Vigilan de forma constante los montes y bosques de Bizkaia, moviéndose entre la abrupta orografía del territorio, y suponen la primera línea de ataque para, en caso de que el humo empiece a asomar, evitar que el fuego se extienda. Más de un centenar de operarios componen el dispositivo de prevención y extinción de incendios forestales, retenes y especialistas que se vuelven más importantes que nunca en esta época del año: desde septiembre hasta abril, el riesgo se dispara en el territorio que, pese a todo, puede hacer gala de una de las tasas más bajas del Estado.
El Departamento de Medio Natural y Agricultura acaba de actualizar el Plan de Prevención, Vigilancia y Extinción de Incendios Forestales para 2026 que, un año más, vuelve a apostar por una estrategia basada en anticiparse al fuego más que en reaccionar. En él se describen el diseño del dispositivo y los recursos personales necesarios, las épocas de riesgo, la coordinación de los medios, los tratamientos preventivos y la regulación de usos en función de los riesgos. No es una cuestión para tomarse a la ligera: con una superficie forestal de 158.026 hectáreas –el 75% de ellas de propiedad privada– y una de las densidades de población más altas de Europa –528 habitantes por kilómetro cuadrado–, los centros de población se encuentran muy cerca del monte. “Esa singularidad exige planificación, inversión continua y cultura de prevención”, explica la diputada Arantza Atutxa.
Los incendios forestales tienen características diferentes a los urbanos, por lo que “requieren del conocimiento experto de los guardas de montes”, advierte. El comportamiento del fuego, la rapidez de su propagación, la dificultad de la orografía y el acceso a fuentes hidrantes, entre otros, “dificultan su control y extinción”. El dispositivo se mantiene activo los 365 días del año, “preparado para intervenir en cualquier momento”: quince retenes de extinción compuestos por seis personas cada uno, cinco equipos móviles de vigilancia con dos componentes, seis chóferes de logística y quince técnicos de extinción, a los que hay que sumar los retenes de refuerzo de Basalan y el apoyo de los ocho parques de bomberos forales. Todos ellos, coordinados por el centro de emergencias Bizkaia Prest.
“Su trabajo ha permitido actuar con rapidez y evitar daños mayores en situaciones de riesgo. Son personas que están sobre el terreno, que conocen cada monte, cada pista forestal y zona de riesgo, que se forman continuamente y que actúan con rigor y compromiso; son quienes hacen posible que Bizkaia siga siendo un territorio seguro y preparado frente a los incendios”, ensalza Atutxa. Las cifras lo demuestran: el territorio cerró 2024 con la incidencia más baja en 30 años, apenas seis incendios que calcinaron menos de 12 hectáreas. En 2009 se registraron 43 fuegos y 89 hectáreas quemadas; el siglo se estrenó con 133 en los que 396 hectáreas fueron arrasadas por las llamas.
Mayor riesgo
Al contrario de lo que pudiera parecer, la época en la que el riesgo de que se produzca un incendio forestal es más alto en toda la cornisa cantábrica, se prolonga desde el 15 de septiembre al 15 de abril, coincidiendo con el otoño y el invierno; de abril a junio el peligro es bajo, y de junio a septiembre, medio. Durante estos meses, el dispositivo se refuerza y en casos de riesgo extremo, en función de la meteorología, se suman retenes extraordinarios. En especial, cuando hay viento sur de más de 25 kilómetros por hora y no ha llovido en los días previos.
La época en la que estamos ahora se suele asociar al frío y a la lluvia, pero es cuando la vegetación entra en un parón vegetativo: el helecho y la argoma, que son los principales matorrales en el monte, se secan y hacen que, en caso de que se produzca un fuego, sea mucho más peligroso al estar todo el bosque más inflamable. El riesgo no está tanto en la ignición, en que se produzca una chispa, sino en la propagación y que esa chispa encuentre el combustible natural y las condiciones necesarias para extenderse. Los picos suelen producirse en los meses de septiembre y octubre, otro en diciembre y posteriormente ya en febrero y marzo, vinculado a la generación de pastos.
Según el índice de riesgo diario, se autorizan o prohiben actividades en el monte. En casos de avisos por situaciones adversas, como alertas naranjas o alarmas rojas por viento o altas temperaturas, incluso se pueden restringir el uso de pistas forestales.