- 16 personas con adicciones y sin hogar permanecen en el albergue Hontza agazapados ante una pandemia que amenaza con dejarles sin su último recurso de estancia. Si ya es difícil superar el confinamiento decretado por la pandemia, se convierte en una prueba de superación mayúscula para las personas que suman a sus problemas vitales para tejer un rosario de infortunios: sin hogar, con adicciones e incluso con otros problemas de salud.

A diario pasan desapercibidos para la mayor parte de la población, pero ahora la pandemia les ha equiparado con el resto de la población, obligándoles a protegerse del contagio, por ellos y por evitar que el virus se propague. Les ha hecho iguales en el confinamiento, impasible a sus precarias situaciones particulares.

Joseba Gaya, responsable del Área de Personas Sin Hogar de Cáritas señala que pretenden mantener abierto el centro Hontza en la iglesia de San Antón porque entienden que la situación de sus usuarios es aún más complicada que la del resto de la población. Allí se encuentran acogidas 16 personas. Hontza es un albergue pequeñito pensado para una población con patologías específicas. Gaya explica que estos días procuran que el tiempo que los usuarios pasan en la calle sea el mínimo para protegerles de un mal mayor que, además, en su situación sería aún más virulento.

Por ello, el tránsito del albergue nocturno al centro de día se ha estrechado, para evitar el contacto en la calle. “Se ha convertido en una especie de pasarela entre la noche y el día que no quiere malgastar tiempo a la exposición del virus”.

El responsable de Hontza explica que “esta es una preocupación porque si se produce un positivo, la situación de emergencia que están viviendo se va a complicar muchísimo”. Para Gaya, “el momento actual ya es muy complicado”. El tiempo en estos casos amenaza con agravar la situación, por eso la preocupación crece día a día. “Hablamos de personas que muchas veces no entienden la situación de emergencia y se resisten al confinamiento”. Para otros, en cambio, el temor es tal que les paraliza y no quieren salir de la habitación por miedo a contagiarse. Con unos y otros los técnicos de Hontza trabajan a diario para evitar que su situación empeore. Desde Cáritas se encargan de suministrarles ropa y comida, pero también la conexión incluso con los médicos, porque muchos no tienen familia que les pueda dar un soporte de acompañamiento.

El Centro Hontza se dirige a personas mayores de 18 años, hombres y mujeres, con una problemática de adicción a sustancias, que se encuentran en situación o riesgo de exclusión social. Es el único centro de noche que permanece abierto en la Comunidad Autónoma Vasca, con capacidad de adaptación y teniendo en cuenta la perspectiva de género en todos sus aspectos.

Desde él se acompaña a personas vulnerables y cronificadas por su enfermedad de adicción, enfermedades físicas y psíquicas o situación de exclusión social. Además también trabaja con la comunidad. Justicia social y dignidad de las personas es su argumentario.

El responsable del Área de Personas Sin Hogar de Cáritas señala que también mantienen abiertos los servicios de ducha y cambio de ropa de los que disponen en el centro de Apostólicas de Indautxu aunque el resto del centro permanezca cerrado. “Sigue viniendo gente y algunos de los que no están en los polideportivos se llevan el táper para comer a sus casas o pensiones”.

Según explicó Gaya, cada día el centro distribuye unos setenta táperes. En su comedor, donde hace solo quince días llegaban a juntarse 200 personas a la hora de comer, ahora las mesas están vacías, lo mismo que las zonas de estancia que también permanecen cerradas. “La mayoría de usuarios están en los polideportivos a donde se les lleva la comida mediante servicio de catering”, explicó. Solo unos pocos usuarios en Bilbao y Barakaldo se llevan la comida a sus residencias.

Albergue nocturno. Se trata del único albergue nocturno de estas características que atienden a personas en exclusión, que además tienen adicciones.

Dónde. Se encuentra en uno de los laterales de la iglesia de San Antón, en Bilbao.

Mientras dura el confinamiento por coronavirus el centro nocturno mantiene abiertas sus plazas para las personas usuarias.

También el centro de las Apostólicas mantiene abierto estos días el espacio para que las personas sin recursos puedan ducharse.