SE enfrenta a sus primeras navidades sin y ya le han advertido de que el peligro no solo está servido en la mesa. “No es únicamente el momento de la cena, una copa de champán, que tú no te vas a beber... El problema es que se nos enciende el pilotito y es muy fácil que, cuando ya se haya pasado todo el jaleo, siga parpadeando y digamos: Bah, que no pasa nada y tengamos algún disgusto”. Consciente de que para las personas adictas no hay mayor Grinch que el riesgo de recaída, esta vecina de Getxo reconoce lo “complicado” que es pelear contra este villano. “Es muy duro porque el alcohol lo anuncian por todas partes. Están las comidas familiares, las cenas de trabajo... En navidades el tómate algo siempre está presente y es una lucha”, reconoce.

Después de haber estado casi cinco años “bebiendo a diario bastante cantidad”, tras siete meses sin probar ni gota, esta mujer de 42 años no quiere echar por tierra su logro entre abetos y lucecitas. Por eso acudió al encuentro Navidad y riesgo de recaída. Entenderlo y evitarlo, organizado a mediados de mes por el Área de Salud y Consumo del Ayuntamiento de Bilbao en la sede de la Asociación Cruz de Oro, donde Irantzu González Llona, psiquiatra del módulo psicosocial de Rekalde y del hospital de Galdakao, confirmó que esta época es un campo de minas para las personas con adicciones. “En septiembre y octubre, cuando la gente vuelve al trabajo, el estrés y la rutina, hay un pico en los consumos. En las fiestas de Bilbao y los pueblos, otro. Y en navidades hay un megapico”, enfatiza esta profesional, que insta a reconocer los síntomas previos a las recaídas para poder prevenirlas. “Algunas personas dicen: No sé cómo de repente me encontré en no sé dónde consumiendo. Eso es raro. Antes empieza a haber un ansia, unas ganas, unos sentimientos... Si cuando estoy triste, tengo más riesgo de volver a beber, tendré que buscar ayuda”. También hay que evitar, dice, tentar a la suerte e “ir un día a tomar una cerveza sin; al siguiente, quedarte hablando con el camarero; al otro, ver si encuentras a alguien... Al final caes porque te has puesto en una situación en la que es imposible decir que no. Si sabes que cuando empiezas a rondar por las salas de máquinas, acabas recayendo, pide ayuda”, subraya.

“Te llegas a desesperar”

A veces son otros los que te ofrecen tu perdición en bandeja por más que trates de darle esquinazo. “Te tomas dos Coca-Colas o dos mostos y te miran raro. Hay mucha gente que sabe lo que consumías y te saca un zurito directamente. Te dicen que es solo un día... Te llegas a desesperar”, confiesa la vecina de Getxo, que al principio alegaba que tenía “la tensión altísima” para justificar su rechazo a los potes. Ahora que la gente del barrio le dice: “Bájate a tomar algo por navidades”, tiene que pensar nuevas excusas. “Por ahora me estoy escaqueando”, revela con una sonrisa, “convencida” de que aguantará el tirón. A las recaídas, ni mentarlas. “Nada de eso, nada de eso”, repite como un mantra con el que ahuyentar el pasado.

También está muy mentalizado un bilbaino de 54 años, que, tras una recaída, inició su última rehabilitación “bien hecha” por “obligación”. “El detonante fue que mi mujer me ponía las maletas en la puerta. Me dijo que estaba harta y tenía toda la razón. Vine aquí para no perderla, para no tirar mi vida por el retrete”, se sincera. En esas está desde hace ya cuatro años. “He ganado una vida y mi familia y yo estamos orgullosos”, se congratula, a pesar de las secuelas psíquicas que le han quedado.

El camino no ha sido de rosas. El alcohol, la piedra con la que tropiezan una y otra vez, sobre todo, dice, en el peligroso tramo del 1 de diciembre al 31 de enero. “Antes y después de navidades hay muchos estímulos de consumo y recaídas. Para celebrar algo bebíamos o tomábamos otras drogas y lo pasas mal. Muchas veces puedes contenerte, pero otras no”, admite. Conocedores del riesgo que corren, en la Asociación Cruz de Oro les atan en corto. “En estos periodos estás más apercibido por los compañeros y amigos”, afirma. Aunque tiene las ideas muy claras, gracias a las terapias, él también se ha sentido “presionado” a consumir. “Si dejas de fumar, qué machote, pero si dejas de beber, te dicen que por qué, que qué te pasa. Creo que es para justificarse ellos”, deduce y aclara que él aguanta el tipo, pero que “si llevas poco tiempo de rehabilitación, te quedas cohibido. Por eso en la asociación ayudamos a pasar esos tragos”.

Entre los asistentes al encuentro hubo quien dijo que “si no celebras la Navidad, estás loco, y si no es con la familia y langostinos, te ponen la etiqueta de amargado”. También quien se quejó de que a algunos psiquiatras les es “más fácil darte una receta que escucharte”, quien reconoció que “al principio te niegas a tomar la medicación porque en el fondo quieres seguir consumiendo” y quien admitió que dejarlo “es muy jodido, pero tenemos de ejemplo a los veteranos”. La psiquiatra, por su parte, les animó a no arrojar la toalla. “Si hay una recaída, no hay que tirarlo todo por la borda”. Su empatía con los presentes fue tal que uno la piropeó. “Hablas como un adicto rehabilitado”, le dijo. “Es lo más bonito que me han dicho en mucho tiempo”, agradeció ella.