La familia Alonso Vaz pasó, en pocas horas, de la incredulidad a la preocupación, de hacer vida normal al extremo confinamiento. Una de sus dos hijas, la pequeña Himilce de 7 años, padece una cardiopatía congénita. Su amatxu Yone narra cómo están pasando esta situación.

En enero, el término coronavirus ya comenzó a estar a la orden del día. ¿Qué recuerda de esos días?

—Yo era de las incrédulas. Por entonces no veía mucho la tele, al margen de series y programas infantiles. Lo que me llegaba de oídas es que era como una gripe, pero un poco más dura de lo normal. Y me quedé con eso. No me imaginaba ni me esperaba la trascendencia que iba a tener.

Entonces, ¿cuándo fue consciente de la gravedad de la situación?

—Sinceramente, el miércoles 11 de marzo, cuando llegó el aviso de que el jueves cerraban los colegios.

Incluso costó suspender la gala solidaria a favor de la asociación Bihotzez del 14 de marzo en Orduña.

—Así es. Y la organización, a la que pertenezco, decidió cancelar el evento porque varios grupos de música que iban a actuar avisaron esa semana que no iban a ir porque ya se lo habían prohibido en Vitoria. Parecía todo muy exagerado. Y, de golpe, llegó el cierre de colegios, la clausura de parques infantiles...

Ahí, saltaron las alarmas.

—Empecé a recibir whatsapps, mensajes, correos... y me dediqué a buscar y a leer mucha información. Me lo creía todo y me saturé. Llegué a tener tanto miedo metido en el cuerpo que opté por apagar el móvil y la tele. Y decidí respirar. Solo mantuve activo el grupo de madres de Bihotzez que recibía todo de fuentes oficiales y contrastadas y nos quedó claro que nuestros hijos, con cardiopatías congénitas, eran población de riesgo.

¿Cómo ha sido el confinamiento? ¿Cómo se lo explicó a sus hijas?

—Ellas, en el cole, ya habían oído hablar del coronavirus. Les expliqué que era un virus muy peligroso y que había dicho el gobierno que nos teníamos que quedar en casa, que no podíamos salir. Hemos cumplido el confinamiento al 200%. Las compras las hacía mi marido que no ha dejado de trabajar, yo iba cada tres días a por el pan y Lierni e Himilce no han salido nada. Eso sí, he mantenido a mis hijas informadas de las normas. Fernando Simón, Salvador Illa y Pedro Sánchez han comido con nosotras, han llegado a ser miembros de la familia. Y los domingos me descargaba el BOE o el BOPV para saber lo que podíamos o no podíamos hacer.

¿Himilce sabe el riesgo que corre?

—Es una niña muy avispada. No se lo he tenido que explicar. Incluso en canales infantiles mencionaban que quien tenía problemas cardiovasculares era población de riesgo y se le ha quedado grabado a fuego. Se lava las manos constantemente.

¿Cómo está siendo la desescalada?

—Hemos seguido nuestro propio ritmo. Al principio sentí miedo, pero la psicóloga de Bihotzez ha hecho un trabajo extraordinario con todas las madres del grupo. Nos ha hecho entender que el riesgo cero no existe y que había que salir a la calle porque esto iba a ser muy largo y nos tenía que dar el aire. Que había que andar a lo largo y no solo por el pasillo. Lo empezamos a hacer, pero me tomé las franjas horarias a rajatabla, es decir, una hora al día y donde no hubiera gente. Al principio solo salíamos de 14.15 a 15.15 horas. Era cuando menos personas había en la calle.

Ahora la norma es ‘que corra el aire’.

—Los niños necesitan estar con otros niños. En esta coyuntura me ha costado darme cuenta, pero lo estoy aprendiendo y asumiendo. Ahora pasamos ratos en una plazoleta de Areta para que jueguen y corran. Cuando vemos que las distancias se acortan, es la frase que les decimos.

¿Volverán al cole Lierni e Himilce?

—Si en septiembre abren las aulas, mis hijas irán desde el primer día.

“Yo era de las incrédulas. Me parecía todo exagerado. De repente, llegó el estado de alarma y me saturé”

“La psicóloga de Bihotzez ha hecho un gran trabajo. El riesgo cero no existe y nos tenía que dar el aire”