Su nombre fue otro bien distinto al que gastaba otro bien distinto al que le daba fama. Se llamaba Ricardo Gutiérrez Abascal (Bilbao, 1883 - México, 1963) pero era más conocido por el seudónimo de Juan de la Encina, en su doble faceta, como crítico de arte e impulsor del Arte Nuevo en España y como director del Museo de Arte Moderno durante la II República, entre 1931 y 1936.
Al mismo tiempo, la muestra constituye una importante contextualización del arte español de las primeras décadas del siglo XX. Juan de la Encina es integrante de la generación de pensadores e intelectuales que conviven con la herencia de La Crisis del 98 y trabajan por la modernización cultural y política del país. Entre ellos, puede mencionarse a José Ortega y Gasset, Eugenio d´Ors, José Moreno Villa, Miguel de Unamuno, Ramón Gómez de la Serna o Ramón María del Valle-Inclán.
Juan de la Encina se convirtió en su actividad periodística –primero en Bilbao, desde las páginas de El Liberal, Nervión y Hermes y luego en Madrid, desde los periódicos España, La Voz y El Sol– en el medio para participar activamente en la vida intelectual de la nación, con ataques hacia la crítica ya consagrada.
Fue crítico e historiador del arte bilbaino que firmó sus aportaciones con el seudónimo Juan de la Encina. Les hablo de uno de los críticos de arte españoles anteriores a la Guerra Civil más reconocidos e influyentes como defensor del Arte moderno. Fue director del Museo Nacional de Arte Moderno desde 1931 a 1936. En su exilio en México consolidó una trayectoria docente en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de este país que dejó huella en muchos de sus alumnos.
Juan de la Encina fue el menor de 9 hermanos. Estudió en el Instituto de Bizkaia e inició la carrera de ingeniería en la Universidad de Deusto. La primera formación cultural la recibió de su hermano mayor Leopoldo Gutiérrez Abascal (1868-1918), intelectual amigo de Miguel de Unamuno, aficionado al arte y conocedor de los avances artísticos desarrollados en Francia en aquellos años. Fue éste quien le introdujo en un negocio de agente de ventas, que compatibilizará hasta 1936 con la crítica de arte. Ahí Juan se hizo en alguien grande.
Comenzó su andadura como crítico de arte en El Liberal bilbaíno en 1906. En sus inicios, también publicó en La Lucha de Clases, pero fueron sus análisis sobre el arte contemporáneo local en El Nervión a partir de 1908 los que afianzaron su prestigio como crítico de Arte moderno en Bilbao. En este diario publicó regularmente entre 1908 y 1911 y esporádicamente hasta 1914.
Tras seis décadas en tierras mexicanas y cumpliendo uno de los deseos de sus descendientes, los restos de Ricardo Gutiérrez Abascal, más conocido por el seudónimo de Juan de la Encina, están ya en el panteón familiar de Garai. Crítico de arte y museólogo hizo camino. Auñamendi Eusko Entziklopedia destaca de él que “se reveló por su aguda perspicacia y seguro juicio como un crítico de primer orden, descubriendo nuevos valores artísticos y ayudando a bastantes artistas modernos a ganarse fama ante el gran público”.
Una vez en México, De la Encina se incorporó como académico a la Casa de España, entonces dirigida por Alfonso Reyes y Daniel. Falleció el 22 de noviembre de 1963. Para entonces ya se sabía que tenía prohibido ejercer en otros espacios académicos, ya que en caso de hacerlo perdía su remuneración mensual y el apoyo económico. Su trabajo fue de lo lindo, una prueba insostenible que hizo de Bilbao como uno de los reyes del siglo XX, donde su peso fue mayúsculo entre sus seguidores.