Rigoberto Urán se quedó sin la foto que quería para el recuerdo en el Monasterio de Tentudía. Venció en silencio y sin poder alzar los brazos. A diferencia del colombiano, Remco Evenepoel gritó y posó su conquista en el Piornal. Colecciona fotos victoriosas en la Vuelta. A la espera de la orla de Madrid, del resumen de la carrera, el belga se cuadró para salir bien en el fotomatón que le acreditaba el mejor en la cima del Piornal. Miró para atrás, donde vio difuminarse a Enric Mas y claudicar a Gesink, el último hombre en pie de la fuga, y se regaló una victoria en montaña.

La otra postal triunfadora le retrataba en la crono de Alicante. Tiempo de Evenepoel. El líder evidenció su poder. Sofocó el alzamiento que pretendió Mas. Golpe moral a la carrera. Un directo a la incertidumbre. La Vuelta es más suya. El mallorquín trató de desenmascarar a Evenepoel, que porta una máscara de hierro. Imperturbable, el líder demostró su fortaleza. Manda con 2:07 sobre Mas, su único rival, y con 5:14 respecto a Ayuso.

No tuvo ni un tic de debilidad el belga. Está hecho de kevlar, más cuando las ráfagas son de pistolas de agua. A la Vuelta le restan un par de capítulos de montaña para conmemorar el reinado de Evenepoel. Destronarle no parece sencillo. En el Piornal, el puerto de las tres caras, fue inaccesible.

Mas, recuperado del Tour y de su pánico a los descensos, quiso inquietarle. Resultó insuficiente contra el líder, que en el pasado también tuvo que alejar los fantasmas que le perseguían en los descensos desde que sufriera una brutal caída en Il Lombardia de 2020. Olvidado aquel pasaje, la duda sobre Evenepoel era comprobar su capacidad para subir y su resistencia en carreras de tres semanas. De momento, no tiene poros.

EL LÍDER, CÓMODO

En la Vuelta, aligerada la armadura, ha mostrado su solidez. Sin la dinamita de Roglic, todo es espeso en la Vuelta. Mas solo logró arrastrar al líder montaña arriba. Le impulsó al triunfo. El belga vivió una etapa alocada desde la mecedora. Los que propusieron –UAE, con Almeida atacando a distancia de telescopio, y un Astana pujando por Superman López– se anularon entre sí. También contribuyó el Movistar, que se asustó con el movimiento del portugués y dispuso a sus hombres a poner ladrillos para tabicar la grieta.

Evenepoel, en modo ahorro, fue testigo de ello. El líder no dio ni una puntada de más. Su equipo tampoco tuvo que trabajar. El resto le tejió la carrera. Después de su posado, entró la resignación de Mas y la pena de Gesink. Ayuso alcanzó la cumbre un ramo de segundos más tarde. Alejó el peligro de Carlos Rodríguez. El andaluz, vapuleado por una caída, se mantuvo en pie por el coraje y el espíritu de la resistencia. Aguantó todo lo que pudo. Cedió un minuto y le superó Superman. Sucede que en la Vuelta nadie vuela más alto que el belga.

CAÍDA DE CARLOS RODRÍGUEZ

El Alto del Piornal daba para tres repasos. Una cara se llamaba Desesperá, que tiene nombre de canción de copla y voz de tonadillera. Carlos Rodríguez lo padeció ensangrentado, víctima de una caída en el caótico amanecer del día. El andaluz se quemó la parte izquierda del cuerpo. Hecho cenizas. Abrasado por dentro, camina o reviente. Allí contempló el ocaso Jay Vine. Entre lágrimas. El rey de la montaña se quedó sin corona en el arcén y con el brazo izquierdo en cabestrillo. Al hombre que era un visionario entre la niebla se le corrió la cortina del futuro en un golpetazo. Se quedó a oscuras bajo el sol. Desolado.

Otro dorsal más de baja para una carrera diezmada. Asomó aún más esquilmada cuando un tercio del pelotón se dio a la fuga. Ilustres, descamisados, trabajadores, nobles… la representación de la sociedad y su estratificación en bici. En la segunda ascensión, por el Monasterio de San Jerónimo del Yuste, al Piornal, jaleada por la afición, envuelta en el día festivo de Extremadura, giró la carrera.

ALMEIDA Y LÓPEZ, A LA CARGA

Superman López desplegó la capa. Se agitó el colombiano después de que Almeida mostrará la cresta de la ambición. El portugués, diésel, ciclista de aliento largo quería subir en el ascensor social. Oliveira y Soler se sacrificaron. El movimiento de ajedrez era bueno, valiente. El esfuerzo apenas ofreció premio. A veces se gana y otras, se aprende. Evenepoel asistió a esa pandemónium sin cambiar el gesto. Todo giraba a su alrededor, pero el eje del belga no perdía el equilibrio. En la fuga se hicieron fuertes Carapaz, Gesink, Higuita, Carthy, Gesbert y Pinot, apostados para hacer blanco en la cima de la montaña que vigila el Valle del Jerte y su explosión de flores, color y frutos.

Almeida tensó los nervios del Movistar. Una pértiga para Mas, que atacó y en el mismo movimiento cogió el botellín que le ofreció una auxiliar apostado en la cuneta. Evenepoel le colocó la correa, pero la carrera se alteró. Chispazos. El líder se encendió. La mejor defensa es un ataque. Rojo pasión. Su empuje agobió a Mas, al que le costó cerrar la herida. El puerto, tendido, sirvió para reconfigurar el grupo de favoritos. Solo faltaba Carlos Rodríguez, un alma doliente tras el accidente, siempre en el alambre, aferrándose al sufrimiento.

MAS SE MUEVE

Por delante, Gesink era el estandarte que le quedaba a la fuga. El longuilíneo y veterano ciclista buscaba un festejo a chepazos. Boqueaba el esqueleto del neerlandés. Evenepoel, aspecto de culturista, un puño de músculos, mantenía el rictus. El maillot entreabierto, pero el gesto intacto. Mas pretendía dañarle, pero a cada alzamiento, Evenepoel lo tapaba con el pulgar. El líder disfrutaba en el caos. Le beneficiaban los tiros al aire. Puro fogueo.

En ese juego de idas y venidas sin determinación, se sucedían los ataques de atrezzo. Nada amenazador para el belga, otro día en la oficina, observando el jaleo con una sonrisa. Lo que sucedía a su alrededor, lo que gravitaba, era la simulación de una batalla. En realidad, Mas no tenía convicción. Cada vez que se estiraba se encogía o giraba el cuello. Solo en una ocasión tuvo Evenepoel que alargar por un instante el gaznate. Un fotograma.

EVENEPOEL SENTENCIA

El empeño de Mas no daba para desestabilizar al belga, un diablo rojo. Iba sobre raíles Evenepoel, consciente de que la ausencia de Roglic le aliviaba cualquier preocupación. El mallorquín actuó de lanzador del líder. Dieron a parar con Gesink a una brazada de la cima. El holandés errante era una figura digna de El Greco. Pálido, largo, ultradelgado. Zarandeaba la bici pero, aniquiladas las fuerzas, desconchado, apenas avanzaba.

Mas le colocó el candado. Lo rompió Evenepoel, formidable su aceleración. El belga aplastó los pedales. Mas tuvo que elevar los hombros. No posee esa explosividad. El líder, que es un polvorín en finales de esa clase, estalló de alegría. Tensionó los brazos y gritó. Forzudo. Pose de culturista para subir la Vuelta sobre sus hombros. Evenepoel luce músculo.