L segundo jueves de cada mes "descargamos del camión y avisamos a las 22 familias receptoras, una cifra nada desdeñable para un pueblo de 2.600 habitantes como es el nuestro", describe Germán Gazpio. Clasifican las bolsas personalizadas en función del perfil del núcleo familiar -si hay niños y sus edades, etc.- y citan a los usuarios generalmente "entre las 11.00 y las 11.30 horas para que no tengan necesidad de madrugar y les dé tiempo a llevar a los chavales al colegio". Así transcurre el ritual que repiten los voluntarios del Banco de Alimentos de Sopuerta para procurar un sostén a los vecinos más vulnerables, que atraviesan dificultades para acceder a suministros básicos. Se trata "sobre todo de familias con niños".

El coronavirus y el consiguiente confinamiento vinieron a agudizar los problemas de las personas que ya antes sufrían en la cuerda floja. Durante la cuarentena "nos doblaron la cantidad de comida" y ante la imposibilidad de salir a la calle a recoger los víveres "nos extendieron un salvoconducto para llevarlos a domicilio". Además, por seguridad sanitaria tuvieron que prescindir de usuarios de la residencia de Gorabide que solían colaborar.

A la hora de planificar los repartos "incluimos legumbres, pasta, legumbres precocinadas, leche, aceite, galletas€ productos de higiene poco". De acuerdo con los exhaustivos protocolos sanitarios, "viene todo en cajas, lo desinfectamos y más tarde lo volvemos a clasificar" con papeles que identifican a los usuarios a los que están destinados. "Las mujeres predominan y hay bastante representación de vecinos de origen extranjero, porque cuesta establecerse en un sitio nuevo y más si te encuentras con una crisis así. Me da la sensación de que va a superar en dureza a la anterior porque todavía no nos habíamos recuperado del todo", pronostica.