GOOGLE es el océano en el que chapoteamos cada día. Nos zambullimos al amanecer y nos acostamos, móvil en mano, buscando la cosa más insospechada antes de dormir.

Las empresas también necesitan bogar en ese mar. Precisan encontrar puertos para sus mercancías y que quienes desean localizar sus productos, puedan conseguirlo con relativa facilidad.

Lo que se conoce como SEO es una mezcla de sextante, astrolabio, carta de navegación y faro, todo a la vez, para moverse por ese océano. Y hay compañías de navegantes expertos en esos aparejos y sus secretos. Una de ellas nació en Bilbao y ayer celebró su 21 aniversario. Se llama LIN3S. Ha enrolado a un centenar de personas, la mayoría jóvenes y, mas de la mitad, mujeres.

A falta de pilotos, gavieros o contramaestres, cuentan en la tripulación con consultoras digitales, project mánagers, desarrolladores de negocio, responsables de la vertical de cultura, responsables de tecnología, analistas digitales y, como los navegantes de siempre, un ángel de la guarda; una en este caso.

LIN3S abre sus oficinas, diáfanas, plagadas de ventanales, paredes y columnas blancas, pantallas planas y macetas con plantas, en Uribitarte; la calle de las navieras y consignatarias del Bilbao industrial cuya aduana y puerto quedaba a sus pies. Un coincidencia casi poética.

Celebraron el aniversario con conferencias sobre casos de éxito, una charla de Edurne Pasaban que emocionó al personal, cócteles y karaoke. Les acompañaron Agustín Atxa, de Bilbao Bizkaia Film Commision; Ana Larizgoitia, de Innobasque; Argi Gamboa, de Tabakalera; Mariel Pérez, de Tayko Hoteles; Marta García Maruri, del Museo de Bellas Artes de Bilbao; Aida Lorente, de Textura Interiors; Jesús Beamonte, de Forum Sport; Mari Luz Egaña, de Guggenheim Bilbao; Patricia Julián Eguiluz, de Pérez Llorca Business School; o Jesús Sánchez, director adjunto de Geminys.

A eso de las seis de la tarde, más de medio centenar de jóvenes atendían al caso de éxito de Textura. Se hablaba de “aliados”, “cliente”, “producto”, “competencia”. Contra lo previsible, casi nadie miraba el móvil. Querían empaparse en el salitre de Google; y preguntar. Tripulantes, sin tatuajes ni aretes, que se hacen a la mar electrónica desde el borde mismo la ría al grito de: “Welcome to the digital Parthnership”.