egoskorra”. Dícese en Usurbil, pueblo natal de Haimar Zubeldia (1 de abril de 1977), de la terquedad, de la constancia, del amor propio, de la cabezonería, de echarle un par... Eso define al longevo Zubeldia, un hombre a varios Tours pegado. El guipuzcoano encara su decimocuarta presencia en la ronda gala (es el hombre récord de la presente edición) con la mecha de la ilusión encendida como en el primer Tour, reconoce Markel Irizar, su compañero de equipo, pero, sobre todo, su amigo, su confidente. “Haimar es un fanático del ciclismo. Le apasiona lo que hace y eso explica en gran medida el motivo por el que es capaz de encarar un Tour tras otro con garantías”, dice Irizar, que comparte zamarra en el Trek. También ese trozo de fanatismo por el ciclismo. “Cuando hablamos de qué haremos cuando dejemos la bici, Haimar dice que hay que hacer la Titan Desert y otro tipo de carreras”. El pensamiento de Zubeldia, en cinco ocasiones Top-ten de la carrera francesa, viaja a pedales. “El ciclismo está integrado en su vida. Creo que no tiene otros hobbys. Le encanta lo que hace”, disecciona Markel.

Esa bendita locura sirve a Haimar Zubeldia de pértiga para coronarse en la batería de test que el equipo realiza en invierno para enfrentarse al curso. “En las pruebas que hacemos a los 27 corredores del equipo, las mejores puntuaciones las lograron Haimar y Cancellara. Eso quiere decir mucho. No hablamos de un simple corredor. Haimar es un atleta. Un ciclista que se cuida los 365 días del año”, describe Josu Larrazabal, preparador del Trek. “Eso no se consigue porque uno tenga una buena genética y ya está. A eso se llega porque entrena mucho, a conciencia, se cuida al máximo con la alimentación y el descanso. Es el fruto de un método de trabajo muy concienzudo”, enmarca Larrazabal. “Es que Haimar cuida mucho todos los detalles”, suma Markel Irizar. Aunque experimentado, baqueteado por el ciclismo, la tentación de relajarse, de hamacarse tras una vida en bicicleta, no ha anidado en su mente. El tiempo no ha desarmado el entusiasmo de Haimar, que mima todo lo que tiene que ver con la bicicleta, “desde las innovaciones con el material hasta tener la bicicleta siempre limpia, impecable. Cuida todo al máximo. Es muy meticuloso”.

regular y autoexigente El afán por seguir compitiendo al máximo nivel nutre a un ciclista diésel, de aliento largo, “tremendamente regular”, expone Larrazabal. “El gran potencial de Haimar es su capacidad para desarrollar esfuerzos largos y su facilidad para la recuperación del día a día le hace muy competitivo en puertos como los del Tour. No es un ciclista explosivo. Su fortaleza está en la regularidad”. Eso le convierte en un asiduo entre las primeras cuentas del rosario que es un Tour, una carrera de ultra resistencia, otra de sus cualidades. “Es muy duro. Psicológicamente es muy fuerte y eso en el Tour, una carrera tan estresante, es muy importante. Además es constante y resistente”, desgrana Irizar.

“Hablamos de un ciclista que fue capaz de terminar el Tour después de haberse roto un dedo en los primeros días y aún así tiro hacia delante”, enfatiza Larrazabal sobre un episodio que para más de uno hubiera servido de coartada para echar pie a tierra. Eso no casa con Haimar, “un tipo tranquilo, pero cabezota”, dice Irizar. En esa clase de situaciones es cuando el significado de “egoskorra” adquiere toda su dimensión. “A veces, pienso, cómo es posible, no sé si lo hace por amor propio o por decir, aquí sigo pase lo que pase, pero siempre con honradez. El día que vea que no puede dar el máximo lo dejará”. Haimar es un Lute a pedales. Camina o revienta. “Su nivel de autoexigencia es brutal”, indica Irizar. Como demoledor es su número de presencias en el Tour. Solo ocho ciclistas superan a Haimar en el número de participaciones en la historia del Tour, una carrera centenaria. “Ser un hombre récord es dificilísimo”, certifica Larrazabal.

En el Tour, en medio de la chicharra, encuentra Haimar Zubeldia su ecosistema ideal, su hábitat. La ronda gala se adhiere a su andamiaje como una segunda piel explica Irizar. “A Haimar le viene fenomenal el Tour porque con el calor va muy bien. Cuanto más calor, mejor para él. Si otros dan un 40%, en esas condiciones, Haimar es capaz de dar un 80%”. El Tour que a muchos asfixia, libera a Haimar. “Es muy diésel y le viene bien. Sin embargo con el frío sufre o con subidas más explosivas tipo las del Giro o la Vuelta. En ese sentido él está hecho para el Tour”, circunscribe Markel Irizar sobre una prueba que idolatra. “A mí también me pasa y tiene que ver con ir siendo niños con los aitas a las cunetas a animar a los ciclistas. Luego te ves que eres parte de la carrera y es muy bonito”.

La pátina sentimental es indudable en el latido y el flechazo que siente Haimar por el Tour-“puede ir días y días sufriendo, a su ritmo, sabe muy bien de qué manera gestionarse”, argumenta Irizar-, una relación bidireccional la suya, pero es en el trabajo, en la preparación y en su perseverancia donde se fundamenta el secreto de su éxito. “Ah y que duerme mucho. Haimar siempre me dice que cada carrera de tres semanas, él duerme cuatro días más que yo. Es verdad. Hora y media más por día. Yo soy nervioso, pero él sabe abstraerse, descansar cuando toca, para enfocar todo en el día a día del Tour”. La pasión de Haimar. “Egoskorra”.