bilbao. Óscar Freire (Torrelavega, 1976) no echa de menos el bullicio y el estrés del pelotón, pero su cabeza guarda un tesoro que no tiene precio. Es capaz de describir al detalle el último kilómetro de la Milán-San Remo, la táctica adecuada... Sin duda, una información que le hubiese venido de perlas a Euskaltel-Euskadi, quien llegó a plantearse su fichaje.
¿Se le hace tan raro como a los aficionados al ciclismo?
Para mí va a ser un poco raro. Estos días noto que es totalmente diferente. Otros años, un mes antes, solo se pensaba en esta carrera.
¿Echa de menos el ciclismo?
Hasta ahora no. Ya eran muchos años corriendo en bicicleta y era una decisión que había tomado yo. A todo deportista le llega su momento y a mí me había llegado el mío. Seguramente, a medida que vaya pasando el tiempo, vaya echando un poco más de menos el competir, el estar estresado, concentrado, con presión?
¿Tiene la bici cogiendo polvo?
No. Doy paseos, pero muy pocos. Me estoy dedicando a otros deportes que no he podido hacer cuando era ciclista. Ahora no tengo esa responsabilidad de tener que rendir al máximo y, parece que no, pero a medida que pasan los años, se va haciendo más duro. Ahora me he relajado mucho y estoy viviendo la otra cara de la vida. No solo es el deporte.
¿Se ha planteado volver al ciclismo como manager?
Depende. Si surge algo que sea interesante, ¿por qué no? Me he dedicado toda la vida al ciclismo y no creo que sea muy difícil para mí. Entiendo mucho del ciclismo actual. Creo que cada cinco años va cambiando. El ciclismo de cuando empecé era muy diferente al de ahora, se corría de diferente manera. ¿Por qué no? No estaría nada mal seguir relacionado con el ciclismo.
¿Cómo era la preparación para la Milán-San Remo?
Era una semana de mucha tensión. Sabía que era un objetivo mío, una carrera en la que me jugaba mucho del año y también sabía que era una carrera que me venía bien. En los primeros años de profesional, la Tirreno-Adriático la disputaba como si fuese una Milán-San Remo cada día. Sin embargo, en los últimos años me olvidaba de la Tirreno, porque había etapas peligrosas, no quería caerme y quería llegar al 100% a la Milán-San Remo. Ahí uno ve si puede estar delante en San Remo. Después de terminar la Tirreno siempre estábamos concentrados en un hotel. Sobre todo, para olvidarse del resto y centrarse en la Milán-San Remo. Al llegar la carrera, uno tiene ganas de que pase la competición para relajarse. Quieres que termine ese día.
¿Era de sus carreras favoritas?
Creo que el recorrido era muy bueno porque, al final, se hace muy duro, hay que estar muy bien colocado, hay que tener suerte? Es una de las clásicas que se puede perder en cualquier momento y ganar, solo se gana en la última parte de la carrera. En otras carreras, si uno está bien físicamente, se puede ganar. Pero la Milán-San Remo no solo depende de ti. Depende de las caídas, de que estés bien colocado en el momento clave. Todo eso va pasando tres o cuatro veces en cada kilómetro.
Pues usted la ganó tres veces. ¿Dónde está entonces el misterio?
Muchas veces parece más fácil de lo que es. Pero es muy difícil. Sobre todo si es una carrera de 300 kilómetros y en el kilómetro uno te das cuenta de que tienes que estar muy concentrado. Es una carrera que parece de las más fáciles y que cuando terminas, durante una semana tienes un cansancio que no te da, por ejemplo, ninguna etapa de la Tirreno-Adriático. Muchas veces uno se cansa más del estrés psicológico.
¿A quién ve favorito?
Sagan es el máximo favorito. Se sabe mover, baja bien, sube bien? Seguro que no le deja nadie subiendo. Si terminase la carrera arriba, en el Poggio, también sería favorito. Tiene sprint. Lo tiene todo para ganar.
Nibali dice que tiene que atacar de lejos para ganar. ¿Lo ve factible?
Depende de los compañeros que tengas, de si llueve? Si llueve cambia totalmente. Depende también del viento. Si según bajas la Cipressa el viento pega de cara, es muy difícil llegar. Recuerdo una San Remo en la que en la Cipressa me fui con un grupillo, luego nos cogieron en el Poggio y pensé que íbamos a llegar al sprint. Saltó otra vez Bettini y llegaron escapados. Nunca se sabe lo que se puede hacer hasta el final. Se puede perder en el principio como me pasó a mí hace dos años, que me caí en la primera bajada importante.
¿Cómo es el tramo final?
Sin tener un equipo que me llevara a los últimos cien metros, sabía que me tenía que olvidar de los que atacaban en el Poggio. Sabía que iban a atacar justo cuando se ve la pancarta del último kilómetro. Es el único sitio donde se puede hacer algo de diferencia y ahí siempre ataca alguien. Sabía que tenía que estar delante para coger la bajada lo más rápido y lo más adelante posible. Una vez terminada la bajada, en ese tramo que queda, suele haber viento de frente. Sabía que ahí tenía que relajarme un poco entre comillas, descansar, no cebarme. A eso te ayuda el estar delante, la colocación. Luego hay un par de curvas, la ese. Ahí tenía que ir por el exterior rápidamente a coger la cabeza de carrera cuando no faltaban nada, doscientos metros para la última curva. Pero todo el mundo piensa lo mismo, todo el mundo quiere hacer lo mismo y es cosa de sangre fría, de saber moverte y buscar el sitio justo. Muchas veces no salía bien, pero en tres ocasiones me salió bien y pude conseguir la victoria.
¿No le ha llamado estos días algún corredor para pedir consejo?
No. Eso también ya ha pasado a la historia. Todos están muy aprendidos, no necesitan consejos. Hacen más caso a los entrenadores y a los preparadores que a los que tenemos experiencia. En el ciclismo de las nuevas generaciones, creo que muchos de ellos no saben correr bien. No quiere decir que sean malos, pero veía que pocos corredores se mueven bien dentro del pelotón. Todo eso hace que tengas que ir aprendiendo y que nadie te vaya dando consejos.
¿Cuál de los tres triunfos le dejó mejor sabor de boca?
El segundo (2007). No sé la razón, igual porque estaba más presionado. Tenía mucha hambre de victoria y fue el que más ilusión me hizo.
¿Y cuál le dolió más no ganar?
El que ganó Cipollini (2002), porque fue el que mejor sprint hice. Justo en la penúltima curva, iba a rueda de Cipollini, me entraron por dentro y, si no freno, me hubiese ido al suelo. Me quedé el trece o el catorce, iba enfilado, empecé a esprintar, a remontar porque iba mucho más rápido que todos los demás, pero iba ya en una posición que no era la idónea. Creo que fue el mejor sprint que he hecho en la Milán-San Remo.
¿La va añorar hoy al verla?
Es una carrera que intentaré no perdérmela, sobre todo porque te das cuenta de lo difícil, lo importante que es y el estrés que genera. Probablemente en España no se le dé tanta importancia, pero cada año dentro del ciclismo es una carrera que a cualquier ciclista le gustaría ganar. Conseguir una victoria en la San Remo te da mucha tranquilidad de cara al resto del año. Los que la suelen ganar, siempre han sido corredores de mucha importancia. Sorpresas hay muy pocas.