STÁ construido sobre las cenizas de otro viejo teatro fabril, allá en la calle Elkano, y como bálsamo reparador en aquellos tiempos, cuando en 1990 Altos Hornos sangraba por la herida de la reconversión industrial y Barakaldo estaba envuelta en un mar de incertidumbres. Un clásico hablaría del ave Fénix, pero yo vengo a actualizar el discurso utilizando para ello el pronunciado ayer por la alcaldesa de Barakaldo, Amaia del Campo, quien, ¡oh, caramba!, adornó sus palabras con las que enlazó su predecesor hace tres décadas. "Un evento de indiscutible importancia se está produciendo en nuestro municipio...". No hay manera de sacudirse el ayer de encima, ni falta que hace.

Lo que sí puede decirse es que Barakaldo fue la primera localidad de Euskadi, tras las grandes capitales, en tener un teatro municipal. O que a lo largo de estos años se han representado más de 6.000 funciones, conciertos o encuentros de los que han sido testigos más de millón y medio de personas. Números de gruesa caligrafía. Los explicó la edil, al igual que habló del teatro improvisado que montó en la Herriko Plaza el cómico acompañante de Manolo Escobar después de haberse tenido que desalojar el teatro por una amenaza de bomba y mil y una historias más que nacen del contrarreloj inherente a las urgencias del teatro, un arte que tantas y tantas veces cabalga a uña de caballo. Gajes del oficio, que siempre se ha dicho.

Antes de la hora de los discursos, preámbulo el concierto conmemorativo del trigésimo aniversario de Barakaldo Antzokia hubo un recuerdo para sus directores -Gonzalo Centeno, Ángel Asensio y la actual, Ana López Asensio...-y un dinámico y fluido aurresku de honor. Testigos de todo ellos fueron la presidenta delegada de Barakaldo Antzokia, Rakel Olalla; consejeros de la talla de Nerea Cantero, Koldo Imanol Iturbe, Nuria Rodríguez, Vanesa Tapias, Edu Castañeda, Ana Rosa Sánchez, María Dolores Ruiz e Iñaki Cabero; la coordinadora Gurene Unibaso, José María Pablos y la diputada de Cultura, Lorea Bilbao. Ninguno de ellos, tan cercanos al teatro, ¡jolín!, pudieron disimular las emociones.

El concierto de Oreka TX estuvo a la altura, de eso no cabe duda alguna. Harkaitz Martínez de San Vicente y Mikel Ugarte tocaron txalapartas de madera, piedra, bambúy bidón; Mixel Ducau, la alboka, el clarinete de madera y el saxo soprano; Juanjo Otxandorena, el bouzouki, un instrumento de origen griego que guarda semejanzas con la mandolina, e Iñigo Egia, la percusión. Todo ellos con ese aire orgánico que han pregonado por medio mundo. No en vano, la banda, creada en 1997, ha presentado sus trabajos por los cinco continentes, conquistando a público y crítica especializada y no ha parado de investigar y difundir las posibilidades que ofrece la txalaparta, experimentando tanto con su musicalidad como con los materiales de construcción. Desde la originaria madera hasta piedra, tejas, bambú€ e incluso hielo. No creo que haya una voz discrepante.

Al concierto no faltaron, además de los citados, el maestro de Mugendo José María Platón, Isabel Cabello, Maika Pinillos, Mari Nieves Martín, Rosa de la Fuente, el artista Mikel Ortiz de Pinedo, Cristina Balenciaga, Nagore Santamaría, Alberto García Espinosa, Gemma Etxaniz, Víctor Rodríguez, Juan Luis y Keltse Magunagoikoetxea, Ana de Prado, Leonor Salvador, el socio más joven del teatro, Aiur de Miguel, con apenas 3 años de edad, y Leonor, hija de Carmen, la socia más veterana, con 94 años, que no pudo acudir por las circunstancias...; Andrea Idoiaga, Adrián Peña, Ana Delgado, Alfredo Retortillo, Miguel Salas, Iratxe Bilbao, Mikel Picaza, Nora Cantero y Naiara Arrizabalaga, entre otra mucha gente hasta completar un aforo que rayaba las 200 butacas ocupadas, algunas de las cuales se habían sorteado para la ocasión.

Barakaldo Antzokia celebra sus 30 años de vida con un concierto sonoro y orgánico de Oreka TX ante dos centenares de invitados

El 30 de noviembre de 1990 la Orquesta Sinfónica de Bilbao inauguró el teatro con un concierto que alivió las heridas de Altos Hornos