Mientras Francisco de Goya le pedía que posase para su retrato, Rita de Barrenechea, muy débil pese a su juventud, debía pararse y descansar. Se diría que posaba a cuentagotas. Ya estaba enferma. Tanto, que apenas unos meses después, con apenas 37 años, Rita moría. La obra, La marquesa de la Solana puede contemplarse en el museo del Louvre de París. Estuvo muy próxima a la Sociedad Bascongada, tanto por parte de su familia paterna como por la de su esposo, incorporado a ella desde el primer momento, gracias a su amistad con Ignacio Luis de Aguirre, sobrino del conde de Peñaflorida. Fue una mujer con presencia, ya ven.

María Rita de Barrenechea y Morante de la Madrid fue una de las pocas prosistas y dramaturgas del siglo XVIII, probablemente la primera vasca. Por testimonios de sus contemporáneos, fue una mujer culta, ilustrada, reformista y filantrópica, volcada en apoyar a los artistas y en ayudar a personas menos favorecidas.

Sin datos fidedignos del todo parece que nació en Bilbao, en mayo de 1757. Fueron sus padres, José Fernando de Barrenechea y Novia de Salcedo, II marqués del Puerto, y Ana María Morante de la Madrid y Castejón, IV marquesa de la Solana, a la que sucedió en el título. Muerta su madre en 1761, se trasladó a Valladolid con su padre, ordenado sacerdote y nombrado diputado-administrador de los Votos de Santiago en su Real Chancillería. Allí se educó en el monasterio de las Huelgas donde al parecer adquirió sus destrezas literarias.

En su casa madrileña tenía lugar una animada tertulia, donde, al decir del viajero inglés Joseph Towsend, brillaba por su encanto personal y viveza de ingenio. Compartió con su esposo una estrecha amistad con Jovellanos, quien la describió como “mujer de grande espíritu, talento y gracia” (Diario, 25 de septiembre de 1795). Trató también a la duquesa de Alba y fue gran amiga de María Rosa Gálvez, como refleja su poema La noche. Canto en verso suelto a la memoria de la señora condesa del Carpio (Obras poéticas, 1804). Por su entorno familiar y social gozó de un ambiente muy favorable a la creación literaria. Su marido, hombre culto y muy aficionado al teatro, le alentó por los caminos de la creación.

Existen referencias de tres obras de teatro escritas por Rita. Dos de ellas sólo se conocen por menciones de varios críticos. La aya es una comedia en un acto, escrita en prosa. Su tema, la educación de los hijos, era una preocupación clave en el pensamiento neoclásico. Rita crea un argumento dramático, para ejemplificar lo que ocurre cuando se descuida la educación de los niños y se deja en manos de ignorantes.

Su tercera obra, Catalín, es una comedia en prosa de un solo acto que sigue las reglas del teatro neoclásico. Se trata de una comedia costumbrista y sentimental, influida por el El delincuente honrado de Jovellanos. Rita admiraba esta obra, que abría una nueva línea en la dramaturgia neoclásica: la comedia sentimental. En octubre de 2016 esta obra pudo contemplarse en el teatro Arriaga bajo la dirección de Gorka Mínguez. La acción se centra en las dificultades económicas de dos enamorados, para contraer matrimonio en un caserío cercano a Portugalete, ya que ella era hija de un caballero arruinado.

Como muchos ilustrados, Rita quiere dar una enseñanza moral apelando a los sentimientos. Refleja el comportamiento noble de algunos personajes y destaca el poder regenerador de la virtud, la felicidad de la vida familiar, los valores de la amistad, la necesidad de seguir las reglas de urbanidad y el trato cordial, y el rechazo a los duelos. Su lenguaje es sencillo y adecuado a cada personaje e introduce una canción en euskera, para dar verosimilitud a la obra.