¿Qúe supone cumplir 25 años y estar casi como el primer día?

—La empresa siente orgullo de que el sentir general sea ese, tanto de los usuarios habituales, como de los que lo conocieron hace tiempo, vuelven y se sorprenden. Que confluyan ambos colectivos causa satisfacción.

¿Cuáles son las razones?

—Lo que el metro tiene de ADN desde su concepción, con el diseño de Foster, el trabajo de ingenieros, arquitectos, los grandes y pequeños contratistas, los geólogos... contar con unos buenos materiales y ejecuciones es importante. Y luego hay mucho trabajo y dinero detrás cada año.

Eso implica que también sea un transporte querido. A excepción de los grafiteros, no se le maltrata.

—Que no se vean grafitis, porque se borran inmediatamente, es consecuencia del gasto en seguridad y limpieza. En cuanto al cariño, las encuestas anuales de calidad lo corroboran. Hay un dato terriblemente potente, el 98% de los viajeros se reconoce prescriptor de metro.

¿Cómo? ¿Qué es eso?

—Que es un usuario orgulloso del metro. Allí donde le preguntan por nosotros, se reconoce como viajero. En otras ciudades tiene mala imagen viajar en metro; en Bilbao, no. Se hace casi proselitismo.

¿Cuál es el secreto de esa actitud?

—No perder de vista la razón de ser de la compañía, ser de utilidad a los clientes, que la calidad de vida de la gente sea mejor y trabajar con ese objetivo. Saberte importante para la vida de los usuarios y que nos mantenga en tensión ayuda a mantenerte en el ranking alto de los cariños.

¿Toma el metro de forma habitual?

—En Bilbao, en trayectos medios, sí. Y cuando hay partido del Athletic, lo cojo en Leioa para ir a San Mamés.

¿Le ha tocado alguna aglomeración en hora punta en días de pandemia?

—No, y además la demanda se está adaptando en las horas punta. Hacemos todo para gestionar viajes seguros, damos el 100% de oferta aunque no tengamos menor demanda, obligamos a usar la mascarilla, el trayecto medio es corto, de unos nueve minutos, y se viaja en silencio.

¿Tan importante es eso último?

—Ahora los modos de transportes están empezando a imponerlo cuando en el mundo ferroviario esa característica, histórica y no obligada en Bilbao, ha servido para hacer muchos chistes. Esta actitud suma en el control de la pandemia. Poniendo el acento en lo que podemos hacer más el comportamiento de los clientes, los viajes son razonablemente seguros.

¿Habrá un brote en el metro?

—Creo que está pasando lo mismo que con los colegios. Antes de empezar el curso parecía que los centros educativos iban a ser la debacle y ahora son los sitios más seguros. Esa sensación pasa también con el transporte público. Hay múltiples estudios a nivel internacional que lo avalan y dicen que no hay virus acumulados ni en las estaciones ni en los trenes.

¿Qué demanda hubo el domingo?

—No fue mala, en torno a un 68% del día equivalente del año pasado. Es cierto que en los días duros de primavera, se nos cayeron los ojos cuando vimos solo 9.000 personas en un domingo. Luego en septiembre nos estabilizamos en un 72%.

¿Dónde han ido esos fugados?

—Una parte al coche, es evidente, pero hay mucha gente teletrabajando, las universidades no están al 100% con clases presenciales, viajeros que se siente más cómodos en otros transportes... Pese a todo, estamos aguantado infinitamente mejor que otros metros de la península, incluida Lisboa. Sus clientes son muchos menos.

Menos validaciones, menos ingresos. Futuro negro.

—Nuestro índice de cobertura, es decir, que de cada 100 euros que gastamos 85 los generamos con ingresos propios, hoy es un boomerang que se nos ha vuelto en contra con respecto al dinero que nos va hacer falta por parte del Gobierno vasco y la Diputación para soportar el déficit. Me preocupa que cerremos el año con 25 millones menos de ingresos.

¿Recuperarán los clientes perdidos?

—El año que viene seguiremos como ahora unos cuantos meses más. No soy epidemiólogo, pero intuyo cómo estaremos en febrero, no sé como será junio y menos setiembre. La tarea de la recuperación de la normalidad no va producirse con el chasquido de dos dedos, pero se producirá.

¿Cómo preparan un 2021 lleno de incertidumbres a todos los niveles?

—Está siendo un reto. Este año cada mes es distinto y no precisamente previsible. El escenario de ingresos de setiembre a diciembre los hemos cambiado cuatro veces. No sabemos ni cómo vamos a acabar este año.

Describa la metrópoli sin metro.

—Es inconcebible. Imaginártela sin metro, sin transportes públicos, solo lo podemos hacer si lo pensamos. Está tan interiorizado que no nos damos cuenta de lo que tenemos. Habría 222.000 vehículos más circulando cada día, con la congestión que generan, las necesidades de aparcamiento, el CO2 que se emitiría a la atmósfera, con el egoismo que genera circular en coche propio. Por eso el metro también ha democritazado la sociedad, porque te permite evadirte del egoismo del coche, del yo primero, yo corro, yo paso, del yo, yo, yo.

Imagine el suburbano con 50 años.

—Con nuevas líneas, la 4 y 5, esa es la intención de las instituciones, pero no ambicionamos más recorridos sino que sepamos estar a la altura del reto de la modernidad. Tenemos que ser capaces de incorporar los adelantos tecnológicos para que la excelencia en la gestión que hoy se puede apreciar no decaiga.

Sé que la situación actual es su mayor preocupación, pero ¿su mayor satisfacción?

—Son muchas. Que cada año en la encuesta de satisfacción los usuarios nos da una nota en la que miras al 8 desde arriba, la inauguración de alguna estación y la satisfacción de los vecinos, cuando nació un bebé en el metro, cuando se pone en funcionamiento un desfibrilador y sale viva la persona infartada... Son muchas.

"Saberte importante para la vida de los usuarios ayuda a mantenerte alto en el ranking de los cariños"

"Hay múltiples estudios internacionales que dicen que no se acumulan virus ni en estaciones ni en trenes"