Orduña - Una foto antigua en blanco y negro muestra a Javi Irabien subido sobre un carro tirado por dos bueyes. “Todavía me acuerdo de sus nombres. Chato y Guindo”, afirma. Era un chaval de unos 10 años y ya entonces portaba con maestría una makila. “Nací en un caserío de Amurrio. He vivido y aún vivo vinculado al baserri y desde pequeño veía cómo las hacían y empleaban los mayores, ya sea las más básicas para el día a día o las más elaboradas para los concursos”, explica.

Y como cualquier chiquillo que imita con orgullo a su aita, Javi empezó desde bien pequeño a dar forma y elaborar bastones artesanales. “El primero lo haría con unos 8 años o así”, precisa. Ahora, con 63 años, este jubilado de una empresa metalúrgica y residente en la ciudad de Orduña, asegura que a lo largo de su vida ha realizado “más de mil makilas”. La mitad de ellas “las he regalado o eran encargos” mientras que aún atesora 520 que forman parte de su colección personal y que suele exponer en diferentes ferias de la comarca. “Para mí es una afición que no me reporta ningún beneficio económico sino la satisfacción de dar a conocer una costumbre ancestral y que no se pierda la tradición”.

Con vida propia Javi y sus makilas son asiduos en la festividad de San Antón de Amurrio, San Blas de Laudio o San Juan de Orduña donde estará este domingo 19 de junio. Además, este año está colaborando con el 50 aniversario del colegio los Josefinos de Murialdo de Orduña, con una muestra de 370 bastones montada en un aula de la escuela y por donde ha ido pasado todo el alumnado para escuchar las explicaciones del artesano. “Este viernes, a las 19.00 horas, se abrirá al público para que la pueda ver todo el quiera y escuchar mi charla”, anuncia.

Y a todos estos sitios, Javi Irabien acude con la colección titulada Makilas con vida propia ya que “si me dejan un poco de tiempo soy capaz de decir en qué lugar han sido cogidas y sus características”. Aunque son ya muchos años recorriendo montes, buscando las varas más apropiadas de hasta 21 especies diferentes de árboles “cada una tiene su propia historia a pesar de que muchas parecen iguales”.

Desde que elige y corta la vara -en la mayor parte de las especies en la luna menguante entre enero y febrero- hasta que la makila está terminada “pasa como mínimo un año”, indica. El proceso de elaboración es un ritual que requiere mimo, tacto y conocimiento. “Es primordial tratar muy bien la piel, hidratarla si es necesario y dejar reposar las varas en un lugar oscuro y húmedo. Y hay que enderezarlas de manera natural, doblándolas con mucha paciencia en un sentido u otro y en el momento adecuado”.

Las más especiales De entre toda la colección, Javi muestra con especial orgullo y satisfacción su propia makila “que tiene 60 años”, la de su hijo que tiene 36 y la de un sobrino de 11. “Y también tengo hechas las de mis nietos de 4 y 2 añitos de edad”.

Irabien también fue el encargado de elaborar, en 2010, los nuevos bastones de mando del Ayuntamiento de Orduña y del Juzgado de Paz. Entre sus creaciones, enseña una makila de ciruelo silvestre con la empuñadura de bambú inspirada en la imagen de Labordeta y su gorra madrileña “que voy a regalar al museo de Zaragoza dedicado a su figura”. Y entre los encargos que mas le ilusionan son las makilas para los quintos “que entrego siempre personalizadas con el nombre grabado, un soporte para tenerla en casa y un pergamino con unos versos”.