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Rincones perdidos en la memoria

La historia del puente de la Ribera, todo un superviviente

Una historia a lo James Bond y una canción propia que atribuyen a otro. Madera, piedra y hierro en sus diversos esqueletos y los estragos de la Ría y de las guerras

La historia del puente de la Ribera, todo un supervivientePankra Nieto

Esta es una historia de largo recorrido, un viaje por las páginas de la historia, asomados a uno de los balcones de la ría, el puente de la Ribera, un viejo testigo del paso de las aguas que hoy tiene por vecino un intenso trabajo de Ruth Juan, JunitaMakina, autora de un gran mural a orillas de la Ría, en el Muelle de la Merced, junto al protagonista puente de la Ribera. Las experiencias personales que han compartido con la autora un grupo de mujeres supervivientes de la violencia machista, pertenecientes a la Asociación Bizitu Elkartea, son la base para la realización de este proyecto. El grafiti está repleto de color y de historias que duelen.

Vayamos ahora a otras más atrás en el tiempo. Una que comienza en 1509, cuando obtuvieron de la Real Chancillería de Valladolid una ejecutoria “para poder edificar a su costa un puente que facilitase el paso de la ría que media entre el convento de San Francisco y la villa en derechura, con condición de que se hiciese de un solo arco, que no pueda repompar, retener, ni represar “el agua más de lo que ahora represa y repompa...”. Pero ningún maestro cantero se atrevió a construir el puente de un solo arco; los frailes presionaron a la Chancillería, la cual les concedió hacerlo de dos arcos. Se armó tal revuelo entre el vecindario, y las autoridades bilbainas demostraron tal indignación, que los frailes desistieron del proyecto y no llegó a construirse.

En el año 1730, los franciscanos construyeron un débil puente denominado de San Francisco que tenía un solo arco, tan elevado, que permitía el paso de embarcaciones. La vida de esta obra gigantesca para su época fue efímera, pues dos años después cedió ante el ímpetu de un enorme aguadutxu. ¿Quieren una curiosidad...? Según Teófilo Guiard, constaba de dos grandes arcos aunque en un plano de Gabriel Baldwin de 1739,​ cuando el puente ya no existía, figura un gran arco y otro mucho más pequeño. El hecho de que lo reflejara en su plano el espía inglés, indica que fue realizado hacia el año 1735. Un toque a lo James Bond en esta narración.

Cuentan las crónicas que en 1792, Domingo Ignacio de Ugarte contrató a Juan Bautista de Orueta y a Juan Zabala para realizar un proyecto que, al carecer de memoria técnica, no se llevó a efecto y solicitaron los servicios del académico de San Fernando, Alejo de Miranda, para construir una pasarela de madera a la que llamaron Puente de San Francisco. Terminado en 1796, tenía más de 50 pies de alto y 118 de largo, por el que podía pasar por debajo un barco de comercio. Dada su gran pendiente, además de incómodo, era peligroso para el transeúnte, sobre todo en días de heladas, lluvia o fuerte viento. ¿Les suenan los peligros...? Recuerden al Zubi Zuri y sus amenazas. Fue destruido por los franceses en la retirada de 1813. En el mismo año, Dounat y Juan Zabala, con los maestros A. Echániz y J.M. Menchaca, construyen un puente de barcas que duró hasta 1823, y en 1827, los arquitectos vizcainos Antonio de Goicoechea y Antonio de Echevarría construyen en el mismo sitio un puente colgante de cadenas. Contra lo que piensa la memoria popular, éste es el puente al que se refiere esa canción que dice “No hay en el mundo/puente colgante/más elegante/que el de Bilbao”. Nada que ver con el puente Bizkaia a través del que se besan Las Arenas y Portugalete. No por nada, dicho puente se inauguró en 1893, muchos años más tarde de una referencia publicada en el Semanario pintoresco español del 6 de marzo de 1853, con una versión de la canción.

La creación tenía 215 pies de longitud y 17 de ancho y su costo fue de 20.000 duros. Estaba suspendido el tablero con cadenas que se sujetaban en sendos elementos arquitectónicos a cada lado de la Ría. Destacaba el templete de la Ribera, de estilo neoclásico y de excelente factura arquitectónica. Se derribó en 1852, aunque ya en 1844 comenzaba a inquietar su estabilidad, debido a lo avanzado de la oxidación de las cadenas.

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Sigue la cadencia. En ese rincón se respira la supervivencia. Vean cómo en 1851, con proyecto de Félix Uhagón y Antonio de Goicoechea, es sustituido por otro de cables de acero, que al hacer las pruebas de peso, se hundieron las pilas y hubo que demolerlo, terminándolo definitivamente en 1855. Fue destruido en 1874, durante la guerra carlista. En 1881 se construyó en su lugar un puente de hierro según el sistema Creusot, por Pablo de Alzola y Minondo. Este puente que, en principio, se conoció como de San Francisco y luego, popularmente, Puente de Hierro, fue destruido el 18 de junio de 1937. Después de la guerra se reconstruyó bajo la dirección del arquitecto bermeano Fernando Arzadun (Bermeo 27-06-1893 – Madrid 24-09-1951).

Cuenta la historia que el nombre dado durante la época franquista, corresponde al apellido del teniente coronel Ortiz de Zárate, que estaba al mando del Regimiento de Infantería de Garellano de guarnición en Bilbao, cuando el intento revolucionario de 1934. Murió al frente de las columnas navarras en Gipuzkoa, el 11 de agosto de 1936. También se le conoce popularmente como Puente del Conde Mirasol, por estar frente a esta calle. El puente mantiene hoy su osamenta metálica y luce como una media luna junto al mercado de La Ribera. Resulta complicado averiguar que futuro le espera, si se considera toda esa novela de aventuras que relata su larga y azarosa trayectoria. Bilbao lo mira aún con asombro.