Hacía años que no servía como residencia habitual, pero "venían a menudo", explicaba ayer un conocido de los dueños del caserío que alrededor de 200 vecinos de Güeñes recuperaron a un intruso el jueves por la noche. Superado el sobresalto, en la calle Barretaguren quedan el miedo que llevó a los propietarios a tapiar las puertas con ladrillos y la impotencia de que "si no nos llegamos a movilizar, el intruso todavía estaría aquí y tendrían que pasar mínimo varios meses hasta poder hacer algo", según expresó una de las personas que tomó parte en la concentración. "En Enkarterri los okupas nos seguirán teniendo enfrente", manifestó otra vecina que se unió a la petición "de que cambien el marco legal para proteger a los legítimos dueños".La alerta corrió como la pólvora por las redes sociales. Habían visto que una persona ajena a la propiedad se asomaba al balcón. Un viejo conocido en la zona, "denunciado por acosar a una joven". Residía con su pareja en un bloque de pisos cercano "de manera irregular, porque lo impedían las circunstancias de vulnerabilidad de ella, y además alterando la convivencia por su mal comportamiento". Precisamente, la comunidad de vecinos había fijado para ayer viernes una reunión en la que abordar la problemática. "Nos dimos cuenta de que estaba viviendo con su novia, se lo hicimos saber y poco tiempo después ha intentado okupar la casa", relata este vecino. Piensan que quizás pudo haber accedido por la parte trasera, que comunica con el monte. Se trata de un caserío situado a los pies de la carretera que consta de una edificación principal y otras aledañas en el jardín. "Eran muchos hermanos y las fueron construyendo al independizarse", señala un allegado. Ahora "ni siquiera hay luz ni nada que se pueda robar; el problema es que este tipo de comportamientos se contagian, igual que el coronavirus".

Enseguida un grupo de vecinos de Güeñes se echó a la calle para reclamar al okupa que abandonara el inmueble. "Se habla de que podían haber entrado hasta tres personas... Yo solo vi una. Nos respondió que no pensaba marcharse porque no tenía un sitio donde vivir", describe una vecina presente en ese momento. "¡Y sabía perfectamente qué hacer, contaba con un abogado que le aconsejaba! Es inaudito, parece que se está velando por quienes infringen la ley", se queja el residente en Güeñes que ya había sufrido antes la conflictividad del aludido.

Mientras se iban acercando más vecinos en un clima de creciente tensión, efectivos de la Ertzaintza se personaron en la calle Barretaguren sobre las 21.45 horas. Finalmente, al grito de "fuera, fuera", varias personas franquearon la verja de entrada y trataron de abrir una de las puertas secundarias y otros lo consiguieron con la principal. Poco después, el okupa dejaba la casa entre aplausos de la multitud. Fuentes del Departamento de Seguridad del Gobierno vasco afirman que lo hizo por su propia voluntad, antes de que los agentes procedieran a su identificación -no fue detenido- por si los propietarios decidieran más adelante interponer una denuncia.

"Se encaró con nosotros"

"Encima salía envalentonado, encarándose con nosotros", recuerda la vecina que presenció los hechos. En Güeñes aprecian la solidaridad ciudadana, pero reclaman a las instituciones medidas contundentes para que no se repitan casos similares. "Puede que a estas alturas ya esté merodeando por ahí a la búsqueda de otro objetivo...", lamentan. De hecho, en el barrio echan la vista atrás hacia un fin de semana reciente, cuando se despertaron de madrugada por ruido en ese mismo entorno. Sospechan que podía estar inspeccionando el inmueble, ya tramando su incursión.

Desde la indignación que suscitó la okupación de la casa de Vitori en Portugalete el pasado mes de octubre, que recobró gracias a la reacción de los vecinos, las movilizaciones se han repetido, la última vez, en Bilbao el sábado.