“No huele a alubias al entrar en el pueblo”, contaba el viernes el jefe de la dotación de Protección Civil de Balmaseda, Enrique Pastor y en la plaza “hay menos gente que un día normal”. Imágenes y sensaciones inéditas en un 23 de octubre en el que, por culpa del coronavirus, en lugar de cuadrillas, se vieron en el casco histórico refuerzos de la mencionada Protección Civil, Ertzaintza y Policía Municipal. “Habíamos duplicado dispositivo” pendientes de vigilar posibles aglomeraciones en hostelería y asegurarse de que los txokos permanecieran cerrados. “Llevamos toda la mañana dando vueltas y se están cumpliendo las indicaciones del Ayuntamiento”; es más, “hay bares que han decidido no abrir como medida de apoyo” a ese mensaje de prevención que alerta de que “el covid-19 no es ningún juego”.

Otros años, cuando la panadería y pastelería Los Arcos levanta la persiana el día de San Severino a las cinco de la madrugada “la gente ya está buscando sitio en la calle porque el proceso de cocinar las putxeras se prolonga varias horas, así que hoy -el viernes- nos ha dado pena al venir”, recordaron las hermanas Gloria y Susana Orrantia. La pandemia no ha dejado otra salida, bien lo saben ellas, que durante el confinamiento colaboraron con la iniciativa ciudadana Enkarterri Viseras, que surtió de pantallas protectoras elaboradas en impresoras en tres dimensiones a comercios esenciales, centros sanitarios o residencias. Les agradecieron la labor porque “en aquella época nadie tenía mascarillas” y se ofrecieron para ser punto de recepción para distribuir las protecciones.

Ellas percibieron un aumento de las ventas de pan, mientras que para José Ángel Saratxaga la pandemia no lo está poniendo fácil. Aprovechó el parón para ganar espacio para servir comidas con la debida distancia en su bar y restaurante Pintxo i Blanco eliminando parte de la barra. En la temporada alta de turismo “ha venido mucha gente de fuera”, así que “si nos permiten trabajar con las actuales restricciones vamos bien; si aumentan, no sería rentable”. Como aproximación a la debacle, aporta un dato: “El día de San Severino en condiciones normales habríamos preparado sesenta kilos de alubias y esta vez hemos hecho siete”. Y es que gran parte de los vecinos cocinaron su plato más emblemático, pero en casa. Como Yurena Garagorri que quiso vestir a su hijo Aiur, de un año, como si de un día de fiesta se tratara “para mantener el espíritu alto” pese a todo.

Sin cincuenta aniversario También intentan elevar la moral en la Cofradía de la Putxera, que lo tenía todo preparado para celebrar las bodas de oro del certamen de alubias por todo lo alto. Habían programado para septiembre una suerte de liga de campeones “con los vencedores y los que hubieran obtenido las puntuaciones más altas en concursos de putxeras de otros municipios con treinta participantes en total, evaluados por 24 jueces”, desveló el cofrade Javi Lezama. Asimismo, habían pensado investir cofrade de honor al cocinero David de Jorge y otorgar el reconocimiento institucional a ETB.

“A raíz de lo que está ocurriendo” ampliarán el homenaje a Osakidetza. Los miembros del jurado también se sentían algo desubicados. “Balmaseda es a las putxeras lo que la Bandera de La Concha al remo con un fuerte ingrediente emocional”, resumía el crítico gastronómico Igor Cubillo. En la villa “se disfruta de las fiestas con mucha intensidad”, destacó Nerea Cuenco. Jon Lodeiro -ambos del restaurante Sikera- se declaraba “desolado” por la anulación y la incertidumbre derivada de la emergencia sanitaria. Pero “regresaremos con la misma ilusión cuando se pueda”, según garantizó en nombre de todos José María Aguirre -restaurante La Roca-, coordinador jefe del comité que cata las alubias.