Raphael: “No me dejan entrar en Irán porque tengo un disco de uranio”
bilbao - Ligeramente contrariado por su reciente problema con las autoridades iraníes, Raphael, el mítico, nos recibe tras un triunfal concierto en las fiestas de Pascuas de Zamudio. “Que no me dejaran entrar en Irán me ha venido bien para poder cantar en Zamudio; siempre ha sido mi ilusión, ya fuera en San Martines o en Pascuas. Ha sido una gran noche”.
Sentado en el portal de la Taberna Vieja, con un txakoli en la mano y una toalla en torno al cuello, Raphael atiende a una larga fila de señoras que se hacen selfis con el divo y llevan fotos para que se las dedique. Cuando pasa la última, Raphael le pregunta: “¿Sabe usted dónde está Txataio? Me tengo que cortar el pelo”. Ella dice algo de una partida de mus y el astro asiente. Tendrá que esperar.
¿Qué sucedió con Irán?
-Tenía contratada una gira por todo el país. Porque los ayatolás, parece que no, pero son muy de liarse la manta a la cabeza y bailotear el Escándalo. Y Digan lo que digan la entonan a voz en grito, se la dedican a Trump y los Estados Unidos en general. Son gente muy sentida. Tengo mucho éxito en Irán y toda esa zona. Perales también les trae locos. A veces hasta tengo que hacer versiones del Barco llamado libertad y el Quién es él.
En ese caso, ¿dónde residía el problema?
-Una tontería. Ya sabe usted lo de los discos de oro, platino y todas esas zarandajas ¿no? Pues en 1982 me entregaron un disco de uranio por haber vendido más de 50 millones de LP. Además de servidor, solo tienen discos de uranio Michael Jackson y Queen. Y se lió. Andan Trump y los ayatolás a la gresca por el temilla del control de la capacidad nuclear de Irán. El bobochorra de Trump, digo bobochorra con todos los respetos, denunció que yo no podía cruzar la frontera porque tenía un disco de uranio y el hecho contravenía el protocolo. Mi representante se puso muy nervioso. Con Trump nunca se sabe. Y con los ayatolás, menos. Que el disco no es de uranio ni nada. Pero ponte a discutir. Me dijo Natalia: déjate de follones y vete a Zamudio, que siempre has querido. Y aquí estoy.
No hay mal que por bien no venga. ¿Qué tal se encuentra?
-En plena forma. Julio (Iglesias) y yo seguimos en el máximo nivel. Es verdad que vienen chavales apretando, como Joaquín Sabina o el mismo José Luis Perales que he citado antes. Y Víctor Manuel, no quiero olvidarme de él. Son jovenzuelos con muchas ganas, con imaginación y nuevas fórmulas. Pero Julio y yo somos otro nivel, un escalón por encima. A veces eso genera problemas, como lo del disco de uranio, pero normalmente son todo ventajas.
¿Incluiría a Serrat en los jovenzuelos que vienen empujando?
-Muy bueno. Es muy bueno Serrat. Pero trabaja otro género. Los cantautores no son competencia para nosotros. Es un estilo muy diferente. ¿Tu has visto bailar a lo suelto canciones de Serrat? Nooo. Son más para reflexionar con la mirada perdida, pasear cogido de la mano de alguien? ¿Te imaginas a Serrat interpretando Escándalo o Mi gran noche? ¿A que no? A este nivel, al de poder hacer un gran concierto en Marbella, o en Zamudio, y que la gente sude, estamos Julio y yo. Y punto.
Permítame cambiar de tema. ¿Cómo se lleva con su consuegro, José Bono?
-Muy bien. Bono, a pesar de haber sido diputado es una persona normal. El único problema es que se implantó pelo. Y fue a una clínica muy-muy buena.
Pero eso no es un problema.
-Bueno. Depende cómo lo mires. A los de la clínica les dio un exceso de celo y ahora Bono parece Chewacca. Cada vez que le cambian el chófer siempre pasa igual: cuando Bono se sienta el chófer empieza, usch-usch, fuera, a echar, fuera. Y menudo disgustazo. Lo lleva mal Bono.
Eso se arregla con una maquinilla. O poniendo repelente en el asiento del coche. ¿Detecta usted algún sucesor en el pop?
-Le veía potencial a Bustamante, pero no se yo si cuajará. El que tiene todas las papeletas para ser el Raphael del siglo XXI: presencia, voz, dominio del escenario, carisma? es Bunbury. A menudo veo una actuación suya y pienso que quiere ser yo. Pero el tema ese de pintarse las uñas de las manos me genera dudas. Hay que ser discreto con esas cosas. Por ejemplo, yo me pinto las uñas de los pies pero nunca me pongo sandalias.
Despido a un Raphael que promete regresar a Zamudio con su nueva gira: Yo sigo siendo el que era aquel. Txataio aparece con el instrumental de peluquería. Al alejarme pienso que el divo ha sido afortunado con el asunto del disco de uranio. Si le pillan los ayatolás con las uñas de los pies pintadas hubiera sido peor. Y en Irán hay que quitarse el calzado para entrar en ciertos lugares.
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