madrid. No es Pesadilla en Elm Street 8, sino un remake de la primera, que se aprovecha de los fantásticos efectos especiales que permite la tecnología del siglo XXI para dar mucho más miedo, aunque las cuchillas de Freddy Krueger, el asesino de adolescentes más famoso de los ochenta, son exactamente las mismas. El nuevo Freddy Krueger es Jakie Haley, un actor menudo, de aspecto inofensivo, profundos ojos azules -que esconde tras unas gafas de sol-, gorra roja (¿casualidad?) y afiladas facciones que suaviza cada vez que sonríe, lo que hace varias veces mientras responde a EFE en Madrid, donde promociona su película.

Dirigida por Samuel Bayer y producida por Michael Bay, la nueva Pesadilla... mantiene el guión original: un grupo de adolescentes con un pasado en común que desconocen empiezan a tener las mismas pesadillas sobre un hombre con la cara quemada y dedos convertidos en pequeñas guadañas que acaba matándoles mientras duermen. La primera película fue dirigida en 1984 por Wes Craven y protagonizada por Robert Englund; costó menos de dos millones de dólares y fue un éxito que revitalizó el género de terror slasher, basado en asesinatos brutales de niños y adolescentes. Englund compuso entonces un psicópata serio y solvente, un asesino implacable y peligroso, que generó una larga serie de secuelas igualmente taquilleras, que convirtieron a Krueger en un símbolo de la década. "Es que Krueger era propiedad de Englund, él "era" Krueger", explica Haley, que revisó la cinta original sólo para ajustar "el tono" que le pedía el director, porque las secuelas habían sido más humorísticas.

"Sam (Bayer) quería volver a esa oscuridad y seriedad, al terror. Yo me aferré más a la rabia, al enfado de este hombre para dar esas características a "mi" Krueger", explica. "Claro que me dio miedo asumir el papel -añade-, pero es que interpretar no es una competición; comprendo que hay muchos fans de Englund, él hizo un trabajo increíble, pero mi preocupación era sólo la de que no me odiaran los fans", ha señalado Haley. El actor ha padecido sesiones de tres horas y media en maquillaje para convertirse en el psicópata, y tardaba una hora en desprenderse de todo.