Alegría sin disimulo sobre el escenario

"Teatro / Lo tuyo es puro teatro. / Falsedad bien ensayada, / estudiado simulacro”, cantaba Lupe Victoria Yolí Raymond, La Lupe sobre el escenario, aunque la frase “la vida es puro teatro” se atribuye, en verdad, a William Shakespeare, quien la popularizó con su monólogo Todo el mundo es un escenario de la obra Como gustéis. En realidad eso parece: todo el mundo es un escenario para Ramón Barea, el dramaturgo que acaba de coronarse como Tomatero de Honor 2025, distinción que concede Deusto Bizirik, con Julia Diéguez al frente e Ignacio Aguirre y Vicky Portugal a derecha e izquierdas y cuya entrega acaba de realizar, sobre la tarima, el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, en La Fundición, un espacio que hoy rigen Germán Castañeda, Marian Etxebarria y Borja Ruiz.

No ha de confundirse, quien esto lea, con esa vieja costumbre de la época del vodevil de lanzar tomates a los actores si la representación no era del gusto del público. Más al contrario, el trabajo de Ramón Barea en escena es elogiado por la gente de esta tierra que tanto le aprecia. Es por ello que ha de considerarse como merecida la distinción vivida en una gala en penumbra, la atmósfera propia de las gentes de las tablas. Se diría que todo sucedió en un entremés de media tarde, día sea con permiso de Miguel de Cervantes o Calderón de la Barca.

Digámoslo ya en carne viva: hubo alegría sin disimulo sobre el escenario. Fue un encuentro entre gente que siente el barrio, algo que no siempre ocurre en un tiempo digital, audiovisual y abierto al mundo, muy alejado a la piel, a lo cercano que roza. Testigos de todo lo que les estoy contando fue llegando la gente con la intención de aplaudirle al buen Ramón, quien acogió los honores tocado con una elegante y divertida pajarita. Repartió abrazos a diestro y siniestro y agradeció a Deusto Bizirik la distinción y a la gente amiga su presencia.

No faltaron al encuentro Julio Aristín, Eider Inunciaga, Yolanda Díez, Urtzi Urtzi Ostolozaga, José Antonio Alonso, Beltza, Paula Garagalza; la presidenta de Mujer Siglo XXI, Carmen Miral, Felisa Ramos, Nora Barea, hija del dramaturgo distinguido, Cristina Maruri, Carmen Merino, Isidoro Cereceda; el hombre más marcial de Deusto, Jesús Patón, Laura Batán, vicepresidenta de Cecobi, Almudena Blanco; la diseñadora de moda Miriam Ocariz, Ainoha Matesanz, Iñaki Arce, Yolanda García, Idoia Odriozoa; el director general de Bilbao Ekintza, Javier Garcinuño, Julio Alegría, Ainhoa Pieló, Mikel Gómez, Maite González, de Pabellón 6, y un buen puñado de gente que buscó disfrute en la escena y refugio de la lluvia que arreciaba fuera.

Hubo, en el ayer, una república imaginaria, cuyo régimen aún se estila en las conversaciones de hoy. “Soy hijo de la república independiente de Deusto”, se acostumbra a decir todavía, como si la anexión a Bilbao de la histórica anteiglesia no fuese sino un trámite burocrático. Ser de Deusto imprime carácter, aseguran los vecinos de la zona que creció durante el siglo XIX, sobre todo, con la llegada del ferrocarril de Las Arenas y el tráfico y comercio fluviales. Tradicionalmente, la república se dividía en La Ribera, área de carácter marinero y comercial, con alguna casa notable como la de los Goossens; y el Goierri, área interior y rural, reconocida por su txakoli y los archifamosos tomates de Deusto, inmortalizados por las voces del pueblo que tantas veces han entonado aquello de sardinas, las de Santurce, merluzas, las de Bermeo, txakoligorri de Bakio, y los tomates de Deusto.

Ramón recogió el testigo de Vicente Bilbao y Tomás Sánchez, cada uno de ellos media naranja de la Casa Vasca; el actor Álex Angulo y la cantante Amaya Uranga, la extraordinaria voz de Mocedades entre otros nombres propios que años atrás también se pusieron coloraos.