ES el reino de la monarquía absoluta, un imperio donde los reyes gobiernan e imponen su dura ley. Cuatro de ellos juntos son invencibles, salvo cuando pisan las pedregosas tierras del juego, ese campo de batalla donde lo mismo se tejen emboscadas que se arma una trepidante carga de caballería. Por que sí, las monturas también pueden jugar un papel decisivo en esta narración. Antes de que los amantes de la vieja tricolor se abalancen sobre el cronista, habrá que dejar bien clarito lo que más de un lector intuirá: hoy hablamos de mus, el viejo juego que ha labrado amistades inmortales y enemistades para toda la vida.

El viajero inglés Richard Ford escribió, hacia 1850, que el mus “es un juego de cartas y gestos”. ¿Qué diría el viejo Richard de los campeonatos que hoy se celebran “del uno al otro confín”, como hubiese dicho Espronceda en su célebre Canción del pirata? Para cuando el trepidante Richard llegó a nuestras tierras el mus ya era algo habitual en nuestras tabernas. No en vano, el mus tiene una antigüedad que se remonta por lo menos al siglo XVII. El filólogo vasco y jesuita Manuel de Larramendi que vivió en el XVII, ya lo cita en su famoso Diccionario Trilingüe (vascuence, castellano y latín), que tuvo su primera edición en San Sebastián el año 1745, como un juego ya consolidado y generalizado entre vascos y navarros.

Hay una leyenda con trazos de historia (o una historia con aires de leyenda, que tanto da...) que dice que don Alonso de Tudela, de Tudela, y don Tomás del Pinarillo, de la Almunia de Doña Godina, decidieron inventar el juego del mus para llamarse cosas amigablemente y reírse mientras merendaban. El fin primordial del mus de aquellos días era, para los inventores y sus contemporáneos, el de reírse los jugadores los unos con o de los otros. Dele quien esto lea la historia por cierta o por chanza, que tanto da.

Lo que hoy vengo a contarles es la ceremonia de entrega de la IX edición del campeonato de mus de Deusto organizado por Deusto Bizirik, la asociación que gobiernan, a cuatro manos, la presidenta Julia Diéguez y el gerente Ignacio Aguirre. Durante tres meses largos se ha celebrado un campeonato en la modalidad de interbares, algo poco habitual en estos tiempos. Al parecer, la fórmula fue digna de aprecio, habida cuenta que se inscribieron 84 parejas, lo que propició que se celebrase primero una liguilla y una cascada de eliminatorias: desde de los 64 de final hasta la final que enfrentó a Andrés Cazorla y Pedro Rodríguez (que no pudo acudir y fue Jose Felix Gutierrez quién acudió a recoger el premio en su nombre) contra Idoia Pérez y Marian Pérez, quien en la propia ceremonia sostenían, sotto voce, que les hizo perder la confusión de una de ellas al ver las cartas. El mus, ya saben, siempre sembrado de historias.

Sin ser testigo de primera mano, uno diría que a lo largo de tantas y tantas partidas se promulgó varias veces la ley del mus (para quienes se sienten peces en la jerga, les diré que esta entra en juego cuando uno liga dos reyes, un caballo y una sota, mano poderosa sobre todo si se coge de primeras...) y otras buenas manos. En fin, eso ya es agua pasada.

Lo que sí fue más reciente es el sorteo de diversos lotes cedidos por el Grupo Velasco-La Navarra entre las parejas inscritas. Testigos de la entrega y el sorteo fueron, además de los ya citados, los concejales Xabier Otxandiano y Jon Bilbao; Juan Antonio Alonso, Beltza, consejero de distrito, Javi Bustamante, Natxo Remírez y Edorta Undabarrena, terceros clasificados; Jesús Ángel Fernández Undabarrena y Javier Alameda, cuartos: Estitxu Lezea, del Bordatxo, Ernesto Santaolalla, Jesús Moneo, Adolfo Sánchez, Lolo, María López, José María Somoza, Óscar García, José Luis Voto, Esther Irurzun, Julen Gastaka y Unai Arberas entre otra gente muslari.