El queso Idiazabal bebe en su origen de los pastos más verdes de Euskadi. Esos mismos que han sido testigos durante siglos de cómo las pastoras y pastores vascos han criado sus propios rebaños de ovejas de razas autóctonas y con unas peculiares características con cuya leche cruda se elabora este apreciado y especial queso. Un producto de la tierra y toda una tradición en la mesa detrás del cual se adivina el esfuerzo de las personas que ponen su dedicación y empeño en la tarea de velar por su origen y calidad.

Es el caso de Emilia Arana, la voz de la experiencia y toda una maestra a la hora de hacer quesos desde su caserío familiar junto al alto de Barazar y valle de Arratia. 

Pasar un rato en el caserío Altunoste, cerca de la localidad de Zeanuri, es aprender toda una lección de historia de esta mujer que lleva toda la vida haciendo algunos de los mejores quesos y que hasta el año 2001, “fecha en la que por fin nos pusieron la luz eléctrica en el caserío”, todo lo hacían de manera mucho más artesanal y manual. Más de dos décadas después nadie niega que la vida haya pasado y cambiado, pero lo que continúa casi igual es la forma en la que Emilia, esta pastora y quesera de raza, mueve sus manos con maestría haciendo algunos de sus quesos que se han llevado merecidos premios.

Un buen hacer que lo mismo se aprecia elaborando estas delicias para el paladar en forma de queso Idiazabal que preparando algún que otro puchero para comer y donde las ovejas también son protagonistas. “Se aprovechan las ovejas que no paren y que no producen leche y con eso se hacen guisos que se cocinan a fuego lento durante horas y horas para mantener ese sabor que te lleva a la cocina de antes”, nos cuenta una afable Emilia que no piensa para nada en jubilarse. Es consciente de ello y de que le tocará en unos años. Pero, si fuera por ella no se jubilaría y seguiría al pie del cañón en su caserío, con las ovejas de su rebaño y con sus quesos ya que para ella esto no es trabajo; disfruta y es muy feliz con una vida que no cambiaría por nada. 

“Realmente no puedo estar sin hacer nada y aunque pueda parecer increíble a mí me relaja trabajar y hacer queso. Así he hecho toda mi vida y no me arrepiento para nada. No sé hacer otra cosa y esto lo hago con gusto y cariño”, comenta Emilia acerca de ese queso que sale de este caserío y que desprende un detalle de finura y de suavidad al primer bocado.