En este su último libro habla de su fascinación por los fenómenos que contempla cada día desde el jardín de su casa y termina en la estratosfera. "Hablé con meteorólogos, pilotos, poetas, cazadores de tormentas y comprendí que aquel viaje vertical, que empezaba en las montañas y seguía en globo, en aviones y cohetes, es una de las aventuras más fascinantes que jamás ha protagonizado el ser humano", explica Antonio Martínez Ron.

En la ciencia hablamos de cielo, pero en la religión también se habla de subir al cielo. ¿Por qué las religiones han utilizado tanto al cielo, equiparándolo al bienestar eterno?

Es un elemento común en todas las mitologías, no solo en las religiones, y parece que tiene bastante lógica, porque de manera natural, en un país como el nuestro, que tiene ciclos de día y noche, asociamos el cielo y la parte más visible del día, la parte superior, con la luminosidad y la bondad, y la parte oscura con la maldad y lo tenebroso. Este es un elemento que se repite prácticamente en todas las culturas, casi por pura lógica.

¿Somos conscientes de ser una partícula minúscula en el universo, incluso pequeños en el sistema solar?

Digamos que sobre el papel tenemos muy claro en la ciencia que somos un punto insignificante del universo, pero los seres humanos seguimos cargados de soberbia y actuando con prepotencia. Es algo casi natural a la especie; tenemos ese egocentrismo de considerarnos por encima del resto de especies y utilizar las cosas a nuestro provecho, y cuesta cambiar esa perspectiva.

Nos llamamos Tierra, pero en realidad, ¿no debiéramos llamarnos planeta agua? ¿Por dónde nos ha venido ese agua tan vital?

No tengo opinión sobre esto, pero lo que hay son diversas hipótesis y teorías, aunque ninguna de ellas todavía se ha confirmado y evidentemente cualquiera podía ser fascinante: el hecho de que viniera de cometas del exterior o de que el agua terminara aflorando desde el manto terrestre, porque habría estado ahí siempre, desde la formación de la Tierra. En cualquier caso, la cantidad de agua que surge termina formando los océanos, que a la postre fueron el medio donde apareció la vida, cosa que no sabemos si pasó en otros planetas, como es el caso de Marte.

Las condiciones atmosféricas y el entorno de la Tierra son muy peculiares, suficientes para que haya otras formas de vida. ¿Cree que esas condiciones se dan en otros planetas?

El universo es increíblemente grande, mucho más de lo que pudiéramos imaginar, y las posibilidades son infinitas, pero lo que sí tenemos clarísimo es que en ningún lugar del universo cercano a nosotros tienen un cielo parecido al nuestro. Por eso es tan valioso e importante recordar que es el único cielo en el que hemos visto aflorar la vida, y que si lo perdemos, lo de irse a otra planeta es más que una fantasía.

¿Qué tuvo que sentir la primera persona que salió de la línea Armstrong,

La línea Armstrong y la estratosfera son cosas distintas. La primera está más arriba. De lo que sí tenemos testimonios, que se cuentan en el libro, es sobre qué sintieron los dos primeros habitantes de la estratosfera, en 1929 o 1930. Fue la primera vez que se adentraron dos seres humanos en la estratosfera propiamente dicha, y lo que ven es un espectáculo impresionante. Hay una frase de Piccard que me gusta mucho, y es que a medida que descienden se convierten en la primera estrella del día, porque brillan como si fuera un planeta.

En la cultura vasca, y en muchas otras, el trueno, los rayos, el sol, las nubes fueron deificados. ¿Podríamos decir ahora que, aunque tenemos conocimientos científicos sobre ello, siguen teniendo en el pensamiento popular una cierta magia sobrenatural?

La mitología está profundamente arraigada en nuestros relatos como comunidad y sigue teniendo una gran presencia. Ya no es una presencia que condicione nuestras vidas; ahora tenemos la ciencia para guiarnos, pero sí que hay un peso cultural en el hecho de ese terror a las tormentas. Ese miedo profundo que han acumulado los humanos durante generaciones sigue insertando en nuestro ADN. Y esos impulsos irracionales continúan siendo parte de nuestro ser, con lo cual tienen su punto interesante y bonito.

