bilbao. En el Puigmajor, cuesta tendida y larga, un segunda, pero suficientemente indigesta en febrero, Euskaltel escucha la llamada y se lanza en tromba. Quiere estrenarse ya. Siente que puede hacerlo. Minutos después, tras subir y descender velozmente hasta Deiá, el que contesta es el Movistar, el equipo que no tiene líder pero que ha ganado ya tres carreras en la recién amanecida temporada.
Ocurrió así. En el Puigmajor los que tiraban eran los chicos de Unzue. El ritmo era tibio, ni ácido ni violento ni intencionado porque trataba de preservar la integridad de Fran Ventoso y José Joaquín Rojas, sus muchachos rápidos, su banda ancha. A Euskaltel no le valía eso. Le condenaba al anonimato. Necesitaba que saltasen chispas, que la carrera explotara. Así que se puso a ello. Eligió a los cachorros, pura dinamita. Mikel Landa, Ion Izagirre y Miguel Mínguez. Los tres avivaron la marcha para estirar los cuellos, acelerar los corazones, desinflar los pulmones y paralizar los músculos. "Lo hemos hecho bien, muy bien", se felicitaba por la tarde Gorka Izagirre; "pero no ha sido suficiente". Era el lamento del primer perdedor, el segundo en la meta de Deiá, el semblante serio del guipuzcoano, la rabia porque se le había escapado la primera gran oportunidad del año para rematar, a él, un tipo resuelto, tan certero que en las dos grandes ocasiones que tuvo en 2010 -la última etapa del Tour de Luxemburgo y la Clásica de Ordizia- dio en la diana.
Al entrar en Deiá, Izagirre, un joven impulsivo, 23 años, un talento por pulir, se sentía capaz. Tenía las flechas adecuadas: la confianza, su buena punta de velocidad y un estado de forma notable que ha perfilado en el verano austral del Tour Down Under. El sprint se lanzó desde lejos y el barullo era tremendo. No había gobierno. Ni nadie que lo reclamara. A Izagirre le sacó de las tribulaciones Tony Martin, el joven alemán del HTC que se lanzó sin contención y ofreció su rueda como un reclamo irrechazable. Se subió a ese tren el guipuzcoano. Y lo abandonó en la última curva, suave hacia la izquierda, donde entró embalado y convencido y salió tocado y descorazonado. Había emergido Rojas, un proyectil imparable que dejó a Izagirre segundo, y triste. "He estado ahí, que es lo importante, pero ha sido una pena", dijo el ciclista de Euskaltel, que disputa hoy el último trofeo de la Challenge de Mallorca -Magaluf-Palmanova, 158 kilómetros quebrados- y luego corre Haut Var, París-Niza y las clásicas, ay las clásicas, su pasión "mi verdadera ilusión". "Pero si quiero llegar bien allí quizás tenga que levantar un poco el pie porque me encuentro muy bien. Ya veremos", zanjó.
Iriarte, cuarto En la primera etapa del Tour del Mediterráneo venció el francés Thomas Voeckler, la figura del nuevo Europcar, uno de los cuatro equipos galos que el Tour ha invitado a su carrera, y fue cuarto, en un grupito de cinco que subsistió al acoso del pelotón, Francisco Javier Iriarte, navarro de 24 años que regresa a profesionales con el Movistar después de recalificarse en el Lizarte. Hoy, segunda etapa, 120 kilómetros llanos.
En el Tour de Catar, repitió triunfo Heinrich Haussler, que desbancó del liderato a Tom Boonen.