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Del mundo a Gernika

Entre las personas que acudieron ayer al Último Lunes de Octubre no faltaban los visitantes foráneos que se sorprendían por la magnitud del evento y disfrutaban tanto del ambiente como de las delicias gastronómicas

En imágenes: gran ambiente en el Último Lunes de GernikaBorja Guerrero

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José María Iparraguirre rogaba en su inmortal Gernikako Arbola al viejo roble que extendiera su fruto por el mundo: Eman ta zabal zazu munduan fruitua. Orgulloso estaría el bardo de Urretxu al comprobar que, casi dos siglos después de escribir aquella canción, este sigue en pie y que la cultura e identidad vascas que simboliza han arraigado también en otros puntos del planeta. La propia Gernika, hogar del venerado árbol, y su Último Lunes de Octubre son fiel reflejo de ello. Porque entre la multitud de personas que ayer pasearon por sus calles al reclamo de la célebre feria se encontraban un buen número de foráneos ávidos de empaparse de la tradición vasca y, cómo no, de degustar los exquisitos productos de la tierra.

Además de por el árbol, el nombre de Gernika también ha recorrido el mundo entero por hechos como el infame bombardeo que la asoló durante la Guerra Civil. Del dolor causado por aquella tropelía surgieron, no obstante, cosas hermosas. Obras maestras como el monumental Guernica de Picasso. Y hermanamientos con ciudades que han sufrido también el horror de la bombas. Es el caso de Pforzheim, que en 1945, ocho años después de la masacre vivida en la villa foral, fue arrasada por la aviación aliada en el tramo final de la Segunda Guerra Mundial. Una representación de esa ciudad alemana disfrutó ayer del Último Lunes de Octubre. Dentro del grupo que se ha acercado a Bizkaia y que permanecerá unos días por estas tierras estaba Monika, que pisaba por primera vez las calles gernikarras, acompañada de amigos como Wolfgang o Elfriede. Para ella resultaba “estupendo” poder vivir algo así. “Me sorprende que haya tanta gente un lunes”, admitía.

Monika se mostró muy interesada por la rica producción agrícola que se exhibía en la infinidad de puestos diseminados por la localidad. Evidentemente, no podía irse con las manos vacías ante tanta oferta. “He comprado un queso de oveja porque allí normalmente no encuentras algo así. En Alemania casi todos los quesos son de vaca”, apuntaba.

El fruto del Árbol Gernika cruzó el Atlántico y su simiente germinó en las tierras de América encarnada en los hombres y mujeres que han conformado –y siguen haciéndolo a día de hoy– la diáspora vasca. Esta tiene una destacada presencia en localidades como Baskersfield, desde donde llegaban a Gernika Valerie y Riley. Residen en dicha ciudad de California, que tiene una población similar a la de Bilbao, de cerca de 350.000 habitantes. Esta cuenta con un activo y potente Centro Vasco, con 80 años de historia, y hasta con un frontón. Por ello, a esta joven pareja no le es desconocida la cultura euskaldun. Y están gozando de lo lindo con esta visita, la primera que realizan a Euskadi.

Llegaron el domingo, instalaron su cuartel general en Donostia y aún estarán por tierras vascas hasta final de semana. Para la especial jornada de ayer, Valerie tenía muy claro el plan: “Comer. Está todo delicioso”. Esta californiana se ha quedado prendada del queso y de los pintxos, en general. En cambio, sus cuatro pequeños hijos, Elliot, Samantha, Margaret y Owen, quienes les acompañan en este viaje por tierras vascas, se relamían con sus grandes piruletas. Y si bien la gastronomía es un puntal en el Último Lunes de Octubre, la villa foral ofrece a esta pareja otro reclamo igual de importante. “Quiero ver el Árbol de Gernika. He oído hablar mucho de él en Bakersfield. Así, cuando vuelva a casa, podré decir: Yo he visto el Árbol de Gernika, soy un verdadero vasco”, aseguraba Riley.

Pero sí hay un lugar en Estados Unidos que se caracterice por el peso específico de su comunidad vasca y por la huella dejada por quienes desde Euskal Herria viajaron a aquellas inhóspitas tierras del Oeste en busca de una vida mejor, ese es Boise. Es allí donde viven Jon Arozamena y Miren Arrubarrena desde hace 45 años. Ella nació en Mundaka, pero cuando tenía solo tres años ella y su madre emigraron a la capital de Idaho, donde su padre trabajaba como pastor, al igual que otros tantos vascos. En un viaje a Bizkaia, a finales de la década de los 70, Miren conoció a Jon. Y desde entonces no se han separado. “Ella me llevó como souvenir de vuelta a Estados Unidos”, señala él con humor.

