El proyecto actual de Jesuiten Etxea de Durango sigue su curso. En la actualidad, 16 jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y 24 años forman parte del proyecto para la acogida e inclusión de personas inmigrantes sin recursos. Todos ellos cuentan con planes de incorporación individualizada en marcha y están en formación diaria, tanto para mejorar el castellano como para aprender un oficio que el día de mañana les suponga la llave para una vida autónoma. Desde el pasado mes de junio han sido 25 chicos los que han pasado por Jesuiten Etxea llegados todo ellos de Marruecos y Argelia. “Destacaría la capacidad que tienen de poner en valor las relaciones. Para ellos es importante estar en una casa como esta. A pesar de las dificultades con las que llegan, ellos perciben perfectamente un lugar acogedor y el clima que se respira es familiar. Las personas que tenemos la suerte de acompañarles y vivirlo de cerca lo captamos”, explica Karmele Villarroel Labanda, trabajadora social de Jesuiten Etxea.

Este proyecto nació en 2007 en Durango con la intención de dar respuesta a la dramática realidad de las personas sin papeles. Los miembros de la comunidad jesuita tuvieron claro que Jesuiten Etxea no era un simple albergue, sino una familia. Además de la acogida, desde sus inicios, el proyecto ha tenido como objetivo la inclusión.

En 2020 la Compañía de Jesús cerró la comunidad de Durango y el proyecto de Jesuiten Etxea comenzó un nuevo camino. Al cierre de la asociación, los jesuitas manifestaron que no abandonarían su obra en Durango. En este sentido, José Javier Pardo, delegado de la Plataforma Loiola, quiso recordar en la jornada de ayer martes aquellas palabras, recalcando que “hoy podemos decir con profunda satisfacción desde el agradecimiento que es una realidad cumplida: Jesuiten Etxea sigue adelante”.

Orgullosa del proyecto y con ganas de seguir trabajando, Eva Rodríguez Salcedo, la directora del colegio San Jose Jesuitak Ikastetxea, anexo al hogar para jóvenes migrantes, defiende que “la inmigración es un reto” y que la sociedad debe dar “una respuesta adecuada”. En este sentido, quiso dejar claro que “aunque algunos lo puedan ver como un problema a resolver, el colegio tiene una visión muy diferente de la migración. Para nosotros la diversidad y la interculturalidad son enriquecedoras y dar una respuesta adecuada, una obligación. La migración es una realidad estructural, tanto mundial como a nivel local”.

En su día a día, el objetivo de Jesuiten Etxea no es solo dar solución a las necesidades de vivienda y administración de los jóvenes, sino facilitar un espacio de encuentro entre la comunidad y estas personas, generando un impacto positivo para ambas partes. El proyecto cuenta con voluntarios que, además de participar en actividades de ocio y tiempo libre, mantienen una relación puente entre la sociedad y los migrantes que participan. Así, el colegio apuesta por educar a su alumnado en la multiculturalidad. “Por las tardes, varios profesores, padres, madres y educadores del colegio impartimos de forma voluntaria clases de castellano, inglés y matemáticas. No solo son clases, sino que se van creando relaciones. Cuando nos vemos por la calle, nos saludamos, nos preguntamos cómo estamos. Nos hemos convertido en convivientes y amigos”, señala Eva Rodríguez. Además, el alumnado también tiene la oportunidad de relacionarse con los jóvenes de Jesuiten Etxea a través de la Asociación Arrupe”, apunta Alaia Berganza Gangoitia, del grupo de Ciudadanía.