Hemos abusado de la Tierra hasta unos límites insospechables y nos llega la emergencia climática como amenaza para nuestra propia existencia.

Lógicamente estamos en una situación muy mala y hemos abusado de los recursos del planeta, pero debemos tener esperanza en que podemos cambiarlo, porque si lo damos todo por perdido entonces sí que no hay solución. La especie humana, lo mismo que ha sido capaz de hacer grandes atrocidades, también ha sido capaz de conseguir grandes logros cuando se ponen esfuerzos en común. Lo demostramos cuando los países unieron sus fuerzas para frenar el deterioro de la capa de ozono, y estoy seguro de que si hay voluntad y entre todos mantenemos una actitud positiva e intentamos sumar, y con los esfuerzos de la ciencia, todavía hay salida para nuestro planeta. No podemos caer en el derrotismo y el catastrofismo, porque entonces sí que estaríamos perdidos.

Repasando algunos programas de estudios de la ESO se ve que el conocimiento de nuestro entorno es muy mejorable. ¿No habría que fomentar más la ciencia en los estudios?

De hecho, el libro es un alegato para que levantemos la vista de nuestros zapatos o de nuestros móviles para fijarnos un poco más en lo que nos rodea, porque no solo contiene grandes historias que conviene no olvidar, por ejemplo sobre cómo conseguimos conocer el cielo, sino que además nos conecta con lo que hemos sido durante miles de años. El cielo siempre estuvo ahí y forma parte de nuestro ser, y mirar arriba y tener al día unas horas o unos minutos de estar al aire libre y contemplar nuestro entorno, nos conecta un poco con lo más íntimo del ser humano. Y eso es algo a reinvidicar, porque nos hace valorar lo que podríamos perder.

¿Qué quiere conseguir con el libro?

Lo mismo que experimenté yo: un cambio en la forma de ver el mundo. Es lo que he intentado transmitir, y me gustaría que al final de la lectura la gente viera el cielo con ojos diferentes, que se diera cuenta de la cantidad de cosas que nos perdemos porque estamos distraídos con nuestro devenir diario y que son fabulosas. La atmósfera un espectáculo increíble y, además, gratuito. El libro es de aventura, no de ciencia. En Algo nuevo en los cielos lo más importante es la narración de una serie de hitos que sucedieron en el pasado. El libro se fija en los primeros exploradores de la atmósfera, al tiempo que intenta recuperar la memoria de aquellos hombres y mujeres que subieron por primera vez a los cielos y nos enseñaron que había masa en las nubes, una gran hazaña que se quedó en el olvido cuando llegamos al espacio. Todo esto quedó empequeñecido en un cajón, y sin embargo es una historia muy bonita y llena de grandes momentos.

Pioneros en la ciencia que son unos desconocidos para la ciudadanía actual.

Exacto. Preguntas a la gente por ellos y no saben nada. Es como si hubiéramos echado un borrón a estos pioneros de la ciencia. Por eso me apetecía rendirles un pequeño homenaje a estas personas que, además se jugaron la vida al entrar en territorios desconocidos. Conocemos mucho las aventuras en horizontal, pero los expedicionarios del océano y del aire libre están olvidados. Hay un montón de personajes que son auténticas joyas de la historia de la ciencia a los que casi nunca se les cita.

Quién es

Este periodista catalán está especializado en ciencia y es escritor. Ha trabajado como editor de ciencia en diferentes medios y ha recibido algunos de los reconocimientos más importantes en su profesión, como el Ondas y el Concha García Campoy. Es uno de los fundadores de la plataforma Naukas y del podcast Catástrofe Ultravioleta, y participó durante dos temporadas como colaborador del programa Órbita Laika (TVE). Es autor de los libros El ojo desnudo, ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos? y Papa, ¿dónde se enchufa el sol?, publicados por Crítica. Su último libro, Algo nuevo en los cielos, es el gran viaje de la humanidad por los océanos del aire.