Allí formaron una familia, tuvieron dos hijos y una nieta, pero no han olvidado sus orígenes. “Nos gusta venir un par de veces al año para visitar a amigos y familia. Solemos hacerlo en primavera y en otoño. Así que no es la primera vez que venimos al Último Lunes de Octubre”, explica Jon. “Hay muchísima gente y no hay forma de ver todo, pero al menos intentamos probar un poco de allí, otro poco de allá... Y disfrutamos del ambiente”, añade.

Estos son los precios del Último Lunes de GernikaBorja Guerrero

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Llegaron desde Boise a finales de septiembre y todavía alargarán su estancia en Euskadi una semana más, al menos. Así, tendrán tiempo de degustar los manjares que adquirieron ayer en los diferentes puestos del mercado gernikarra. “Hay muchos productos que no podemos llevarnos, porque la legislación americana impide introducirlos en el país. Así que habrá que consumir aquí todo lo que podamos”, comentaba entre risas Jon. Ayer tocaba degustar un poco de txakoli. “Allí lo puedes encontrar también, pero está muy caro”, tercia Miren.

Mientras disfrutan de una cita ineludible como es la del Último Lunes de Octubre, esta pareja se frota las manos al pensar que el año que viene vivirán en Boise una nueva edición del Jaialdi, el gran festival que, cada cinco años, reúne en la ciudad en la que tienen su hogar a representantes de todos los centros vascos de Estados Unidos. Lo cogerán con más ganas que nunca, ya que no se celebra desde 2015. La pandemia obligó a su suspensión en 2020 y, tras frustrarse los intentos de aplazarla a 2021 y 2022, se optó por esperar al turno natural del 2025. “El verano que vienen va a ser una locura, estamos esperando que acuda mucha gente”, remata Jon.

Pero, obviamente, no todo son gentes venidas de otros lugares del mundo en el Último Lunes de Octubre. La inmensa mayoría es público local, en muchos casos cuadrillas de amigos que aprovechan la ocasión para juntarse y pasar un día agradable. Es el caso de la formada por Agurne, Ricardo, José Luis, Kontxi, Itziar, Julián y Encarni. Aunque en la misma hay representación bizkaitarra, concretamente de Amorebieta-Etxano, era mayoritaria la presencia guipuzcoana procedente de localidades como Usurbil, Andoain o Arrasate. Desde este último municipio llegaba Itziar, que se estrenaba en esta celebración. “Es la primera vez que vengo a esta feria. Tenía ganas de venir, después de escuchar a la gente hablar de ella. Y la verdad es que está muy bien. Además, el tiempo acompaña”, se congratulaba.

Bastante más experiencia tiene en presencias en el Último Lunes de Octubre la zornotzarra Agurne, que ejercía de cicerone del grupo. Por ello, se tomaba las cosas con calma y, al filo del mediodía, todavía no había adquirido ningún producto: “Primero toca inspección y luego ya veremos. Tampoco vamos a andar todo el día con la bolsa encima”. Eso sí, Agurne ya había hecho algunos descartes: “Las alubias están muy caras, no voy a comprar. Pero igual sí unos pimientos choriceros, unas cebollas, algo de queso…”. Una vez hechas las compras de rigor y después de haber catado algún txakolí, tocaría buscar un sitio para comer. “Por aquí estará difícil, iremos al primero que encontremos”, zanja.

Tampoco faltaban por Gernika las parejas con niños pequeños subidos a sus hombros o tumbados en el carrito, como paseaba Oihan, un sonriente bebé rubio y de ojos azules, en su primer Último Lunes de Octubre. También lo era para su ama, Bego, y para su aita, Unai, que se acercaron desde Bilbao en coche. “Hemos tenido suerte y hemos encontrado sitio a la primera”, comentaba él. “Estamos aquí gracias a Oihan, porque yo estoy con permiso por maternidad y Unai está de vacaciones”, apostillaba Bego. “¡Qué mejor plan para empezar las vacaciones que venir a Gernika y ver la azoka!”, se felicitaba Unai. “Me ha sorprendido. Me imaginaba un ambiente más recogido, pensaba que iba a haber menos gente”, añadía. Reconoce que, con el carrito, la tarea de aproximarse a los puesto resultaba “un poco complicada”. Quizás por ello, para las doce y medía solo habían comprado un pan. “Luego cogeremos algo más, sin prisa”, comentaba Unai. Mientras tanto, los ojos azules de Oihan no dejaban de observar toda la marabunta que se movía a su alrededor y de la que, quién sabe, quizás dentro de unos años forme parte por su propio pie. Porque el atractivo del Último Lunes de Octubre no tiene ni fecha de caducidad ni fronteras. Es una fiesta mundial.