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Fue en 1971 y parece que fue ayer cuando surge la Escuela de Bellas Artes de Bilbao. Desde entonces, cuarenta años de duro esfuerzo y aventura desigual. Todavía se recuerdan aquellos tiempos de ilusiones, bastante esnobismo, cierto amateurismo y muchas reivindicaciones artísticas, sociales y políticas. De las poses, luchas y celos interpersonales no merece la pena hablar, pero sí de los revuelos de cambio que la enseñanza reglada del arte trajo al muy poco cultivado contexto local. Un auténtico aldabonazo al conocimiento internacional y el perfil práctico e intelectual de artistas con mayor formación e intereses más amplios.
El establecimiento de los estudios de Bellas Artes había sido una permanente petición de los movimientos asamblearios de los artistas vascos, pero no se hizo a su total conveniencia. Comandado por el catedrático de Historia del Arte, el bilbaino José Milicua, la mayoría del profesorado vino de fuera y sólo contó esporádica y puntualmente con algunos de los más afamados autores vizcainos, como Vicente Larrea.
A trancas y barrancas, con penurias de todo tipo, el empeño hizo camino pese a instalarse en la provisionalidad y transitar precariamente por distintos lugares. Un viaje que comienza en instalaciones del hoy Museo Etnográfico e Histórico Vasco. Luego pasó a estar en el edificio que los Bomberos tenían por aquel entonces en la calle Barroeta Aldamar.
Después vino el aprovechamiento en Sarriko de un edificio de nuevo cuño que tenía como destino el ser sede de una escuela profesional de Artes y Oficios. Allí encontró un buen acomodo para el desarrollo de un espíritu libre y ensanchado. Estaba muy cerca de todo, entre la voluptuosa ciudad y la tranquilidad de la naturaleza.
De escuela a facultad No exento de problemas de todo tipo, el crecimiento en actividades y número de alumnos fue rápido e intenso. Fueron también tiempos de aprendizaje colectivo mediante apuntes mancomunados y también de interminables huelgas que coincidían con la combustión social del momento.
Pero también se produce la llegada de los nuevos aportes cognoscitivos en los modos de entender el arte, huyendo del aislamiento y generando sujetos transitivos que abandonan las ideologías cerradas de las vanguardias y generan interesantes síntesis creativas que transforman la escena artística local con el aporte de las nuevas generaciones y promociones.
La transformación de Escuela en Facultad supuso un auténtico boom durante la década de los ochenta. La lucha contra la precariedad espacial y de medios fue constante. Un contexto lleno de problemas que fue solventándose tras crear un potente y novedoso para entonces- plan de estudios.
La ayuda institucional propició la incorporación como profesores de importantes creadores vascos como Agustín Ibarrola, Ramón Carrera, Iñaki de la Fuente o José Ramón Anda a cuya cabeza estuvo el pintor Pedro Manterola, poniendo fin a decanos llegados en la primera oleada, como Luis Badosa, Joan Sureda o Pedro Guasch. En aquellos tiempos los distintos estamentos tenían una representatividad paritaria. Los siguientes en llevar el timón de la facultad casos de Txupi Sanz o Jesús Azkona tuvieron que apechugar no pocas servidumbres y lastres, ampliando instalaciones cedidas por otras facultades y equipamientos del campus de Leioa hasta finalmente instalarse en un edificio de nuevo cuño junto al rectorado. Los siguientes decanos fueron José Luis Tolosa, Paloma Rodríguez-Escudero, Jon Barredo o Ander González quienes pusieron fin a la interinidad, intensificaron la investigación y los intercambios internacionales propiciando una transformación algo burocratizada que llega a la actualidad.
Los retos continúan y nuevos equipos decanales han ido sucediéndose. Con los comandados por Agustín Ramos y Josu Rekalde llegan los ajustes necesarios a los planes de Bolonia y la creación de nuevos grados y másteres que obligan a resituar las funciones de la Facultad en una sociedad que ha cambiado mucho.
Impronta Hoy sigue teniendo la necesidad de ampliarse y nuevas obras están en marcha. Reúne una comunidad universitaria de nada menos que 135 profesores y más de 1.400 alumnos que estudian en los diversos ciclos, grados y títulos que se imparten en el curso de 2011-2012. El Paraninfo de la UPV en Abandoibarra ha sido un perfecto anfitrión para el acto de la celebración de la fundación, cuarenta años atrás, de la Escuela/Facultad de Bellas Artes. El programa de acontecimientos va a continuar y acabará por dejar una necesaria impronta histórica cuando la exposición documental llegue a hacerse al final del curso en la sala Rekalde. Mientras tanto la tarea sigue siendo ardua y necesaria. De recuerdos no se vive, pero una lectura crítica puede ayudar a no caer en anteriores errores. Salud, compañeros.