Cómo está el ambiente por ahí abajo?”, “Está a rebosar”. La conversación la protagonizan dos hombres a la altura de la plaza del Cristo, en Portugalete. El ambiente es el de la fiesta de San Nikolas y abajo es La Canilla, que efectivamente, estaba a tope ayer. Los mejores ingredientes se juntaron en esta celebración de las cuadrillas en la que los concursos gastronómicos, sobre todo, fueron la salsa de la diversión atrayendo a cientos de personas.

“Yo creo que es una de las fiestas que más nos gusta a los portugalujos”, sostenía Félix. Y, realmente San Nikolas moviliza y agudiza el espíritu alegre de los vecinos de la villa jarrillera. Los ojos no atinaban a divisar el final de las decenas y decenas de toldos que abarrotaban todo el paseo de La Canilla. Bajo ellas, los fogones para preparar tortillas y marmitako y todo lo necesario para saborear un festejo que se alarga sin remordimiento alguno. Ni más ni menos que 17 horas tiene el programa festivo. “Mira qué tenemos fiestas en Portugalete, ¿eh? La Guía, San Roque, Noé, La Cruz, que son enseguida? Pero esta de San Nikolas es la más querida”, opinó Ainara. Quizás sea porque es una celebración que abre sus brazos a personas de todas las edades, porque alegra la vuelta a la rutina para muchos cuando septiembre aparece de bruces, porque los niños se lo pasan pipa gracias a los hinchables, porque la juventud apura sus últimos días antes de poner sus ojos en los libros? Y claro, si encima decides organizar una despedida de soltero en estas fechas, como fue el caso de los Primos Cabrones, los motivos para pasar un gran día (y gran noche) se multiplican? “Esta advocación, antaño exclusivamente marinera y propia de la Cofradía, se ha ido generalizando al conjunto de la villa, a partir de su ubicación en el paseo marítimo de La Canilla, hasta convertirse en una de las jornadas festivas más importantes de esta, plena de actividad y sociabilidad, extensible a todas las edades”, explica José Ignacio Homobono en su estudio sobre Las fiestas de referente marítimo en la Villa de Portugalete. En este mismo documento indica también que “la fiesta portugaluja de San Nicolás se solía celebrar antaño el 6 de diciembre, día de la renovación de cargos de la Cofradía de Mareantes y Navegantes de San Nicolás y San Telmo. Pero, como lo habitual era que a esas alturas del otoño hiciese mal tiempo, se trasladó la fiesta profana y popular al primer fin de semana de septiembre”. Además, el análisis recuerda que la fiesta vivió un periodo de horas bajas hasta que “en 1988 fue rescatada por cuatro de las cuadrillas de Portugalete”.

Así que ayer, esta festividad con tanto arraigo empezó a las 10.00 horas con el txupinazo y la ofrenda floral. Y el día se fue animando y animando con la preparación de las tortillas, del marmitako y también de la sangría porque había concurso de los tres, con la banda de música por La Canilla, con las charlas, los brindis, los reencuentros, las pruebas para las cuadrillas? Y ahí, la kukaña triunfó a más no poder. Numerosas personas se agolparon en torno a la ría para ver a los quince intrépidos luchar por el premio y caer al agua en varios casos... También hubo concentración de embarcaciones clásicas en la ría y herri kirolak durante el día, entre otras muchas actividades. No faltaron las que tenían a los peques como destinatarios y en este sentido, los hinchables que se colocaron hicieron las delicias, como también lo hicieron los talleres para pintar o unos bólidos de lo más especiales. Pero los niños también se anudaron el delantal y se pusieron manos a la obra para batir huevos o lavar patatas, por ejemplo.

Después, a medida que transcurría la tarde y la noche iba acercándose, la música fue apoderándose del municipio. La kalejira Granujas a todo ritmo o la romería de Urrats fueron la banda sonora de una jornada que también vibró con la baja de las cuadrillas a las 22.00 horas y con la quema del Kolas que despidió, un año más, esta juerga en la que los portugalujos lo dan todo. Y ahora, a descansar unos días porque el próximo sábado llegan las fiestas de La Cruz, con la plaza del Arrantze como campo base.