Parece todo correcto, ¿verdad?”. La respuesta de los asistentes a la pregunta lanzada por el alcalde de Arrankudiaga-Zollo, Txutxi Ariznabarreta, fue afirmativa. “Entonces el mojón y la muga siguen en su sitio”, aseveró. Una vez más, la cordialidad se impuso. No hicieron falta mediciones ni comprobaciones exhaustivas. Simplemente una verificación visual para dar el visto bueno a la ubicación de la piedra de forma trapezoidal que marca el límite territorial entre la población vizcaina y el municipio alavés de Laudio. Y, una vez más, la revisión de las fronteras entre las dos localidades tuvo lugar, como manda la tradición, a las 10.00 horas del 26 de julio, festividad de Santa Ana y en la campa del mismo nombre.

También se está convirtiendo en costumbre que los primeros en llegar al punto de encuentro y reunión sean los representantes de la Corporación de Arrankudiaga-Zollo acompañados por el sonido de una animada trikitixa. Unos minutos después apareció la delegación laudioarra. A continuación, concejales de ambas comitivas clavaron junto al mojón, cada uno en su correspondiente terreno, los chuzos de punta de plata: dos Arrankudiaga-Zollo y tres Laudio. Y, por último, Txutxi Ariznabarreta y la alcaldesa de Laudio, Ainize Gastaca, colocaron sobre el pedrusco y de forma horizontal sus respectivas makilas. Tras este gesto y el visto bueno a los límites territoriales, llegó el momento de traspasar ya todas las fronteras y de conversar amigablemente sobre el acto, la tradición y sus curiosidades. Y, finalmente, todos posaron en la habitual foto de familia para tener un recuerdo de la nueva edición del evento.

Acto de hermandad

Por un lado Arrankudiaga, por otro Laudio y en el frente Santa Ana. Son las tres sencillas inscripciones grabadas, desde el siglo XVIII, en la piedra de forma trapezoidal que marca la frontera jurisdiccional entre los dos municipios. Se encuentra emplazada en las campas de Santa Ana, un tranquilo y bello parque equipado con parrillas, amplias mesas y bancos de madera y algunos elementos de juego infantiles. Ahora es un área de esparcimiento y de encuentro entre amigos o familias, pero antaño fue escenario de duras luchas y batallas protagonizadas por los habitantes de Arrankudiaga y Laudio para obtener la propiedad de este terreno. Dice, incluso, una leyenda popular que, en pleno conflicto entre ambas localidades colindantes, se apareció la imagen de la virgen en una hondonada, por lo que se interpretó que era deseo de Santa Ana que su casa se edificase ahí, para que actuase el templo como incuestionable mojón. Pero el supuesto milagro no dirimió las diferencias territoriales, por lo que, no haciéndose cargo de su mantenimiento ninguna de las dos partes, el templo se arruinó en torno a 1770.

Y eso que la problemática que les enfrentaba parecía haber quedado zanjada décadas antes, en 1751, cuando la Real Chancillería de Valladolid fijó y ordenó el amojonamiento que hoy sigue de testigo con el fin de que futuras generaciones no olviden sus orígenes. Para que así sea, cada 26 de julio, festividad de Santa Ana, acuden hasta allí los cargos electos de Arrankudiaga-Zollo y de Laudio para revisar sus fronteras. Antaño sacaban la cruz de madera que se guardaba en el interior de la ermita, daban varias vueltas al edificio en círculos, cruzandose así ambas corporaciones de los dos municipios. Hoy en día, sin rivalidad alguna y enmarcado en un carácter festivo, las dos delegaciones visitan el mojón de Santa Ana, revisan sus fronteras y disfrutan después de un sencillo lunch.