Cuentan las crónicas que en diciembre de 1930 nacía en la calle la Amistad (una corazonada si se liga al carácter del protagonista de este recuerdo...), Andoni Arregi, quien llegaría a convertirse, con el paso de los años, como una de las manos más poderosas en las dirección de la música coral vasca, una de las imaginaciones más fecundas para la composición, otra de sus bellas artes en el mundo coral.

Desde la cuna parecía que su destino estaba escrito. No en vano, desde muy pequeño la música empezó a rodear su vida. Ha de considerarse que su aita, Miguel Arregi, era director de la Coral del Ensanche y profesor de piano del Conservatorio de Bilbao, además de autor, entre otras muchas obras, de la famosa canción El Menú, con letra de un hijo y cocinero de los dueños del Café Iruña, Jesús Unzúe. Aún no había nacido Andoni y El menú estaba preparado, y su presentación pública tuvo lugar en el quiosco del Arenal, en la década de 1920. Además, su amatxu, María Jesús Lizarraga, había sido soprano solista del Orfeón Donostiarra. ¡Cómo no ligar tu vida a la música con ese entorno!

Es lo que hizo Andoni Arregi desde primera hora. Ya con catorce años, y estudiando en el colegio de los Jesuitas de Indautxu, fue director del coro de los Kostkas. Tal era su habilidad que con apenas 23 años, en 1953 se hizo cargo, bajo los auspicios de don Claudio Gallastegi, del Orfeón San Antón. Veinte años después, en 1973, fundó la coral Jatorki. En todos ellos, según se cuenta, forjó su carácter serio, responsable, desinteresado y paciente. Entre sus lemas, había uno que repetía una y otra vez: “En la vida todo es ritmo”. El suyo fue siempre templado pero incesante.

Es autor de obras como ‘Itxina’, ‘Gure Herri’, ‘Zutik’ o ‘Haserre nabil’ y dio a conocer al mundo la gran ‘Euskal Meza’ de Barturen

Tuvo el mismo empeño en la creación. No en vano es el autor de obras tan importantes como Itxina, Gure Herri, Zutik o Haserre nabil, pese a que no publicacaba sus composiciones, es el hombre que dio a conocer concertistica y discográficamente la monumental Euskal Meza, coordinada y armonizada por Pascual Barturen, el autor de la obra. Fue testigo de aquel estreno en Bilbao. Primero fue la misa, con instrumentos tradicionales de toda Euskal Herria, de las siete provincias con la connotación política que eso tenía, y cada músico iba a interpretar una canción en un concierto. Las autoridades permitieron la misa, pero no el concierto. Las leyes del Concilio Vaticano II no eran tan permisivas.

Veamos ahora a Andoni un punto alejado de la música. Lo mismo quedaba campeón en un concurso gastronómico con un bacalao al pil-pil que hacía de hojalatero, ebanista o albañil; como cuando el orfeón alquiló en Dima –en la sierra de Aramotz, bajo la cumbre de Leungane– el destartalado baserri Indie-Beti Goikoa, para usarlo como refugio de montaña.

En su anecdotaria cabe recordar 1949, año en el que hizo la mili de voluntario a Garellano y, como su fama de músico y organista era conocida, le destinaron a la banda de música. Cuando le preguntaron cuál era el instrumento que dominaba, se cuadró y respondió todo serio: “¡Los platillos, mi capitán!”, que era lo que menos trabajo daba. En 1952, siendo organista de la Residencia de los Jesuitas, el Domingo de Resurrección y después de haber ejecutado en la misa los motivos religiosos pertinentes, aprovechó que era el día del Aberri Eguna, y acabó con el Gora Ta Gora. Hubo una denuncia y fue desterrado a Segovia por unos meses.

Jatorki Abesbatza creó el Memorial Agiña en 1998, año del fallecimiento del protagonista, como homenaje a quien fue su primer director y fundador, Andoni Arregi Lizarraga, que hizo de su vida una pasión por la música y por Euskadi, tierra a la que siempre amó.