Los quesos que nacen a las faldas del monte Gorbea
Un amor forjado alrededor del rebaño de ovejas
Este es un recorrido y todo un homenaje a esas mujeres que, bajo la Denominación de Origen Queso Idiazabal, continúan con lealtad y son como verdaderas guardianas de lo que implica la tradición quesera en Euskadi. Y es que el queso aquí es algo más que un alimento o un producto natural; es santo y seña del patrimonio cultural de este territorio.
Una de esas mujeres que merece todo el reconocimiento (al igual que Bidane, Maider y Emilia) es Puy Arrieta quien, junto a su marido Jon Etxebarria, sigue preservando las raíces de este oficio artesanal. En el caso de Puy Arrieta, ella es una pastora que nació en Álava, en la localidad de Araia, pero que se vino hasta las afueras de la localidad de Zeanuri por amor. Un amor a su marido y ahora también compartido con ese amor a los quesos que elaboran desde la atalaya natural de un caserío a las faldas del monte Gorbea.
Los quesos que elabora esta pareja, en este caso centrándonos en el papel de Puy Arrieta, tiene su origen en las ovejas de su propio rebaño que pastan con total tranquilidad en las verdes praderas de este precioso paraje junto a la emblemática elevación vasca. Precisamente, este lugar es una de las características principales que ha llevado a su queso a coronarse en alguna ocasión como el mejor queso Idiazabal de Euskadi. Es más, tanto Puy como su marido Jon fueron los primeros ganaderos de Bizkaia que se llevaron este premio.
Era el colofón, como se podría decir, a un trabajo incesante que lleva a cabo Puy Arrieta junto a su marido. Un trabajo que no entiende ni de horarios ni vacaciones y donde la dedicación y el esfuerzo que implican son las dos palabras que resumen la labor ancestral que lleva años haciendo nuestra protagonista. “Es un trabajo que nos gusta y que disfrutamos al máximo, pero detrás sabemos que hay mucho sacrificio y estamos todo el día al pie del cañón tanto ordeñando, como cuidando las ovejas como haciendo quesos”, nos cuenta Puy Arrieta.
“Este es un trabajo muy gratificante en contacto con la naturaleza mientras seguimos el ritmo que lleva nuestro rebaño. Se podría decir que este es el secreto, un secreto de lo más natural y sencillo, para que luego los quesos salgan buenos”, explica de manera divertida esta pastora y quesera que replica que el ritmo de su familia viene marcado por el ritmo que precisa su rebaño de ovejas. Y ellos encantados de que así sea.
Observando de cerca todo lo que hace Puy Arrieta en lo que es un día normal para ella vemos que esto es más que un trabajo, un negocio o una manera de ganarse la vida. Es una manera de vivir, una filosofía vital donde el ritmo es más pausado, más candente y donde los lunes apenas se distinguen de los domingos. Aquí nada se detiene en un funcionamiento de casi reloj suizo para dar vida y forma a unos quesos que Puy y su marido comercializan bajo la etiqueta de DO Idiazabal. “Para nosotros es muy importante y es todo un orgullo ser parte de la Denominación de Origen Queso Idiazabal ya que con ellos de la mano nuestros quesos hacen una presentación de calidad ante el mundo que no podríamos obtener de otra manera si no fuese así”.