprete que, preguntada por su conocimiento del cine estatal, solo acertó a citar a Almodóvar.

Watson, que hace unos días presentó el largometraje Everest en la Mostra de Venecia, permanece a la espera del estreno de The Dresser, un producto de la BBC en el que ha trabajado junto a Ian McKellen y Anthony Hopkins. “Ha sido fantástico y acabo de tomarme un descanso. Ahora no sé qué voy a hacer ni cuál será mi próximo proyecto”, se despidió.