Después de 13 años despidiendo el año al volante y a punto de cumplir los 60, esta será la última Nochevieja de Eloy Díaz trabajando. “Ha bajado mucho la recaudación y casi no merece la pena. Y cada vez te apetece menos salir”, explica este taxista sobre una noche en la que el sector tiene horario libre, que implica que todos los profesionales que quieran pueden trabajar. También ha influido el transporte público, ahora habitual, aunque depende de la climatología. “Si está lloviendo la gente no se quiere mojar yendo al metro”, explica.
Los clientes a los que traslada en esta última noche del año –suele incorporarse al servicio nada más terminar las uvas, “que tomo con la familia”– son muy variados. A primera hora, señala, hay muchas familias que vuelven a casa después de la cena. “Han estado en casa de los abuelos u otros familiares y ves que llevan bolsas con cazuelas, van con niños pequeños...”, a los que toman el relevo un poco más tarde los jóvenes.
“Les llevas sobre todo a discotecas y cotillones”, en servicios que no suelen ser muy largos, “principalmente Ezkerraldea y Meatzaldea; también Bilbao, Basauri o Leioa, pero son menos”. Y, hasta que terminen esos saraos, a partir de las 5.30 horas, no suelen tener mucho trabajo. Con todo, la noche tiene “sus ratos”, con momentos en los que incluso están parados y otros en los que “no damos abasto, llegas y cargas, o te llaman de la emisora. Eso sí, antes de la crisis no parabas”. Sobre las 7 de la mañana regresa a casa.
“Hay más bullicio, la gente sale más animada y mejor vestida. Es peor cualquier otro fin de semana”
Para esa hora, su coche termina “lleno de confeti y brillantina; se pierden muchas corbatas e incluso algún que otro tanga rojo”, bromea, que nadie reclama al día siguiente. “Es una noche completamente diferente: hay más bullicio, la gente sale más animada y mejor vestida, más elegantes. Es peor cualquier otro fin de semana”. Es testigo de primera mano de cómo se celebra la Nochevieja a pie de calle. “Después de las uvas hay una estampida de gente, incluso más tráfico que un día normal. Cada vez se tiran menos cohetes y llevamos dos años con noches de mucho calor”, resume.