Un enorme cocodrilo devorando un ciervo. Un león rugiente con sus melenas. Bisontes. Coloridos pulpos. El tallista cuyo trabajo descubrió DEIA en junio de 2023, y cuya obra fue vandalizada en noviembre de ese mismo año cuando ya formaba parte de algunos recorridos turísticos, ha vuelto a expresarse con la gubia y el mazo. Ha escogido una zona relativamente próxima al anterior bosque encantado. Pero más alta y alejada de las miradas.

17

En imágenes: El bosque mágico de Ugasko crece con nuevas creaciones Jose Mari Martínez

“Empecé hace año y medio. A raíz de lo de abajo, ya había mirado esta zona. Encontré las condiciones: madera, naturaleza... Y la soledad que necesitas para trabajar”, relata ante sus nuevas creaciones. Empezó a no sentirse cómodo ante la afluencia de visitas. Tras la publicación en este periódico, otros diarios, radios y televisiones, incluso estatales, se hicieron eco de la noticia.

5

En imágenes: Destruyen el bosque mágico de Ugasko de Bilbao Oskar M. Bernal

“No es que me desagrade que la gente lo vea, al revés. Lo agradezco. Al principio venían cuadrillitas. Pero llegaron a ser grupos de 15 personas. Así que busqué otro emplazamiento más tranquilo y me vine aquí”, explica. Prefiere no opinar sobre el inexplicable destrozo que sufrieron las primeras tallas a mediados de noviembre de 2023.

“Me acerco aquí a ratos, tampoco todos los días. Hoy he venido desde la mañana porque la madera está seca, lo que permite que la pueda matizar un poquito”, revela acariciando las huellas del formón que sugieren las enormes alas de una futura rapaz.

Ha tallado unos tres días por semana durante estos meses, a veces después de dejar a su nieto en la ikastola. Braña de Aineru, que es como quiere que le llame, se mueve fibroso y ágil. Debe serlo para llegar a la zona y caminar en la pendiente cubierta de vástagos de roble. Se ha ingeniado una escalera de palo para acceder a las partes más elevadas del gran tronco caído que ahora desvela una fauna mítica y colorida. La talla hace conectar con la naturaleza, el trabajo manual, con su propio origen y hasta el del ser humano a este emérito profesional bilbaino.

Usa, casi exclusivamente, troncos abatidos por las lluvias, el viento o los parásitos. “Da igual que llueva. Si hace mal tiempo, echas una ojeada a un gesto de un árbol: si lo abro, si le doy forma, pienso, y dibujo sobre la corteza con la tiza, lo marco. Otro día, ya avanzas. Lo principal es imaginar qué expresión vas a dar al tronco y valorar qué posibilidades ofrece. A lo mejor esa rama rota es, en realidad, un ojo”. Ahora se da cuenta que siempre le ha gustado la madera. “La madera para mí es más cercana, hasta te la puedes llevar a casa”, explica.

La mayoría de las nuevas imágenes que ha creado en esta zona son más grandes que las del primer emplazamiento. Aunque tiene previsto tallar pequeños volúmenes en cuanto complete las piezas potentes que ha imaginado. “Lo importante es la perseverancia”, recalca.

“Siempre me ha llamado ver trabajar la madera”. El tallista es una persona felizmente jubilada que habla continuamente de trabajar. “Viendo trabajar, aprendes. Contacté con la escultora Amaia Conde. Empecé en sus clases y me enganchó. Amaia es una escultora que transmite su pasión, transmite mucha fuerza. Me encendí con su chispa, como la madera seca”.

Para sí mismo

Braña de Aineru insiste en que da formas a los árboles caídos para sí mismo. “Por supuesto que te da satisfacción que a otras personas les agrade”, reconoce. Recoge las pinturas y las herramientas concienzudamente en una bolsa y regresamos al camino desde la espesura. “Mira, desde aquí se ve al fondo el tótem pintado de blanco”, indica.

Bajamos cruzándonos con contados paseantes. “Aquí las tallas no molestan a nadie, esperemos que puedan durar mucho tiempo”, confía en que no tengan el mismo destino que las primeras. Es más que posible que el propio bosque de Ugasko quiera lo mismo. Está encantado.

Habla su antigua profesora

Te puede interesar:

Evolución técnica del autor

“Más confianza”. Amaia Conde sale de su taller en Uribarri para asistir al encuentro con el tallista anónimo. Cree que habría que realizar carteles en madera para pedir a la gente que no se suba a los árboles trabajados. Aprecia el entusiasmo sereno y el desarrollo de las habilidades de su antiguo alumno. “Se nota una evolución técnica. Los relieves de abajo, en la antigua localización, presentaban muy poca profundidad, eran más tímidos”, describe. “Al principio se talla con más miedo, cuesta sacar volumen y dar profundidad. En cambio, aquí se ve que ya tiene recursos, confianza en poder desarrollar piezas que sobresalen mucho más, que son más atrevidas, más dinámicas. Estoy superorgullosa de su evolución”, concluye.