Creció viendo coser a su amama materna, “una gran modista y el pilar de su familia”, tal y como le define, e interiorizó ese aprendizaje hasta convertirse a día de hoy en una joven emprendedora que da clases de costura en Sopela. Hace tres años, en plena pandemia, apostó por abrir su propio negocio, una tienda-taller ubicada en la calle Bidebieta de la localidad costera, en donde también comercializa bolsos y complementos textiles hechos a mano, junto con encargos personalizados, bajo el sello Ione Saitua Collection. “Cuando un cliente me pide un diseño nuevo de un bolso, le suelo poner su nombre u otro que le apetezca, pero siempre me gusta que esté inspirado en Euskadi y su entorno, como las playas de Bizkaia, por ejemplo, que dan nombre a algunos de mis modelos”, destaca.
En el caserío familiar no faltaban las máquinas de coser, telas y agujas, pero en un principio no le llamó la atención y acabó estudiando Informática. Sin embargo, tampoco tenía claro su futuro en ese sector. “No me veía ocho horas delante de un ordenador”, reconoce. Se dio la circunstancia de que le regalaron una mascota que, inconscientemente, le conectó con su legado familiar. “Me regalaron un yorkshire, que son perros muy frioleros y todas las chaquetas que le compraba le quedaban o cortas o largas o anchas. Entonces, me compré una máquina de coser y empecé en este oficio arreglándole la ropa al perro”, recuerda sobre esos inicios en los que sacaba el patrón por su cuenta, de forma autodidacta, porque tenía grabado en la memoria el método de su amama.
Después se apuntó a una academia y sus avances fueron tan destacados que le recomendaron mudarse a Barcelona para seguir formándose en el sector de la moda. Allí estudió un grado superior de corte, confección, diseño y patronaje de moda, y estuvo trabajando en una tienda de alta costura de vestidos de novia. La pandemia le pilló a caballo entre la ciudad condal y Sopela, pero el delicado estado de salud de su amama le impulsó definitivamente a quedarse en casa. “Decidí pasar el tiempo que le quedaba con ella”, rememora.
La primera puntada a su proyecto empresarial la dio a finales de 2021. La crisis sanitaria sacudió el mercado laboral y no encontraba una salida como modista debido a la cancelación de eventos y bodas. Decidió regresar a casa y trabajó en el negocio familiar de hostelería hasta que una amiga le dio el impulso que necesitaba. “Ella daba clases de costura en una academia, pero no hacían diseños de ropa y y me preguntaba cómo hacerlo y me animó a dedicarme a esto”, relata.
Por descontado, la crisis sanitaria fue un momento lleno de incertidumbre a nivel empresarial, pero también un momento de oportunidades. En su caso, se dio cuenta de que mucha gente quería darle una vuelta a las prendas, estrecharlas, transformarlas... “Lo que pasó fue que mucha gente se animó a sacar las máquinas de coser que tenían en el trastero de sus familiares, pero no sabían usarlas”, detalla. Además, el hecho de que desapareciera la asociación de mujeres de Sopela, que impartía clases de costura, también le abrió un nicho de mercado. Sin embargo, desde un principio tuvo claro un aspecto que no quería tocar en su negocio: los arreglos de ropa. “No hago porque mucha gente quiere que, pagando lo mínimo, le transformes por completo una prenda, y no funciona así. Para que algo te quede como un guante hay que hacerla de cero. Por eso creo que hoy en día no está valorado lo que cuesta todo el proceso: la tela, el patrón y luego coserlo”, reflexiona.
Pese a todo, en estos momentos se siente feliz con su proyecto más personal. “Me apasiona mi trabajo y me pagan por ello. Como se suele decir: no trabajo ni un día de la semana porque hago lo que me gusta”, afirma. Durante el proceso de creación de su marca, primero apostó por la elaboración de kimonos, pero luego pensó que podría ser algo estacional. “Es un producto que puede estar de moda un año, pero no vale para el siguiente”, desvela. Entonces apostó por las tote bag y vio que tenían éxito. Ahora tiene una colección de bolsos, neceseres, etc. El boca a boca ha extendido su nombre por Sopela y alrededores. “No hago dos bolsos iguales, por lo que es un regalo original y exclusivo, además de que son personalizables”, matiza.
Actualmente, cuenta con más de una treintena de alumnas, que acuden a su taller de lunes a jueves, para aprender un arte que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. “Antes las que cosían eran las amas o las amamas, y por cuestión de edad o fallecimiento, ese conocimiento se ha ido perdiendo”, expone Ione, que atesora una amplia colección de máquinas de coser, desde joyas antiguas hasta otras más modernas. “Me han prohibido tener más”, bromea. Gracias a sus lecciones, las alumnas aprenden a elaborar desde hacer una bolsa reversible hasta faldas, pantalones o blusas. “Una de mis alumnas se confeccionó hasta el conjunto de ropa de su boda”, concluye.