Desde su apertura en 1994, la residencia Arratiako Egoitza se ha convertido en un referente en la atención sanitaria y social gracias a programas en constante evolución y a la aplicación de los avances que van surgiendo en el ámbito de la geriatría. La experiencia adquirida en estas más de tres décadas de trabajo y dedicación se ha visto alterada en este último año y medio por los efectos de la pandemia del covid-19. Al igual que en otros centros residenciales, su amplio equipo de profesionales se ha tenido que enfrentar a una situación nunca antes vivida por la sociedad y a un virus que atacaba con especial virulencia y sin ninguna compasión a la población de la tercera edad. Ainhoa Aguirregoikoa, psicóloga gerontóloga y educadora social de Arratiako Egoitza relata para DEIA cómo han sido estos meses y cuál es la situación actual.

¿Cómo vivió el equipo humano y de profesionales de la residencia Arratiako Egoitza los primeros meses de la pandemia?

—Fueron de un impacto muy grande que nos generó mucho temor ante lo que se nos venía encima, una situación que nunca se había producido en el mundo, una situación que nos ha afectado a todos no solo en el ámbito profesional si no también en nuestras vidas, y que debíamos enfrentar, no sabíamos muy bien cómo, ni con qué herramientas, ni de qué modo. Trabajamos con el colectivo más vulnerable de esta pandemia y desde el primer momento hubo que tomar decisiones y protocolizar actuaciones con el objetivo de proteger a nuestros residentes, ese fue y sigue siendo el objetivo prioritario.

Y los residentes, ¿en qué medida eran conscientes de lo que ocurría?

—En todo momento hemos sido totalmente transparentes tanto con las personas residentes como con las familias, y pienso que ha sido la mejor de las decisiones. No se trataba de maquillar la situación, ni de minimizarla. La situación ya estaba en la calle, en las casas, entre nosotros, las informaciones y noticias en los medios eran continuas. De lo que se trataba era de trasladar lo que ocurría de la manera más fácil y comprensible para nuestros residentes y sus familias, para que se pudiera entender y asimilar y de este modo actuar todos a una y bien coordinados, reduciendo de este modo la ansiedad y preocupación al trabajar desde un plano de confianza.

¿En qué momento se empezaron a adoptar medidas drásticas? ¿Cuáles fueron?

—Desde el primer momento se tomaron medidas de carácter preventivo, tanto en lo referente a acopio de material (mascarillas, batas, pantallas, etc.) como en el establecimiento estricto de normas higiénicas. Más adelante sí se tuvieron que tomar medidas drásticas, pues sufrimos un brote en diciembre. Todo se aplicó en base a las continuas actualizaciones de los protocolos de actuación que se nos indicaban desde la Diputación Foral de Bizkaia y que han supuesto un gran esfuerzo humano debido al gran cambio organizacional que han generado. Las medidas más drásticas vinieron con los confinamientos de nuestros residentes para evitar los contagios y la expansión del virus.

¿Qué impacto psicológico ha generado el covid-19 en los residentes?

—Las restricciones de contacto social, el cierre de la residencia a las visitas y los confinamientos que hemos tenido que afrontar nos han llevado a enfrentar situaciones complicadas y gestionar dilemas éticos que se han presentado desde el inicio de la pandemia. La ansiedad, el miedo y la incertidumbre, y los estados de ánimo en los que han derivado han sido las sintomatologías que más hemos trabajado con las personas residentes y familiares.

¿Qué pautas se han seguido en Arratiako Egoitza para afrontar esos miedos, angustias o inseguridades de los residentes?

—El cambio organizacional en Arratiako Egoitza fue brutal, se ha hecho un esfuerzo muy grande para adaptarnos a la nueva realidad que se nos ha presentado, y a la vez nos hemos volcado en las personas que viven en Arratiako Egoitza. Nuestro trabajo para paliar la situación de ansiedad y angustia generada entre nuestros residentes ha sido el de contrarrestar el aislamiento y la lejanía de los familiares y amigos a través de videollamadas, contacto telefónico diario con los familiares, apoyo psicológico, mantenimiento de tareas y rutinas diarias reinventando actividades para el mantenimiento de las capacidades, y el trasladarles siempre nuestra mejor cara, aun y con todo lo que ha supuesto el covid para todos, el equipo humano que formamos parte de Arratiako Egoitza hemos dado todo de manera coordinada, afrontando en una misma línea la situación.

A parte del contacto directo con sus familias, ¿qué es lo que más han echado en falta los residentes?

—La irrupción del covid nos alteró por completo la vida diaria en Arratiako Egoitza. Todas las actividades que realizábamos con las personas residentes se tuvieron que reformular por completo, y la situación que se nos planteaba nos obligó a eliminar todas aquellas que suponían contacto con el exterior y restringía al máximo las que conllevaban algún tipo de cercanía o contacto físico. Eso ha supuesto prorrogar acciones muy importantes incluidas dentro del programa de Intervención Psicogeriátrica que lleva a cabo el área de Psicología en la residencia, como son los programas intergeneracionales en colaboración con alumnos y alumnas de centros educativos, las salidas e intercambios comunitarios, las celebraciones... todo un conjunto de actividades de contacto social que son básicas en nuestro trabajo.

El trabajo y apoyo a las familias también ha sido uno de los cometidos del área de Psicología, ¿en qué ha consistido?

—Así ha sido. El trabajo con las familias ha sido muy importante, y en ese sentido es de agradecer la colaboración y la comprensión que nos han demostrado en las situaciones más difíciles y comprometidas que hemos vivido. Han confiado plenamente el cuidado de su familiar en nosotros y el contacto ha sido diario, independientemente de fines de semana ni días festivos. Diariamente, se ha llamado uno por uno a los familiares para informarles de todo lo que estaba ocurriendo y de las medidas adoptadas. Ese contacto ha sido fundamental tanto para las familias como para nosotros, pues el apoyo ha sido recíproco.

La vuelta a la normalidad está siendo lenta y complicada. A día de hoy, ¿cual es la situación? ¿En qué se ha podido mejorar o avanzar?

—La vacuna ha sido una bombona de oxígeno para todos, residentes y personal. Es cierto que seguimos trabajando muy atentos a los protocolos establecidos y seguimos realizando nuestra labor con mucho cuidado, pero es cierto que el estrés del día a día no es el mismo. Se respira otra tranquilidad, y los estados de ánimo han mejorado. La vida en Arratiako Egoitza va camino de normalizarse y esperamos recuperar pronto todo lo que hemos dejado aparcado durante todo este tiempo.

A nivel personal y profesional, ¿qué es lo mejor y lo peor con lo que se queda Ainhoa Aguirregoikoa de esta dura experiencia?

—Si me preguntas a nivel personal tengo que decirte que soy persona de afrontar sin miedo los contratiempos de la vida, con lo cual no me quedaré con la rabia o la impotencia, si no con que todo el esfuerzo que hemos hecho el equipo de la residencia ha valido para mucho, sobre todo para estar más preparados para lo que todavía nos queda por delante. Aprovecho también para agradecer a las instituciones por toda la ayuda y apoyo prestados y a todos los profesionales de Arratiako Egoitza.

"En todo momento fuimos transparentes tanto con las personas residentes como con las familias. Creo que ha sido la mejor de las decisiones"

"La ansiedad, el miedo y la incertidumbre han sido las sintomatologías que más hemos trabajado con residentes y familiares"