Como un acto de buena fe, Ana Flor Landa dejó su vivienda, en un principio para dos días, a quien aquel entonces consideraba no su amigo pero sí su conocido. Lo hizo porque el joven le pidió como favor un lugar en el que un amigo suyo pudiera quedarse durante un par de días ya que tenía una oferta de trabajo en Bermeo.
Sin imaginarlo, lo que en un primer momento iban a ser 48 horas se ha convertido en un calvario con el que Landa ya no puede más. “Se han aprovechado de que estoy enferma para dejarme viviendo en la calle”, relata. La vivienda sigue siendo pagada por la víctima. “Me llegan facturas de la luz de 200 euros que no puedo seguir pagando, me estoy endeudando”, afirma.
Todo comenzó en septiembre del 2023. Según cuenta la víctima a este periódico, con buena voluntad, Ana Flor les dejó su vehículo. Esa misma noche, le llamaron diciéndole que “se habían quedado sin gasolina”. Después de que Ana Flor les indicase los pasos a seguir, le devolvieron el coche al día siguiente. Pero no quedó ahí. Landa tenía previsto un viaje y, cuando fueron con ella al domicilio ubicado en el número 4 de la calle Morondo, su conocido le preguntó “si su amigo se podía quedar en el piso dos o tres días en lo que yo me iba de viaje”.
Todo cerrado
Ana Flor les dejó las llaves del domicilio para que hiciesen una copia y se las devolviesen. Pero esa devolución nunca se produjo. Fue entonces cuando la bermeotarra abrió los ojos y se dio cuenta de que su conocido se había ganado su confianza “muy sutilmente” para okuparle la vivienda. “Al no traerme la llave les hablé por WhatsApp, yo ya me estaba oliendo algo raro”, relata. “No me imaginaba que se iban a meter en mi casa”, apunta.
Incluso, narra, que acudieron a la comisaría de la Ertzaintza para decir que habían realizado un trato verbal en el que Landa les había alquilado la casa. Pero la cosa no queda aquí. “Llamaron a la Ertzaintza para decirles que yo había cambiado la cerradura de casa”, cuenta, conteniendo la impotencia que siente al haberse visto engañada de esta manera.
"En siete días, fuera"
Posteriormente, su exmarido acudió junto con los agentes y los individuos a la vivienda. “Cuando están dentro ya tenían metidas sus pertenencias, quitadas las mías, a saber dónde estarán, y entonces mi exmarido les dijo que yo no había hecho ningún contrato porque no estaba en condiciones de hacer ningún contrato a nadie”, manifiesta. En esta dirección, les dio siete días para que sacasen todo y la Ertzaintza les dijo: “Ya lo habéis oído, en siete días, fuera”.
Pasaron los siete días y, tras no tener respuesta, Ana Flor puso la correspondiente denuncia. Según cuenta, estuvieron esperando un año y medio para un juicio que “no se ha celebrado porque lo han archivado”, alegando que “están empadronados en mi vivienda”. Cuando el caso se archivó, la mujer fue a la Ertzaintza a poner una denuncia por usurpación de vivienda. Tenían el juicio, pero dos días antes de su celebración les comunicaron que se había suspendido “porque no les localizaban” mientras que, según Ana Flor, llevan “dos años viviendo sin presión de ningún tipo”.
Confusión de vecinos
Fue tal la normalidad que el okupa mostró que acudió a una reunión de propietarios en la que votaron contratar a una persona para limpiar el portal. “Ha tenido hasta esa sangre fría de bajar como propietario”, remarca. Según le han comentado los vecinos, conocidos suyos “pensaban que había vendido la vivienda”. A día de hoy, Ana Flor está en la calle. Dos años después de que le okupasen la vivienda, ha decidido plantarse con una silla frente a su vivienda para reivindicar lo que es suyo.